24/09/2017, 23:33
(Última modificación: 24/09/2017, 23:33 por Uchiha Akame.)
«¡Jodó, que ha colado!», pensó el Uchiha sin poder contener una explosión de triunfo que detonó en su estómago y le subió hasta la cara. Bueno, quizá algo más abajo del estómago.
Ni corto ni perezoso, la los cautos dedos de Akame se deslizaron por la cintura de Koko, bajo su pantalón, notando el tacto de su ropa interior. «Amaterasu, madre mía, llévame pronto»; si hubiese sido capaz de rezar, lo habría hecho en ese mismo momento. La situación estaba llegando a un punto que ni en sus mejores sueños podría haber imaginado.
Lo malo era, claro, que aquel muchacho capaz de ejecutar un Katon con suficiente potencia como para quemar vivo a un gennin no tenía ni idea de cómo moverse por el Jardín de Venus. De modo que, como en un combate en el que se desconocen las habilidades del enemigo, Akame optó por la cautela.
Sus dedos acariciaron suavemente el pubis de Koko una y otra vez, mientras él trataba de comprobar si a ella le gustaba. Luego se atrevió a bajar un poco más, rozando la zona más sensible de la kunoichi aun por encima de la ropa interior. «Joder, está ardiendo». Por último, Akame intentaría deslizar un par de dedos bajo la tela y llegar, por fin, al centro del Universo.
Ni corto ni perezoso, la los cautos dedos de Akame se deslizaron por la cintura de Koko, bajo su pantalón, notando el tacto de su ropa interior. «Amaterasu, madre mía, llévame pronto»; si hubiese sido capaz de rezar, lo habría hecho en ese mismo momento. La situación estaba llegando a un punto que ni en sus mejores sueños podría haber imaginado.
Lo malo era, claro, que aquel muchacho capaz de ejecutar un Katon con suficiente potencia como para quemar vivo a un gennin no tenía ni idea de cómo moverse por el Jardín de Venus. De modo que, como en un combate en el que se desconocen las habilidades del enemigo, Akame optó por la cautela.
Sus dedos acariciaron suavemente el pubis de Koko una y otra vez, mientras él trataba de comprobar si a ella le gustaba. Luego se atrevió a bajar un poco más, rozando la zona más sensible de la kunoichi aun por encima de la ropa interior. «Joder, está ardiendo». Por último, Akame intentaría deslizar un par de dedos bajo la tela y llegar, por fin, al centro del Universo.