27/09/2017, 22:29
PATUMB.
El carruaje pegó un saltito al pasar por encima de un bache, y Daruu dio un respingo, sobresaltado. Se golpeó la cabeza contra la madera, y, agachándose y gimoteando, se acarició la cocorota con fastidio. Chasqueó la lengua.
Daruu abrió la ventana y se levantó. Se asomó fuera, donde los edificios de Sendoushi y la lejana silueta de Nishinoya cada vez se hacían más y más pequeños. Abandonaban los Dojos del Combatiente. El muchacho sonrió, lleno de gozo, y se dijo a sí mismo que la experiencia había estado bien. Había conocido mucha gente, re-conocido a otra, había entrenado mucho y se había llevado muy buenas experiencias. Su mente le llevó al chocolate caliente que compartió con Ayame nada más llegar, al encuentro con Kirin junto a Daigo y a su posterior combate contra el boxeador, a su pequeña aventura con Yota, el chico de Kusagakure, al fatal encuentro con un Yeti que al final resultó sólo querer una pizza, junto a Kaido; al combate que le llevó a la eliminación, contra Datsue, e inevitablemente se posó sobre la sobria y astuta figura de Uchiha Akame, el bendecido por Amaterasu.
Formó una mueca triste y se dio la vuelta. Ayame había estado decaída desde su pelea contra Akame. La muchacha lo había tenido muy difícil contra él, y el Uchiha había mostrado gala de una gran habilidad. Al verlo allí, luchando contra su pareja, no pudo evitar reconocer que si su pequeña pelea en el puente hubiera seguido su curso natural, él también habría perdido. Por eso no pudo evitar pensar en Zetsuo y en las duras pruebas que le esperaban en Amegakure. Por una parte, lo estaba deseando, y por otra, la figura aguileña del hombre le causaba auténtico terror, sobretodo después de que le hubiera descubierto la relación que mantenía con su hija. Daruu lo miró un momento, y cuando se cruzó con su mirada turquesa apartó la mirada, azorado, con cara de circunstancias.
Volvió a sentarse, y dio un par de saltitos para ponerse más cerca de Ayame. Aunque no le estaba mirando, sabía que Zetsuo no le quitaría ojo de encima. Así que era mejor no pasarse con las muestras de cariño. Daruu le dio un par de toquecitos en el hombro.
Hablar de la final del Torneo de los Dojos sólo sería empeorar las cosas. Cualquiera que conociese lo suficiente a Ayame lo sabría. Decidió hablar de otras cosas para distraerla.
—¿Oye, sabes qué? —dijo Daruu—. Creo que ese jinbei verde me quedaba muy bien, ¿tú que opinas?
»Me parece que le voy a dar unos retoques a mi uniforme. Voy a comprarme unos guantes y botas verde mar oscuro, y a cambiar también el color del motivo de mi chaqueta y de la camiseta de manga corta que llevo debajo.
—Hijo, ¿qué más da?
—Pues no da lo mismo, jo, mamá. Hay que tener una imagen personal.
Zetsuo resopló y apartó la mirada. Estaba seguro que estaba pensando algo así como "estos niños malcriados de hoy en día". No le dio mayor importancia. Ese era tu Zetsuo de todos los días.
—Y me voy a retocar el tatuaje... Voy a pedir que me lo pinten verde también.
—¿Y si luego te arrepientes?
—Bah, yo creo que hay muy pocas probabilidades de que eso suceda.
—Ya veremos...
El carruaje pegó un saltito al pasar por encima de un bache, y Daruu dio un respingo, sobresaltado. Se golpeó la cabeza contra la madera, y, agachándose y gimoteando, se acarició la cocorota con fastidio. Chasqueó la lengua.
Daruu abrió la ventana y se levantó. Se asomó fuera, donde los edificios de Sendoushi y la lejana silueta de Nishinoya cada vez se hacían más y más pequeños. Abandonaban los Dojos del Combatiente. El muchacho sonrió, lleno de gozo, y se dijo a sí mismo que la experiencia había estado bien. Había conocido mucha gente, re-conocido a otra, había entrenado mucho y se había llevado muy buenas experiencias. Su mente le llevó al chocolate caliente que compartió con Ayame nada más llegar, al encuentro con Kirin junto a Daigo y a su posterior combate contra el boxeador, a su pequeña aventura con Yota, el chico de Kusagakure, al fatal encuentro con un Yeti que al final resultó sólo querer una pizza, junto a Kaido; al combate que le llevó a la eliminación, contra Datsue, e inevitablemente se posó sobre la sobria y astuta figura de Uchiha Akame, el bendecido por Amaterasu.
Formó una mueca triste y se dio la vuelta. Ayame había estado decaída desde su pelea contra Akame. La muchacha lo había tenido muy difícil contra él, y el Uchiha había mostrado gala de una gran habilidad. Al verlo allí, luchando contra su pareja, no pudo evitar reconocer que si su pequeña pelea en el puente hubiera seguido su curso natural, él también habría perdido. Por eso no pudo evitar pensar en Zetsuo y en las duras pruebas que le esperaban en Amegakure. Por una parte, lo estaba deseando, y por otra, la figura aguileña del hombre le causaba auténtico terror, sobretodo después de que le hubiera descubierto la relación que mantenía con su hija. Daruu lo miró un momento, y cuando se cruzó con su mirada turquesa apartó la mirada, azorado, con cara de circunstancias.
Volvió a sentarse, y dio un par de saltitos para ponerse más cerca de Ayame. Aunque no le estaba mirando, sabía que Zetsuo no le quitaría ojo de encima. Así que era mejor no pasarse con las muestras de cariño. Daruu le dio un par de toquecitos en el hombro.
Hablar de la final del Torneo de los Dojos sólo sería empeorar las cosas. Cualquiera que conociese lo suficiente a Ayame lo sabría. Decidió hablar de otras cosas para distraerla.
—¿Oye, sabes qué? —dijo Daruu—. Creo que ese jinbei verde me quedaba muy bien, ¿tú que opinas?
»Me parece que le voy a dar unos retoques a mi uniforme. Voy a comprarme unos guantes y botas verde mar oscuro, y a cambiar también el color del motivo de mi chaqueta y de la camiseta de manga corta que llevo debajo.
—Hijo, ¿qué más da?
—Pues no da lo mismo, jo, mamá. Hay que tener una imagen personal.
Zetsuo resopló y apartó la mirada. Estaba seguro que estaba pensando algo así como "estos niños malcriados de hoy en día". No le dio mayor importancia. Ese era tu Zetsuo de todos los días.
—Y me voy a retocar el tatuaje... Voy a pedir que me lo pinten verde también.
—¿Y si luego te arrepientes?
—Bah, yo creo que hay muy pocas probabilidades de que eso suceda.
—Ya veremos...