23/09/2017, 21:18
Todo había vuelto a su cauce, y el Uchiha estaba pletórico. Sobre él, a escasos centímetros, una de las kunoichis más exhuberantes y atractivas de las últimas generaciones. Allí, en su habitación, en su espacio personal, se sentía a gusto y a salvo; ¿o quizás era por Koko? Sea como fuere, Akame no pudo evitar sonreír con sinceridad cuando ella se dejó llevar y terminó cayendo encima suya sobre la cama. Cuando se revolvió ligeramente para acomodarse encima de él —notando probablemente aquel bulto en los pantalones del Uchiha, otra vez—, Akame pensó que no había lugar en todo Oonindo donde prefiriese estar más que allí mismo.
—Eso... Eso me encantaría, Koko-san —respondió, con las mejillas coloradas del calor.
Sin embargo, como todo sueño, era susceptible de acabarse. De despertar. Dos sonoros toques en su puerta le devolvieron de un plumazo a la realidad, acompañados de una voz. Una voz que conocía muy bien...
«¿¡Pero qué cojones está haciendo Nabi-san aquí!? ¿¡Y a estas horas!?»
Koko también se sobresaltó, y Akame le hizo rápidamente un gesto —tapándole los labios con el dedo índice— para que guardase silencio. «Ni tú ni nadie me va a arruinar esta noche, compañero», pensó Akame mientras le hacía señas a Koko para que le dejase levantarse.
Lo primero que hizo el Uchiha fue comprobar que la ventana estaba bien cerrada, pestillo incluído. Corrió las cortinas para evitar observadores no deseados y luego se acercó a la puerta. Había aprendido de sus malas experiencias con Datsue y aquel inútil de Chokichi; no iba a caer dos veces en la misma trampa.
—¿Nabi-san? Estoy bien, gracias por preocuparte. No pasa nada —respondió, aunque sin llegar a abrir la puerta—. Me vuelvo a la cama, hasta mañana.
—Eso... Eso me encantaría, Koko-san —respondió, con las mejillas coloradas del calor.
Sin embargo, como todo sueño, era susceptible de acabarse. De despertar. Dos sonoros toques en su puerta le devolvieron de un plumazo a la realidad, acompañados de una voz. Una voz que conocía muy bien...
«¿¡Pero qué cojones está haciendo Nabi-san aquí!? ¿¡Y a estas horas!?»
Koko también se sobresaltó, y Akame le hizo rápidamente un gesto —tapándole los labios con el dedo índice— para que guardase silencio. «Ni tú ni nadie me va a arruinar esta noche, compañero», pensó Akame mientras le hacía señas a Koko para que le dejase levantarse.
Lo primero que hizo el Uchiha fue comprobar que la ventana estaba bien cerrada, pestillo incluído. Corrió las cortinas para evitar observadores no deseados y luego se acercó a la puerta. Había aprendido de sus malas experiencias con Datsue y aquel inútil de Chokichi; no iba a caer dos veces en la misma trampa.
—¿Nabi-san? Estoy bien, gracias por preocuparte. No pasa nada —respondió, aunque sin llegar a abrir la puerta—. Me vuelvo a la cama, hasta mañana.