27/09/2017, 13:03
De nuevo el silencio. Aquél silencio aterrador, como si Zetsuo pudiera arrebatarle la vida de un momento a otro. Por un momento, se preguntó por qué estaba haciendo. Por un momento, se preguntó por qué, si no estaban de servicio, si él no era ningún superior, se estaba inclinando ante él como si así lo fuera. Luego recordó su cara y su nariz aguileña y se le pasaron las ganas de cuestionar cualquier cosa.
Ahogó un grito cuando Zetsuo le agarró por el jinbei, y entonces creyó que le iba a golpear, pero sólo fue una amenaza. Una amenaza que bien podía haber sido un cuchillo apuntando a su garganta, pero una amenaza.
—N-no señor. No haría algo así. P-por favor. —El "p-por favor" no iba asociado al "no haría algo así" sino a "suéltame, por favor".
Zetsuo le soltó. Daruu se acomodó el jinbei, sudando de pura adrenalina, mientras el jounin se alejaba unos cuantos pasos de él. El hombre se cruzó de brazos. Y Daruu se alegró de que cambiasen de tema.
—Supongo que serás consciente de que el arte del Genjutsu no se domina de un día para otro. Requiere de estudio y, sobre todo, de un minucioso control del chakra. No es algo que esté al alcance de cualquiera. Y yo no seré un tutor beneplácito ni compasivo. ¿Estás seguro de querer seguir adelante?
—S-sí. Sí, señor. Estoy dispuesto. No se lo habría pedido si no estuviera dispuesto a hacer los sacrificios necesarios.
«Sólo me basta con saber cómo combatirlos, pero tengo la sensación de que ahora me ha atrapado entre sus garras y que quiere enseñarme más...»
Cerró los ojos. Recordó la horrible sensación de sentir su chakra manipulado, en el laberinto. Recordó su combate con Ayame.
—Sí, definitivamente estoy seguro.
—Nada, no creo que sea nada... —dijo Kiroe, con un deje de temblor en la voz. Clavó la mirada en Kori durante unos instantes—. Ayame. Cuida de mi Daruu, ¿vale?
Entonces, Kiroe sonrió maliciosamente, atacándola con sus ojos púrpuras. Era una sonrisa que decía muchas cosas. una sonrisa que señalaba. Una sonrisa que confesaba. Ayame no tenía ni tendría, en el futuro, idea de cómo lo había averiguado sin que nadie le dijese nada. Pero Kiroe había sido una excelente kunoichi. Sabía recoger información y transcribir mensajes. Y aquella sonrisa era un mensaje transcrito. Era una sonrisa que transcribía una frase.
Ahogó un grito cuando Zetsuo le agarró por el jinbei, y entonces creyó que le iba a golpear, pero sólo fue una amenaza. Una amenaza que bien podía haber sido un cuchillo apuntando a su garganta, pero una amenaza.
—N-no señor. No haría algo así. P-por favor. —El "p-por favor" no iba asociado al "no haría algo así" sino a "suéltame, por favor".
Zetsuo le soltó. Daruu se acomodó el jinbei, sudando de pura adrenalina, mientras el jounin se alejaba unos cuantos pasos de él. El hombre se cruzó de brazos. Y Daruu se alegró de que cambiasen de tema.
—Supongo que serás consciente de que el arte del Genjutsu no se domina de un día para otro. Requiere de estudio y, sobre todo, de un minucioso control del chakra. No es algo que esté al alcance de cualquiera. Y yo no seré un tutor beneplácito ni compasivo. ¿Estás seguro de querer seguir adelante?
—S-sí. Sí, señor. Estoy dispuesto. No se lo habría pedido si no estuviera dispuesto a hacer los sacrificios necesarios.
«Sólo me basta con saber cómo combatirlos, pero tengo la sensación de que ahora me ha atrapado entre sus garras y que quiere enseñarme más...»
Cerró los ojos. Recordó la horrible sensación de sentir su chakra manipulado, en el laberinto. Recordó su combate con Ayame.
—Sí, definitivamente estoy seguro.
· · ·
—Nada, no creo que sea nada... —dijo Kiroe, con un deje de temblor en la voz. Clavó la mirada en Kori durante unos instantes—. Ayame. Cuida de mi Daruu, ¿vale?
Entonces, Kiroe sonrió maliciosamente, atacándola con sus ojos púrpuras. Era una sonrisa que decía muchas cosas. una sonrisa que señalaba. Una sonrisa que confesaba. Ayame no tenía ni tendría, en el futuro, idea de cómo lo había averiguado sin que nadie le dijese nada. Pero Kiroe había sido una excelente kunoichi. Sabía recoger información y transcribir mensajes. Y aquella sonrisa era un mensaje transcrito. Era una sonrisa que transcribía una frase.
"Lo sé todo".