21/09/2017, 22:46
(Última modificación: 21/09/2017, 22:48 por Uchiha Akame.)
La conversación empezó a acelerarse como un carromato cuesta abajo. Demasiado para el gusto de Akame, que ya en ese momento se sentía como un completo ignorante derrapando en terreno pantanoso. Caminaba por el fango con miedo a pisar donde no debía y hundirse en cualquier momento; cosa que no tardó en ocurrir.
El Uchiha no supo en ese momento qué era, pero sí se dio cuenta de que había dicho algo que había molestado a Koko de sobremanera. La chica se puso en pie casi de un brinco y él retrocedió de forma instintiva, quedando a apenas un paso de ella. Su rostro, en otros momentos tentador, parecía ahora la mueca de la misma muerte. Akame aguantó el chaparrón sin pestañear y no pudo ni siquiera contestar; en el fondo sabía que Koko tenía razón. Que nunca jamás podría arrancarse el corazón del pecho y dejar de sentir todas aquellas cosas...
Y era justamente esa idea la que le aterraba. Caminar por la senda por la que aquella kunoichi quería llevarle de la mano le hacía sentir tan débil y vulnerable como un recién nacido.
Intentó decir algo, pero ella no se lo permitió. En su lugar, lanzó otra daga tan certera como la anterior. Esa vez Akame sí reaccionó.
—¡No! Claro que no, yo nunca mentiría así, sabes perfectamente qu...
No terminó la frase. Antes de que pudiera darse cuenta Koko se le acercó con un rápido movimiento y le plantó un cálido beso en los labios. Ahí estaba otra vez, aquella sensación, tan mágica y aterradora como la primera vez. De repente un calor insoportable le subió por el estómago hasta la garganta, y luego la cara, tiñéndosela de rojo bermellón. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no se había puesto una camiseta y que su torso fibroso pero delgado, repleto de moratones y con aquel peculiar sello tatuado en el pectoral seguía al descubierto.
«Demasiado cerca...» Una alarma especialmente ruidosa sonaba a todo volumen en su cabeza mientras notaba el ligero roce del cuerpo de Koko contra el suyo, parcialmente descubierto. La voz de Kunie, la de sus senseis de la Academia, la de Shiona... Todas se mezclaban en su cabeza diciéndole que aquello no era una buena idea.
Pero Akame sólo escuchó la de Koko.
—¿No vale la pena intentarlo?
El Uchiha notó el aliento cálido y suave de su compañera al hablar. El sabor de sus labios carnosos y el brillo de sus ojos bicolor. Sin apartarse ni un centímetro contestó.
—Koko-san... Yo... Creo que hay cosas que deberías saber —entonces se sinceró—. No tengo ni idea de cómo hablar a una chica, soy aburrido y no tengo muchas aficiones aparte de mi trabajo. Mi familia vive lejos y no he hecho muchos amigos, tampoco se me da bien. Soy maniático y perfeccionista, y no es fácil convivir conmigo. Las pocas personas a las que apreciaba están muertas o me han traicionado, y...
Se detuvo, sin saber por dónde continuar. Incluso en su mente de preadolescente con cero idea de cómo llevar una relación sentimental, no le parecía justo involucrar a Koko en algo de lo que quizás no era consciente. Así que se quedó allí, de pie frente a ella. Con su nariz torcida, su oreja izquierda mutilada, sus cicatrices y sus labios fruncidos. Al lado de ella parecía un chiste malo.
El Uchiha no supo en ese momento qué era, pero sí se dio cuenta de que había dicho algo que había molestado a Koko de sobremanera. La chica se puso en pie casi de un brinco y él retrocedió de forma instintiva, quedando a apenas un paso de ella. Su rostro, en otros momentos tentador, parecía ahora la mueca de la misma muerte. Akame aguantó el chaparrón sin pestañear y no pudo ni siquiera contestar; en el fondo sabía que Koko tenía razón. Que nunca jamás podría arrancarse el corazón del pecho y dejar de sentir todas aquellas cosas...
Y era justamente esa idea la que le aterraba. Caminar por la senda por la que aquella kunoichi quería llevarle de la mano le hacía sentir tan débil y vulnerable como un recién nacido.
Intentó decir algo, pero ella no se lo permitió. En su lugar, lanzó otra daga tan certera como la anterior. Esa vez Akame sí reaccionó.
—¡No! Claro que no, yo nunca mentiría así, sabes perfectamente qu...
No terminó la frase. Antes de que pudiera darse cuenta Koko se le acercó con un rápido movimiento y le plantó un cálido beso en los labios. Ahí estaba otra vez, aquella sensación, tan mágica y aterradora como la primera vez. De repente un calor insoportable le subió por el estómago hasta la garganta, y luego la cara, tiñéndosela de rojo bermellón. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no se había puesto una camiseta y que su torso fibroso pero delgado, repleto de moratones y con aquel peculiar sello tatuado en el pectoral seguía al descubierto.
«Demasiado cerca...» Una alarma especialmente ruidosa sonaba a todo volumen en su cabeza mientras notaba el ligero roce del cuerpo de Koko contra el suyo, parcialmente descubierto. La voz de Kunie, la de sus senseis de la Academia, la de Shiona... Todas se mezclaban en su cabeza diciéndole que aquello no era una buena idea.
Pero Akame sólo escuchó la de Koko.
—¿No vale la pena intentarlo?
El Uchiha notó el aliento cálido y suave de su compañera al hablar. El sabor de sus labios carnosos y el brillo de sus ojos bicolor. Sin apartarse ni un centímetro contestó.
—Koko-san... Yo... Creo que hay cosas que deberías saber —entonces se sinceró—. No tengo ni idea de cómo hablar a una chica, soy aburrido y no tengo muchas aficiones aparte de mi trabajo. Mi familia vive lejos y no he hecho muchos amigos, tampoco se me da bien. Soy maniático y perfeccionista, y no es fácil convivir conmigo. Las pocas personas a las que apreciaba están muertas o me han traicionado, y...
Se detuvo, sin saber por dónde continuar. Incluso en su mente de preadolescente con cero idea de cómo llevar una relación sentimental, no le parecía justo involucrar a Koko en algo de lo que quizás no era consciente. Así que se quedó allí, de pie frente a ella. Con su nariz torcida, su oreja izquierda mutilada, sus cicatrices y sus labios fruncidos. Al lado de ella parecía un chiste malo.