27/09/2017, 18:29
(Última modificación: 27/09/2017, 19:28 por Uchiha Akame.
Razón: No me había restado la píldora de soldado XD
)
«¿Seguirá peleando?»
La muchacha yacía sobre el tatami, frente a él, apoyada en sus cuatro extremidades para no caer desfallecida. Akame la observaba con gesto insondable mientras ella intentaba ponerse en pie como podía; sin duda estaba muy débil. El Uchiha podría haber atacado en ese momento para poner fin al combate, pero algo le retenía... Quería comprobar si de verdad los amejin tenían esa garra, esas agallas que tipos como Kaido o Daruu exhibían con orgullo.
Sonrió para sus adentros al darse cuenta de que sí. De que Ayame todavía no pensaba rendirse, sino que iba a seguir agarrándose al combate como si le fuese la vida en ello. Como a un clavo ardiendo.
La muchacha hizo un movimiento con su diestra y sacó un kunai mientras caminaba torpemente en dirección al uzujin. Éste vio cómo su chakra fluía en dirección a su mano, y de ahí al acero que portaba; reconoció la técnica al instante. Kaido la había usado contra él en la ronda anterior. «¡Uchiha Akame no caerá dos veces en un truco tan simple!» De un salto ganó más distancia mientras desviaba la cabeza hacia abajo, buscando evitar el reflejo cegador de los rayos de Sol en el kunai de Ayame.
Cuando recuperó la postura, vió como ella le lanzaba el cuchillo. Akame se llevó la mano diestra a la empuñadura de su ninjatō mientras que su siniestra formó el sello del Carnero. La hoja silbó al ser desenvainada justo en el momento en que Ayame juntaba ambas manos para formular el sello de la Serpiente y entonaba, evidentemente agotada, lo que podría ser su última técnica. El sello explosivo detonó con violencia, pero... Akame había desaparecido un momento antes.
Gracias a sus buenos reflejos, la de Ame podría verle pasar junto a ella, con la espada desenvainada y su filosa hoja lamiéndole un costado.
Para los observadores menos instruidos, Akame simplemente reaparecería junto al flanco izquierdo de la muchacha, con el ninjatō desenvainado y en posición horizontal.
—Admiro tu determinación —susurró a la amejin, de forma que sólo ellos dos pudieran enterarse—. Pero esto se acabó.
La muchacha yacía sobre el tatami, frente a él, apoyada en sus cuatro extremidades para no caer desfallecida. Akame la observaba con gesto insondable mientras ella intentaba ponerse en pie como podía; sin duda estaba muy débil. El Uchiha podría haber atacado en ese momento para poner fin al combate, pero algo le retenía... Quería comprobar si de verdad los amejin tenían esa garra, esas agallas que tipos como Kaido o Daruu exhibían con orgullo.
Sonrió para sus adentros al darse cuenta de que sí. De que Ayame todavía no pensaba rendirse, sino que iba a seguir agarrándose al combate como si le fuese la vida en ello. Como a un clavo ardiendo.
La muchacha hizo un movimiento con su diestra y sacó un kunai mientras caminaba torpemente en dirección al uzujin. Éste vio cómo su chakra fluía en dirección a su mano, y de ahí al acero que portaba; reconoció la técnica al instante. Kaido la había usado contra él en la ronda anterior. «¡Uchiha Akame no caerá dos veces en un truco tan simple!» De un salto ganó más distancia mientras desviaba la cabeza hacia abajo, buscando evitar el reflejo cegador de los rayos de Sol en el kunai de Ayame.
Cuando recuperó la postura, vió como ella le lanzaba el cuchillo. Akame se llevó la mano diestra a la empuñadura de su ninjatō mientras que su siniestra formó el sello del Carnero. La hoja silbó al ser desenvainada justo en el momento en que Ayame juntaba ambas manos para formular el sello de la Serpiente y entonaba, evidentemente agotada, lo que podría ser su última técnica. El sello explosivo detonó con violencia, pero... Akame había desaparecido un momento antes.
Gracias a sus buenos reflejos, la de Ame podría verle pasar junto a ella, con la espada desenvainada y su filosa hoja lamiéndole un costado.
Para los observadores menos instruidos, Akame simplemente reaparecería junto al flanco izquierdo de la muchacha, con el ninjatō desenvainado y en posición horizontal.
—Admiro tu determinación —susurró a la amejin, de forma que sólo ellos dos pudieran enterarse—. Pero esto se acabó.