21/09/2017, 16:27
(Última modificación: 21/09/2017, 16:28 por Uchiha Akame.)
—Oh, eh, no, no es nada —se apresuró a responder el Uchiha.
Sin embargo, lo peor todavía no estaba por llegar.
—Quería hablar un poco contigo. Ya sabes, de lo que nos quedó pendiente la otra vez.
Aquellas palabras le cayeron como un jarro de agua fría al de Uzu. «¿Hablar? ¿Hablar de qué? Oh, por todos los dioses, se refiere a eso. Al beso. ¿Pero qué demonios le digo? Joder, joder, joder...» Incapaz de hacer otra cosa, el Uchiha se limitó a apartarse del hueco de la puerta con torpeza.
—Claro, claro, eh... Pasa, estás en tu... Eh, casa —la invitó, sin poder evitar trabarse.
Uchiha Akame era un shinobi preparado para muchas cosas; para espiar, para seguir, para matar. Pero nada de lo que su antigua maestra o los senseis de la Academia de Uzushio hubieran podido enseñarle le hubiese preparado para ese momento. Nervioso, el muchacho cayó en la cuenta de que todavía tenía su kunai en la mano derecha y se apresuró a dejarlo otra vez sobre la mesa antes de que Koko pudiera pensar algo raro. Luego encendió la luz de la habitación y le cedió la silla del escritorio a su compañera. Él se sentó sobre la cama deshecha.
—Bueno, eh, y... —empezó—. ¿De qué querías hablar?
Sin embargo, lo peor todavía no estaba por llegar.
—Quería hablar un poco contigo. Ya sabes, de lo que nos quedó pendiente la otra vez.
Aquellas palabras le cayeron como un jarro de agua fría al de Uzu. «¿Hablar? ¿Hablar de qué? Oh, por todos los dioses, se refiere a eso. Al beso. ¿Pero qué demonios le digo? Joder, joder, joder...» Incapaz de hacer otra cosa, el Uchiha se limitó a apartarse del hueco de la puerta con torpeza.
—Claro, claro, eh... Pasa, estás en tu... Eh, casa —la invitó, sin poder evitar trabarse.
Uchiha Akame era un shinobi preparado para muchas cosas; para espiar, para seguir, para matar. Pero nada de lo que su antigua maestra o los senseis de la Academia de Uzushio hubieran podido enseñarle le hubiese preparado para ese momento. Nervioso, el muchacho cayó en la cuenta de que todavía tenía su kunai en la mano derecha y se apresuró a dejarlo otra vez sobre la mesa antes de que Koko pudiera pensar algo raro. Luego encendió la luz de la habitación y le cedió la silla del escritorio a su compañera. Él se sentó sobre la cama deshecha.
—Bueno, eh, y... —empezó—. ¿De qué querías hablar?