22/09/2017, 16:31
(Última modificación: 22/09/2017, 16:32 por Amedama Daruu.)
«Ya sabes lo que opino respecto a eso, Ayame. Nunca fui libre, pero con usted me sentía... bien. Ahora sé que fui concebida por Rikudo-sennin por una razón. Hay que detener a Warau.»
«¿Es consciente de que sus compañeros se llaman Mogura y Shanise, verdad?», recordó el Gobi desde el interior de la mente de Ayame. «Más que nada porque ha estado llamándolos correctamente durante dos días, si ahora se pone a hacer eso de nuevo va a ser sospechoso.»
«Supongo que algunas cosas nunca cambian, ¿eh?»
El trío caminaba hacia la Ciudad Fantasma. A medio camino, Mogura preguntó a Shanise por qué no se había reconstruido la ciudad, en todo este tiempo.
—Hay quien dice que esta ciudad es un recordatorio de la capacidad destructiva de un bijuu —contestó, apesadumbrada—. Pero la verdad es, casi seguro, que nadie ha construido nada aquí todavía por miedo.
Shanise le miró.
—Sí, por miedo. Puede que la probabilidad de que un bijuu apareciese aquí de nuevo sea estúpidamente baja, pero después de los horrores que se vivieron aquí, nadie quiere venir de nuevo a residir. Supongo que es normal.
»Lento, ahora. Nos estamos acercando mucho al hilo. Si hay alguien, debe estar por aquí. Hagamos una cosa: caminaremos formando un triángulo, vosotros miraréis hacia atrás y yo hacia adelante. Os guiaré por las calles hacia adelante y tendremos todos los flancos cubiertos.
Los shinobis se colocaron en formación tomando una posición triangular, en la que cada uno de ellos era uno de los vértices. Caminaron lentamente hacia el torrente de energía, sin más compañía que el inquietante silbido del viento al cruzar ventanas con cristales rotos y callejones entre edificios. Tardaron diez minutos, con paciencia, en llegar al lugar. El torrente de chakra ascendía hacia el cielo. Todos pudieron sentir la fuerte influencia sobre su cuerpo: aquella masa de energía les llenaba por dentro hasta casi reventarlos. Quizás, si se acercasen demasiado, sería incluso perjudicial.
Shanise observó el hilo desde una distancia prudencial, a unos veinte metros.
—Parece que aún no ha llegado nadie —dijo, y dio un suspiro de alivio—. Menos mal. Apresurémonos, encontremos la forma de sellarlo antes de que-¡¡AHHHH!!
Una mano había salido de debajo del asfalto y le había agarrado el tobillo.
—¡Chicos, corred!
Alguien tiró de ella y la hundió en la calle, como si el suelo no fuera más que una arena fina. Al menos hasta que estuvo atrapada hasta el cuello. Entonces, intentó moverse, pero no pudo hacerlo. A tres metros por delante de ella, una silueta emergió.
Warau estaba allí. Cuando se retiró la capucha de la túnica legra, larga, reveló aquél rostro zorruno que tantas calamidades le había hecho pasar a Ayame —y al mundo— en el pasado. Sus cabellos plateados, largos, estaban recogidos en una coleta baja que le llegaba hasta más de la mitad de la espalda. Sus ojos dorados observaban a Shanise con un brillo de demencia. Su sonrisa, de oreja a oreja, daba escalofríos. Pero lo que de verdad daba miedo de él era...
—Kishishishishi...
Su risa.
Ayame pudo ver entonces una cadena que colgaba de su cuello y se metía por dentro de la túnica...
Warau la miró. La sonrisa se desvaneció de su rostro y acercó la diestra al centro del pecho.
Tic, tac, tic, tac, TICTACTICTACTICTACTICTACTIC...
...tac.
Warau se arrepintió en el último momento y no echó mano del amuleto. Volvió a sonreír.
—Siempre tú, puta mocosa, kishishishi.
—¿Qué? Ayame, ¿le conoces?
—Oh, claro que nos conocemos —dijo Warau, dando un paso hacia Shanise y prestándole de nuevo toda su atención—. Nos conocemos de hace mucho, mucho, mucho tiempo... Al menos, yo la conozco a ella.
—A ti también te conozco, Shanise-chan. Shanise la suplente, el fraude, ¿eh? Lo cierto es que te maté. Kishishishi... Disfruté haciéndolo. ¿Te sentiste bien actuando de escudo humano?
—¡¡Estás loco!!
—KISHISHISHISHI. Cualquiera lo estaría en mi lugar, querida.
Warau echó una pierna hacia atrás, y propinó una patada en los dientes a Shanise, quien deshizo su cabeza en agua. La sonrisa en la cara de Warau desapareció.
—¡Eres sólo un juguete, compórtate como un juguete y haz que me lo pase BIEN! —El hombre se agachó justo cuando la cabeza de Shanise tomó su forma original, y envolvió su mano en electricidad—. ¡¡CHIDORIIIIIIIIIIII!!
Agarró la cabeza de Shanise en lugar de golpearla, y la mujer gritó.
Gritó, gritó y gritó en un alarido de puro terror.
«¿Es consciente de que sus compañeros se llaman Mogura y Shanise, verdad?», recordó el Gobi desde el interior de la mente de Ayame. «Más que nada porque ha estado llamándolos correctamente durante dos días, si ahora se pone a hacer eso de nuevo va a ser sospechoso.»
«Supongo que algunas cosas nunca cambian, ¿eh?»
El trío caminaba hacia la Ciudad Fantasma. A medio camino, Mogura preguntó a Shanise por qué no se había reconstruido la ciudad, en todo este tiempo.
—Hay quien dice que esta ciudad es un recordatorio de la capacidad destructiva de un bijuu —contestó, apesadumbrada—. Pero la verdad es, casi seguro, que nadie ha construido nada aquí todavía por miedo.
Shanise le miró.
—Sí, por miedo. Puede que la probabilidad de que un bijuu apareciese aquí de nuevo sea estúpidamente baja, pero después de los horrores que se vivieron aquí, nadie quiere venir de nuevo a residir. Supongo que es normal.
»Lento, ahora. Nos estamos acercando mucho al hilo. Si hay alguien, debe estar por aquí. Hagamos una cosa: caminaremos formando un triángulo, vosotros miraréis hacia atrás y yo hacia adelante. Os guiaré por las calles hacia adelante y tendremos todos los flancos cubiertos.
Los shinobis se colocaron en formación tomando una posición triangular, en la que cada uno de ellos era uno de los vértices. Caminaron lentamente hacia el torrente de energía, sin más compañía que el inquietante silbido del viento al cruzar ventanas con cristales rotos y callejones entre edificios. Tardaron diez minutos, con paciencia, en llegar al lugar. El torrente de chakra ascendía hacia el cielo. Todos pudieron sentir la fuerte influencia sobre su cuerpo: aquella masa de energía les llenaba por dentro hasta casi reventarlos. Quizás, si se acercasen demasiado, sería incluso perjudicial.
Shanise observó el hilo desde una distancia prudencial, a unos veinte metros.
—Parece que aún no ha llegado nadie —dijo, y dio un suspiro de alivio—. Menos mal. Apresurémonos, encontremos la forma de sellarlo antes de que-¡¡AHHHH!!
Una mano había salido de debajo del asfalto y le había agarrado el tobillo.
—¡Chicos, corred!
Alguien tiró de ella y la hundió en la calle, como si el suelo no fuera más que una arena fina. Al menos hasta que estuvo atrapada hasta el cuello. Entonces, intentó moverse, pero no pudo hacerlo. A tres metros por delante de ella, una silueta emergió.
Warau estaba allí. Cuando se retiró la capucha de la túnica legra, larga, reveló aquél rostro zorruno que tantas calamidades le había hecho pasar a Ayame —y al mundo— en el pasado. Sus cabellos plateados, largos, estaban recogidos en una coleta baja que le llegaba hasta más de la mitad de la espalda. Sus ojos dorados observaban a Shanise con un brillo de demencia. Su sonrisa, de oreja a oreja, daba escalofríos. Pero lo que de verdad daba miedo de él era...
—Kishishishishi...
Su risa.
Ayame pudo ver entonces una cadena que colgaba de su cuello y se metía por dentro de la túnica...
Warau la miró. La sonrisa se desvaneció de su rostro y acercó la diestra al centro del pecho.
Tic, tac, tic, tac, TICTACTICTACTICTACTICTACTIC...
...tac.
Warau se arrepintió en el último momento y no echó mano del amuleto. Volvió a sonreír.
—Siempre tú, puta mocosa, kishishishi.
—¿Qué? Ayame, ¿le conoces?
—Oh, claro que nos conocemos —dijo Warau, dando un paso hacia Shanise y prestándole de nuevo toda su atención—. Nos conocemos de hace mucho, mucho, mucho tiempo... Al menos, yo la conozco a ella.
—A ti también te conozco, Shanise-chan. Shanise la suplente, el fraude, ¿eh? Lo cierto es que te maté. Kishishishi... Disfruté haciéndolo. ¿Te sentiste bien actuando de escudo humano?
—¡¡Estás loco!!
—KISHISHISHISHI. Cualquiera lo estaría en mi lugar, querida.
Warau echó una pierna hacia atrás, y propinó una patada en los dientes a Shanise, quien deshizo su cabeza en agua. La sonrisa en la cara de Warau desapareció.
—¡Eres sólo un juguete, compórtate como un juguete y haz que me lo pase BIEN! —El hombre se agachó justo cuando la cabeza de Shanise tomó su forma original, y envolvió su mano en electricidad—. ¡¡CHIDORIIIIIIIIIIII!!
Agarró la cabeza de Shanise en lugar de golpearla, y la mujer gritó.
Gritó, gritó y gritó en un alarido de puro terror.
Esta cuenta representa a la totalidad de los administradores de NinjaWorld.es