23/09/2017, 17:10
Le importaba más bien poco si Yota la seguía o no, lo primordial en aquel momento era cazar al desgraciado que había hecho lo que acababa de hacer. Por ello cuando por fin logró subir al tejado desde donde se proyectó aquel flash que indudablemente era de una cámara de fotos tras un par de piruetas, proyección de chakra en los pies y un par de saltos, lo que vio le pareció agridulce.
Hozuki Chokichi, aquel repetidor que conoció cuando estaba en la academia. No resaltaba lo más mínimo, era tímido, vergonzoso y nunca cruzó palabra con él, quizá le sonrió por ser amable como hacía con todo el mundo, pero nada más. No lo conocía y sin embargo había atentado contra su privacidad, contra la de ella que nunca había hecho nada en contra de él, porque... No lo había hecho, ¿no?
—¡Hozuki! ¡Trae esa cá-
Sin embargo no pudo terminar la demanda pues el shinobi había lanzado una bomba de luz al suelo, cegándola por unos momentos en los que obligada tuvo que taparse los ojos del dolor que le producía aquella luz. Poco a poco el dolor remitía y la luz volvía a la penumbra de la noche, sin embargo ahora no había tres personas, sino cuatro en el tejado.
Había dos Chokichis, ni más ni menos.
«¿Pero de qué va?»
Uno de ellos corrió hacia la derecha, y cuando Eri quiso darse cuenta de lo que hacía e ir tras él, vio como caía hacia el vacío. Sin embargo no se escuchó otra cosa que un montón de agua impactando contra una superficie. La joven se apresuró a asomarse por el tejado para ver si el joven estaba bien —tampoco era tan macabra como alegrarse por su muerte—, sin embargo pronto se dio la vuelta al escuchar otro ruido proveniente del otro Chokichi, que se había estampado contra el suelo.
Y de pronto, un chillido, una anciana en apuros. Eri chasqueó la lengua, irritada, y tal y como había subido comenzaba a bajar de tejado en tejado, ventana o cualquier sitio para apoyarse en dirección al grito de la anciana. ¡Con suerte pillaría a aquel desgraciado esa misma noche!
Hozuki Chokichi, aquel repetidor que conoció cuando estaba en la academia. No resaltaba lo más mínimo, era tímido, vergonzoso y nunca cruzó palabra con él, quizá le sonrió por ser amable como hacía con todo el mundo, pero nada más. No lo conocía y sin embargo había atentado contra su privacidad, contra la de ella que nunca había hecho nada en contra de él, porque... No lo había hecho, ¿no?
—¡Hozuki! ¡Trae esa cá-
Sin embargo no pudo terminar la demanda pues el shinobi había lanzado una bomba de luz al suelo, cegándola por unos momentos en los que obligada tuvo que taparse los ojos del dolor que le producía aquella luz. Poco a poco el dolor remitía y la luz volvía a la penumbra de la noche, sin embargo ahora no había tres personas, sino cuatro en el tejado.
Había dos Chokichis, ni más ni menos.
«¿Pero de qué va?»
Uno de ellos corrió hacia la derecha, y cuando Eri quiso darse cuenta de lo que hacía e ir tras él, vio como caía hacia el vacío. Sin embargo no se escuchó otra cosa que un montón de agua impactando contra una superficie. La joven se apresuró a asomarse por el tejado para ver si el joven estaba bien —tampoco era tan macabra como alegrarse por su muerte—, sin embargo pronto se dio la vuelta al escuchar otro ruido proveniente del otro Chokichi, que se había estampado contra el suelo.
Y de pronto, un chillido, una anciana en apuros. Eri chasqueó la lengua, irritada, y tal y como había subido comenzaba a bajar de tejado en tejado, ventana o cualquier sitio para apoyarse en dirección al grito de la anciana. ¡Con suerte pillaría a aquel desgraciado esa misma noche!