27/09/2017, 11:24
Daruu, que había pegado tal brinco para levantarse del suelo que poco le faltó para quedar incrustado en el techo, bajó la mirada en respuesta a su pregunta.
—Si temes que te vaya a leer la mente, no te preocupes. No voy a hacerlo —le espetó Zetsuo.
—Ni mi madre ni Kōri-sensei saben sobre Genjutsu —respondió al fin.
Y no le faltaba razón. Su hijo mayor, pese a que se le consideraba un genio en muchos aspectos, era un completo negado para las artes ilusorias. Por el contrario Ayame, aunque tampoco parecía tener un verdadero don para el Genjutsu, sí había comenzado a dar sus primeros pasos al fin. Kiroe, por otra parte, era una mujer excepcionalmente inteligente. Pero parecía nunca había mostrado interés por aquella rama.
—Nunca he tenido una figura paterna que me enseñe más cosas. Me gusta aprender. Me parece interesante. Y, por último...
El chico al fin alzó la mirada hacia él, y Zetsuo mantuvo su promesa de no entrometerse en sus pensamientos en aquel momento. Sin embargo, algo le dio mala espina cuando le vio tragar saliva.
—Nos podremos conocer mejor —añadió, y Zetsuo alzó una ceja en respuesta. Y entonces Daruu inclinó el cuerpo en una nueva reverencia que casi le hizo tocar el suelo con la nariz—. Ayame y yo... estamos saliendo.
Un crujido. Zetsuo no se había movido del sitio, de hecho seguía con los brazos cruzados. Pero las paredes del cuarto de baño reverberaron con violencia. El aire pareció cargarse de una electricidad estática y la presión aumentó hasta el punto de amenazar con aplastar el cuerpo de Daruu contra el suelo.
Fueron apenas unos segundos. Pero parecieron horas.
Y entonces, se detuvo.
—Estáis... saliendo... Tú... y mi hija... —susurró Zetsuo, y su tono de voz fue tan amenazante como el siseo de una serpiente de cascabel. El hombre dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y se acercó a Daruu con pasos lentos y pesados. Le miró desde arriba, con sus ojos aguamarina clavados sobre él como dos navajas. Y entonces le crujieron los nudillos cuando apretó sendos puños—. ¡¿Por qué?! ¡¿Desde cuando?! —exigió saber.
Y, más que una pregunta, era una orden.
—Si temes que te vaya a leer la mente, no te preocupes. No voy a hacerlo —le espetó Zetsuo.
—Ni mi madre ni Kōri-sensei saben sobre Genjutsu —respondió al fin.
Y no le faltaba razón. Su hijo mayor, pese a que se le consideraba un genio en muchos aspectos, era un completo negado para las artes ilusorias. Por el contrario Ayame, aunque tampoco parecía tener un verdadero don para el Genjutsu, sí había comenzado a dar sus primeros pasos al fin. Kiroe, por otra parte, era una mujer excepcionalmente inteligente. Pero parecía nunca había mostrado interés por aquella rama.
—Nunca he tenido una figura paterna que me enseñe más cosas. Me gusta aprender. Me parece interesante. Y, por último...
El chico al fin alzó la mirada hacia él, y Zetsuo mantuvo su promesa de no entrometerse en sus pensamientos en aquel momento. Sin embargo, algo le dio mala espina cuando le vio tragar saliva.
—Nos podremos conocer mejor —añadió, y Zetsuo alzó una ceja en respuesta. Y entonces Daruu inclinó el cuerpo en una nueva reverencia que casi le hizo tocar el suelo con la nariz—. Ayame y yo... estamos saliendo.
Un crujido. Zetsuo no se había movido del sitio, de hecho seguía con los brazos cruzados. Pero las paredes del cuarto de baño reverberaron con violencia. El aire pareció cargarse de una electricidad estática y la presión aumentó hasta el punto de amenazar con aplastar el cuerpo de Daruu contra el suelo.
Fueron apenas unos segundos. Pero parecieron horas.
Y entonces, se detuvo.
—Estáis... saliendo... Tú... y mi hija... —susurró Zetsuo, y su tono de voz fue tan amenazante como el siseo de una serpiente de cascabel. El hombre dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y se acercó a Daruu con pasos lentos y pesados. Le miró desde arriba, con sus ojos aguamarina clavados sobre él como dos navajas. Y entonces le crujieron los nudillos cuando apretó sendos puños—. ¡¿Por qué?! ¡¿Desde cuando?! —exigió saber.
Y, más que una pregunta, era una orden.