24/09/2017, 13:56
La espera y la zozobra estaban consumiendo a Kaido. El tiempo pasaba y nada ni nadie asomaba el cogote por la entrada de su localización, y eso estaba empezando a desesperarle. No porque estuviese demasiado emocionado por enfrentar un peligro tan inminente como aquel ni mucho menos sino que esa sensación de soledad sólo podía significar una cosa: y es que el enemigo apuntaba a otro anclaje, y no al suyo. Eso le hizo preocupar, desde luego, tanto por el sobradito de Akame como por el honorable de Kotetsu.
Y claro, cómo no; por su sensei Yarou.
Luego, un temblor. El agua de la piscina se meció junto a los cimientos de la mansión y se desbordó en olas mientras el sello cedía. Y si había cedido, significaba que...
«Yarou-dono, ¿pero cómo? ¿estará bien?»
La ansiedad parecía superarle, tanto que estuvo más que dispuesto a salir de ahí en la búsqueda del jonin. Pero algún leve sentido de responsabilidad le obligó a desechar tan terrible idea, teniendo en cuenta que así como los demás, él también tenía una tarea prevista y esa era la de proteger la piscina. Evidentemente, ya no había nada que proteger; pero eso no hacía más que confirmarle que las posibilidades de encontrar al enemigo ahí afuera eran mayores, y menor sería su posibilidad de salir vivo.
Las verdaderas chances estaban en la piscina, junto a los dos guardias que le acompañaban. No tenía de otra que tragarse el orgullo y así también el miedo que le consumía, y hacer lo que haría un shinobi responsable.
Y claro, cómo no; por su sensei Yarou.
Luego, un temblor. El agua de la piscina se meció junto a los cimientos de la mansión y se desbordó en olas mientras el sello cedía. Y si había cedido, significaba que...
«Yarou-dono, ¿pero cómo? ¿estará bien?»
La ansiedad parecía superarle, tanto que estuvo más que dispuesto a salir de ahí en la búsqueda del jonin. Pero algún leve sentido de responsabilidad le obligó a desechar tan terrible idea, teniendo en cuenta que así como los demás, él también tenía una tarea prevista y esa era la de proteger la piscina. Evidentemente, ya no había nada que proteger; pero eso no hacía más que confirmarle que las posibilidades de encontrar al enemigo ahí afuera eran mayores, y menor sería su posibilidad de salir vivo.
Las verdaderas chances estaban en la piscina, junto a los dos guardias que le acompañaban. No tenía de otra que tragarse el orgullo y así también el miedo que le consumía, y hacer lo que haría un shinobi responsable.