26/09/2017, 20:36
Mientras Koko se duchaba y hacía lo propio en el cuarto de baño, Akame pasaba el rato observando la habitación de la kunoichi desde su cama. Estaba un tanto desordenada y repleta de ropa —alguna también por el suelo desde la noche anterior—, de forma que ofrecía un paisaje muy distinto al de su propio apartamento. Él sólo tenía unas cuantas mudas de ropa, un kasa de paja que había comprado en Sendōshi y su vieja capa de viaje. Además de, claro, unos cuantos libros de diversa índole —tanto novelas como de teoría del Ninjutsu—, sus herramientas ninja y su vieja espada.
«Y mi bandana», pensó al ver la de Koko. Al momento no pudo evitar dudar sobre si su relación con la Sakamoto iba a perjudicarle profesionalmente, sobre si la vería con los mismos ojos la próxima vez que les tocara hacer una misión juntos. Y la respuesta que se dio fue que él era Akame el Profesional. ¡Por supuesto que nada iba a cambiar!
Cuánto le quedaba por aprender al joven ninja.
Un largo rato después, la kunoichi salió del baño envuelta en su toalla. Akame no pudo evitar fijarse en las múltiples curvas de su figura, resaltadas por la prenda ceñida. Al momento se puso en pie y quiso tomarla de nuevo, pero se contuvo.
—¿Te... Te importa si me doy una ducha yo también? —preguntó, ligeramente avergonzado.
Si la otra accedía, el Uchiha se desvestiría tan rápido como se había vestido al salir de la cama y, en pelota picada, se metería en el baño para darse una ducha caliente y relajante.
—¡Lo que tú quieras, Koko-chan, soy de buen comer! —gritó desde la ducha, en alusión a la pregunta de la chica.
«Y mi bandana», pensó al ver la de Koko. Al momento no pudo evitar dudar sobre si su relación con la Sakamoto iba a perjudicarle profesionalmente, sobre si la vería con los mismos ojos la próxima vez que les tocara hacer una misión juntos. Y la respuesta que se dio fue que él era Akame el Profesional. ¡Por supuesto que nada iba a cambiar!
Cuánto le quedaba por aprender al joven ninja.
Un largo rato después, la kunoichi salió del baño envuelta en su toalla. Akame no pudo evitar fijarse en las múltiples curvas de su figura, resaltadas por la prenda ceñida. Al momento se puso en pie y quiso tomarla de nuevo, pero se contuvo.
—¿Te... Te importa si me doy una ducha yo también? —preguntó, ligeramente avergonzado.
Si la otra accedía, el Uchiha se desvestiría tan rápido como se había vestido al salir de la cama y, en pelota picada, se metería en el baño para darse una ducha caliente y relajante.
—¡Lo que tú quieras, Koko-chan, soy de buen comer! —gritó desde la ducha, en alusión a la pregunta de la chica.