21/09/2017, 16:51
A veces aquel muchacho era como un niño pequeño. Tenía razón, yo no me había incluido, pero porque me parecía tan obvio que daba por supuesto que se sobreentendía y él en vez de sobreentenderlo o pensar que podría venir incluido en que si todos ellos van por su lado COMO DEMONIOS IBA A IR YO CON ALGUIEN.
Sin embargo, rapidamente me dijo algo que captó el 200% de mi atención.
»Es más, ¡te hago una apuesta!. Deja que pase esta ronda, y cierta cosa que va a pasar que crispará los nervios de más de uno, y te demostraré cuán equivocado estás. Voy a hacer piña por ti . Voy conseguir que todos y cada uno de esos cabrones, bajen a desayunar al salón de abajo. Todos juntos. Qué digo desayunar... ¡incluso cenar!
Una rica sonrisa se presentó en mi rostro, y yo le di la bienvenida porque hacia tiempo que no nos veiamos. Era la típica sonrisa de cuando te encuentras algo, como un billete de 500 ryos tirado en la calle. Porque lo que me proponía el amigo Datsue era eso, un regalo. Al principio pensé que estaba de coña, clavé mi mirada en la suya y vi que iba en serio. Gesticulaba a medida que avanzaba en su discurso, completamente seguro de conseguirlo. Casi podía distinguir su ego apareciendo por su espalda a punto de apuñalarle por la espalda ante la imposibilidad de la apuesta que estaba a punto de cerrar conmigo. Mi sonrisa no pudo sino ensancharse, me contuve para no carcajearme en su cara.
— Ah, pero si gano... Recuerda. Me deberás un favor. Un favor de los gordos.
— Por favor, tienes las mismas posibilidades de ganar la apuesta como un Kuseño de ganar el torneo, menos que 0, vamos. Pero veo que si hay algo más grande que Uzushiogakure eso solo podría ser tu ego. Nada de acobardarse, y si yo gano me deberás un favor igual de gordo, eso y darme la razón que nunca está de más.
Le ofrecí mi mano igual que había hecho el momentos antes, esperando que él la bajase para poder sellar ese regalo del cielo. Si algo había dejado claro era que yo era un shinobi de palabra, y esperaba sinceramente que Datsue lo fuese tambien, me preocupaba más eso que perder la apuesta.
Sin embargo, rapidamente me dijo algo que captó el 200% de mi atención.
»Es más, ¡te hago una apuesta!. Deja que pase esta ronda, y cierta cosa que va a pasar que crispará los nervios de más de uno, y te demostraré cuán equivocado estás. Voy a hacer piña por ti . Voy conseguir que todos y cada uno de esos cabrones, bajen a desayunar al salón de abajo. Todos juntos. Qué digo desayunar... ¡incluso cenar!
Una rica sonrisa se presentó en mi rostro, y yo le di la bienvenida porque hacia tiempo que no nos veiamos. Era la típica sonrisa de cuando te encuentras algo, como un billete de 500 ryos tirado en la calle. Porque lo que me proponía el amigo Datsue era eso, un regalo. Al principio pensé que estaba de coña, clavé mi mirada en la suya y vi que iba en serio. Gesticulaba a medida que avanzaba en su discurso, completamente seguro de conseguirlo. Casi podía distinguir su ego apareciendo por su espalda a punto de apuñalarle por la espalda ante la imposibilidad de la apuesta que estaba a punto de cerrar conmigo. Mi sonrisa no pudo sino ensancharse, me contuve para no carcajearme en su cara.
— Ah, pero si gano... Recuerda. Me deberás un favor. Un favor de los gordos.
— Por favor, tienes las mismas posibilidades de ganar la apuesta como un Kuseño de ganar el torneo, menos que 0, vamos. Pero veo que si hay algo más grande que Uzushiogakure eso solo podría ser tu ego. Nada de acobardarse, y si yo gano me deberás un favor igual de gordo, eso y darme la razón que nunca está de más.
Le ofrecí mi mano igual que había hecho el momentos antes, esperando que él la bajase para poder sellar ese regalo del cielo. Si algo había dejado claro era que yo era un shinobi de palabra, y esperaba sinceramente que Datsue lo fuese tambien, me preocupaba más eso que perder la apuesta.
—Nabi—