24/09/2017, 16:59
El Uchiha respondió al sello de la Reconociliación con el mismo gesto de su mano libre mientras la otra tiraba para ayudar a levantarse a Daruu. Pese a todo lo que habían vivido aquellos dos muchachos —de Aldeas e ideas tan contrapuestas—, todavía quedaba lugar para la fraternidad y la camaradería.
Akame se acercó a una de las barandillas del puente y se sentó sobre ella, dejando las piernas en el aire y apoyándose con ambas manos para no perder el equilibrio. Ya estaba más recuperado de su breve pero intenso combate con el Amedama —aunque el torso todavía le dolía a horrores—, y sin duda mucho menos tenso. «Gracias, Daruu-san», dijo Akame en su fuero interno.
—Datsue-kun nunca parece un mal tipo hasta que descubre que puede sacar beneficio jodiéndote —replicó Akame con toda la mordacidad de la que fue capaz—. Es una rata traicionera y astuta, y me temo que la única forma de que esa revista no se publique es rajarle el cuello de lado a lado.
El Uchiha apretó las manos que se cerraban en torno a la baranda.
—No me malinterpretes, si fuese por mí ya habría sacado la basura.
No creía necesario profundizar en por qué no era buena idea asesinar a un compañero de Aldea, y tampoco creyó que hiciera falta. Daruu parecía lo suficientemente inteligente como para entenderlo. Sin embargo, la última pregunta del amejin sí que le arrancó una sonrisa amarga.
—No se trata de eso, Daruu-san —respondió Akame, bajando la cabeza—. Fuese verdad o no, me daría igual. No me importa un carajo lo que mis compañeros piensen de mí; yo sé lo que me hago. Sé lo que valgo. Sé cual es mi objetivo.
Suspiró. Se le hacía difícil recordar...
—Haskoz fue la única persona a la que pude llamar amigo. Era un gran tipo, y un buen shinobi. Murió como un héroe, pero... —apretó los dientes y las manos de tal forma que creyó que iba a partir el puente en dos—. Pero no hubo funeral, ni homenaje, ni ceremonia en su honor. En lugar de eso, permitimos que escoria como esta manche su nombre y utilice su memoria en beneficio propio.
Alzó la vista al cielo y gritó.
—¿¡Qué clase de amigo soy si permito tal cosa!?
Akame se acercó a una de las barandillas del puente y se sentó sobre ella, dejando las piernas en el aire y apoyándose con ambas manos para no perder el equilibrio. Ya estaba más recuperado de su breve pero intenso combate con el Amedama —aunque el torso todavía le dolía a horrores—, y sin duda mucho menos tenso. «Gracias, Daruu-san», dijo Akame en su fuero interno.
—Datsue-kun nunca parece un mal tipo hasta que descubre que puede sacar beneficio jodiéndote —replicó Akame con toda la mordacidad de la que fue capaz—. Es una rata traicionera y astuta, y me temo que la única forma de que esa revista no se publique es rajarle el cuello de lado a lado.
El Uchiha apretó las manos que se cerraban en torno a la baranda.
—No me malinterpretes, si fuese por mí ya habría sacado la basura.
No creía necesario profundizar en por qué no era buena idea asesinar a un compañero de Aldea, y tampoco creyó que hiciera falta. Daruu parecía lo suficientemente inteligente como para entenderlo. Sin embargo, la última pregunta del amejin sí que le arrancó una sonrisa amarga.
—No se trata de eso, Daruu-san —respondió Akame, bajando la cabeza—. Fuese verdad o no, me daría igual. No me importa un carajo lo que mis compañeros piensen de mí; yo sé lo que me hago. Sé lo que valgo. Sé cual es mi objetivo.
Suspiró. Se le hacía difícil recordar...
—Haskoz fue la única persona a la que pude llamar amigo. Era un gran tipo, y un buen shinobi. Murió como un héroe, pero... —apretó los dientes y las manos de tal forma que creyó que iba a partir el puente en dos—. Pero no hubo funeral, ni homenaje, ni ceremonia en su honor. En lugar de eso, permitimos que escoria como esta manche su nombre y utilice su memoria en beneficio propio.
Alzó la vista al cielo y gritó.
—¿¡Qué clase de amigo soy si permito tal cosa!?