24/09/2017, 23:03
«La puta madre, ¡qué fuerza tiene!», eso fue lo primero que pensó Akame cuando Koko se le subió encima y empezó con el relajante masaje. Su espalda, escuálida pero fibrosa por el duro entrenamiento, estaba acostumbrada a los tirones, las contracturas y demás consecuencias de un ejercicio intenso. Por eso mismo cuando la kunoichi empezó a relajar los músculos de los hombros con sus manos, Akame notó una sensación sumamente confortable y nueva para él; estaba realmente a gusto.
—Ah... ¿Esto es el cielo ya? —balbuceó, medio dormido—. Por todos los dioses, Koko-san, no me había sentido así desde... Bueno, desde nunca.
Al poco rato el shinobi estaba hecho un flan, derramado sobre el colchón y con los ojos entrecerrados. Había alcanzado un estado de relajación envidiable, incluso notando las caderas de Koko encima suya —y lo excitante que eso resultaba—. Por esa misma razón, luego de un rato de masaje, Akame empezó a notar la incómoda sensación del deseo invadiéndole de nuevo.
Como pudo trató de voltearse, todavía con Koko encima, para quedar debajo de ella pero boca arriba esta vez. Con ambas manos le aferró el rostro y trató de acercárselo al suyo, incorporándose ligeramente y tensando todos los músculos del torso. Si lo conseguía, se enredaría de nuevo en un beso pasional con la muchacha que iría aumentando poco a poco en intensidad.
—Ah... ¿Esto es el cielo ya? —balbuceó, medio dormido—. Por todos los dioses, Koko-san, no me había sentido así desde... Bueno, desde nunca.
Al poco rato el shinobi estaba hecho un flan, derramado sobre el colchón y con los ojos entrecerrados. Había alcanzado un estado de relajación envidiable, incluso notando las caderas de Koko encima suya —y lo excitante que eso resultaba—. Por esa misma razón, luego de un rato de masaje, Akame empezó a notar la incómoda sensación del deseo invadiéndole de nuevo.
Como pudo trató de voltearse, todavía con Koko encima, para quedar debajo de ella pero boca arriba esta vez. Con ambas manos le aferró el rostro y trató de acercárselo al suyo, incorporándose ligeramente y tensando todos los músculos del torso. Si lo conseguía, se enredaría de nuevo en un beso pasional con la muchacha que iría aumentando poco a poco en intensidad.