26/09/2017, 10:03
El Uchiha correspondió a la inclinación y también formuló el protocolario sello de la Confrontación. Pero no le dirigió palabra alguna. Parecía que aquel combate se iba a reducir a las meras formalidades.
«Como quieras, pues.» Pensó Ayame para sus adentros, mientras sus ojos estudiaban con avidez a su nuevo oponente. No sabía nada de él, sólo podía intuir que dominaba el arte del Kenjutsu, a juzgar por el ninjato que lleva atravesado tras la espalda. Tampoco sabía qué eran aquellos ojos carmesíes. Pero de lo que sí estaba segura era de que le deberían conferir alguna ventaja en el combate. ¿Pero el qué? ¿Sería algo similar al Byakugan de Daruu? ¿Podría ver a través de las cosas? ¿Podría ver el chakra?
No lo sabría hasta que no lo averiguara.
Él no le dio ningún tipo de tregua. Sus manos se entrelazaron en un sello, y Ayame se preparó ante la arremetida de cualquier Ninjutsu. Sin embargo, Akame escupió una nube oscura y las partículas de ceniza que la conformaban se reunieron para formar una réplica exacta.
«¡Un clon! Pero no es ilusorio...» Meditó Ayame.
El Akame real le dio una palmada a la réplica y, tras un simple comando, el clon echó a correr a toda velocidad hacia ella, recortando los seis metros que le separaban.
«¡Es rápido!»
Ayame actuó con toda la rapidez que fue capaz. Se llevó una mano al portaobjetos, pegó un pequeño salto hacia atrás para asegurar su espacio vital y lanzó un shuriken hacia el pecho del clon. Sin embargo, no era lo único que había sacado del portaobjetos y justo después del lanzamiento cerró los ojos y arrojó algo a sus pies. La pequeña canica estalló en contacto con el suelo, y la pólvora liberó un intenso fogonazo de luz con el que pretendía cegar a su oponente. Y entonces fue ella la que corrió hacia él, a toda velocidad. Su brazo derecho, más retraído, comenzó a hipertrofiarse hasta límites antinaturales y, para cuando hubo llegado a la posición de su oponente, ya se había convertido en un auténtico martillo hidráulico.
—¡ESTO POR DARUU-KUN! —gritó, al tiempo que lanzaba el puño hacia delante para golpearle en el abdomen con toda la fuerza acumulada.
«Como quieras, pues.» Pensó Ayame para sus adentros, mientras sus ojos estudiaban con avidez a su nuevo oponente. No sabía nada de él, sólo podía intuir que dominaba el arte del Kenjutsu, a juzgar por el ninjato que lleva atravesado tras la espalda. Tampoco sabía qué eran aquellos ojos carmesíes. Pero de lo que sí estaba segura era de que le deberían conferir alguna ventaja en el combate. ¿Pero el qué? ¿Sería algo similar al Byakugan de Daruu? ¿Podría ver a través de las cosas? ¿Podría ver el chakra?
No lo sabría hasta que no lo averiguara.
Él no le dio ningún tipo de tregua. Sus manos se entrelazaron en un sello, y Ayame se preparó ante la arremetida de cualquier Ninjutsu. Sin embargo, Akame escupió una nube oscura y las partículas de ceniza que la conformaban se reunieron para formar una réplica exacta.
«¡Un clon! Pero no es ilusorio...» Meditó Ayame.
El Akame real le dio una palmada a la réplica y, tras un simple comando, el clon echó a correr a toda velocidad hacia ella, recortando los seis metros que le separaban.
«¡Es rápido!»
Ayame actuó con toda la rapidez que fue capaz. Se llevó una mano al portaobjetos, pegó un pequeño salto hacia atrás para asegurar su espacio vital y lanzó un shuriken hacia el pecho del clon. Sin embargo, no era lo único que había sacado del portaobjetos y justo después del lanzamiento cerró los ojos y arrojó algo a sus pies. La pequeña canica estalló en contacto con el suelo, y la pólvora liberó un intenso fogonazo de luz con el que pretendía cegar a su oponente. Y entonces fue ella la que corrió hacia él, a toda velocidad. Su brazo derecho, más retraído, comenzó a hipertrofiarse hasta límites antinaturales y, para cuando hubo llegado a la posición de su oponente, ya se había convertido en un auténtico martillo hidráulico.
—¡ESTO POR DARUU-KUN! —gritó, al tiempo que lanzaba el puño hacia delante para golpearle en el abdomen con toda la fuerza acumulada.