27/09/2017, 19:03
(Última modificación: 27/09/2017, 19:10 por Aotsuki Ayame.)
Pero falló.
Akame saltó hacia atrás. Nuevamente debió prever lo que se le venía encima y agachó la cabeza para evitar resultar cegado. Y cuando Ayame lanzó su kunai, el Uchiha se llevó una mano a la empuñadura de su espada. El sello que llevaba pegado en el mango emitió un potente destello antes de estallar, y la explosión liberó una nube de humo...
A través de la cual surgió la figura del Uchiha a toda velocidad hacia ella. Un gemido escapó de sus labios cuando sintió el frío del acero deslizarse en su costado. Pero el metal no llegó a saborear la sangre, sino agua. Porque un Hōzuki no sangraba. Ayame cayó al suelo de rodillas entre sonoros resuellos, incapaz de volverse a levantar. Y, por el rabillo del ojo, vio la hoja de la espada apuntándola.
—Admiro tu determinación —le susurró. Las primeras y últimas palabras de su oponente en el encuentro—. Pero esto se acabó.
Los ojos de Ayame se empañaron.
Un golpe...
—No... puedo... rendirme... —respondió ella, de forma entrecortada, y las lágrimas rodaron por sus mejillas con impotencia. Sus manos, temblorosas, se entrelazaron frente a su pecho—. Lo... prometí... Le... Prometí... ¡ganar...!
Y, con la última palabra, cuatro agujas surgieron de su espalda y de su costado herido y deshecho, en un desesperado intento por alcanzar al Uchiha.
Akame saltó hacia atrás. Nuevamente debió prever lo que se le venía encima y agachó la cabeza para evitar resultar cegado. Y cuando Ayame lanzó su kunai, el Uchiha se llevó una mano a la empuñadura de su espada. El sello que llevaba pegado en el mango emitió un potente destello antes de estallar, y la explosión liberó una nube de humo...
A través de la cual surgió la figura del Uchiha a toda velocidad hacia ella. Un gemido escapó de sus labios cuando sintió el frío del acero deslizarse en su costado. Pero el metal no llegó a saborear la sangre, sino agua. Porque un Hōzuki no sangraba. Ayame cayó al suelo de rodillas entre sonoros resuellos, incapaz de volverse a levantar. Y, por el rabillo del ojo, vio la hoja de la espada apuntándola.
—Admiro tu determinación —le susurró. Las primeras y últimas palabras de su oponente en el encuentro—. Pero esto se acabó.
Los ojos de Ayame se empañaron.
Un golpe...
—No... puedo... rendirme... —respondió ella, de forma entrecortada, y las lágrimas rodaron por sus mejillas con impotencia. Sus manos, temblorosas, se entrelazaron frente a su pecho—. Lo... prometí... Le... Prometí... ¡ganar...!
Y, con la última palabra, cuatro agujas surgieron de su espalda y de su costado herido y deshecho, en un desesperado intento por alcanzar al Uchiha.