28/09/2017, 09:59
(Última modificación: 28/09/2017, 10:05 por Aotsuki Ayame.)
—S-sí. Sí, señor. Estoy dispuesto. No se lo habría pedido si no estuviera dispuesto a hacer los sacrificios necesarios —balbuceó Daruu, temblando de los pies a la cabeza como un chiquillo. Sin embargo, en un momento dado el Hyūga cerró los ojos durante unos segundos. Y cuando los volvió a abrir, sus iris destilaban una determinación férrea—. Sí, definitivamente estoy seguro.
«Esa mirada me gusta más.» Asintió Zetsuo para sí. Pero también se preguntaba si el muchacho sería capaz de soportar sus métodos de entrenamiento. Ayame se quebraba fácilmente, pero podía llegar a ser terriblemente terca si se lo proponía. ¿Cómo sería aquel muchacho?
—Bien. Empezaremos después del torneo, en Amegakure. Aquí no tenemos el tiempo ni los medios adecuados para hacerlo —sentenció, con un asentimiento—. Así que tienes tiempo para pensártelo... o arrepentirte —añadió, en una clara provocación.
—Nada, no creo que sea nada... —contestó Kiroe, y a Ayame le pareció apreciar un ligero tinte de temblor en su voz. La mujer clavó su mirada en Kōri durante unos instantes, y entonces añadió—: Ayame. Cuida de mi Daruu, ¿vale?
Ayame se sobresaltó, paralizada por la mirada de aquellos extraños y hermosos ojos púrpura que ahora la acuchillaban sin piedad. Kiroe sonreía, pero no era una sonrisa alegre, sino una sonrisa acusadora. Una sonrisa que la estaban señalando directamente. Y entonces se dio cuenta de que, de alguna manera, Kiroe lo sabía todo sobre su relación con Daruu. ¿Se lo habría dicho él? Una gota de sudor frío se deslizó por su sien, y con el rostro rojo como un tomate, se forzó a apartar la mirada y enfocarla en el plato de comida como si fuera de repente lo más interesante del mundo.
—Y... y... yo...
—No pasa nada, Ayame —intervino su hermano de repente, y, muerta de miedo, Ayame se atrevió a alzar sus ojos hacia él. ¿También él lo sabía? ¿Tan inútiles eran escondiendo información? Pero Kōri seguía tan imperturbable como siempre. De verdad era imposible saber con seguridad si realmente pensaba algo bueno o algo malo de aquello—. Cálmate.
Ayame respiró hondo y hundió los hombros, pero el corazón seguía martilleando en su cabeza. Escuchó entonces algo, y al alzar la cabeza comprobó que su padre y Daruu regresaban juntos.
Sin decir una sola palabra, el hombre volvió a sentarse en su sitio y siguió disfrutando de la comida. Pero antes de llevarse el primer bocado a la boca dirigió una larga mirada a Ayame que la atravesó de parte a parte.
«P... ¿Pero qué les pasa a todos hoy...? Me asustan...» Pensó Ayame, agachando de inmediato la cabeza.
«Esa mirada me gusta más.» Asintió Zetsuo para sí. Pero también se preguntaba si el muchacho sería capaz de soportar sus métodos de entrenamiento. Ayame se quebraba fácilmente, pero podía llegar a ser terriblemente terca si se lo proponía. ¿Cómo sería aquel muchacho?
—Bien. Empezaremos después del torneo, en Amegakure. Aquí no tenemos el tiempo ni los medios adecuados para hacerlo —sentenció, con un asentimiento—. Así que tienes tiempo para pensártelo... o arrepentirte —añadió, en una clara provocación.
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—Nada, no creo que sea nada... —contestó Kiroe, y a Ayame le pareció apreciar un ligero tinte de temblor en su voz. La mujer clavó su mirada en Kōri durante unos instantes, y entonces añadió—: Ayame. Cuida de mi Daruu, ¿vale?
Ayame se sobresaltó, paralizada por la mirada de aquellos extraños y hermosos ojos púrpura que ahora la acuchillaban sin piedad. Kiroe sonreía, pero no era una sonrisa alegre, sino una sonrisa acusadora. Una sonrisa que la estaban señalando directamente. Y entonces se dio cuenta de que, de alguna manera, Kiroe lo sabía todo sobre su relación con Daruu. ¿Se lo habría dicho él? Una gota de sudor frío se deslizó por su sien, y con el rostro rojo como un tomate, se forzó a apartar la mirada y enfocarla en el plato de comida como si fuera de repente lo más interesante del mundo.
—Y... y... yo...
—No pasa nada, Ayame —intervino su hermano de repente, y, muerta de miedo, Ayame se atrevió a alzar sus ojos hacia él. ¿También él lo sabía? ¿Tan inútiles eran escondiendo información? Pero Kōri seguía tan imperturbable como siempre. De verdad era imposible saber con seguridad si realmente pensaba algo bueno o algo malo de aquello—. Cálmate.
Ayame respiró hondo y hundió los hombros, pero el corazón seguía martilleando en su cabeza. Escuchó entonces algo, y al alzar la cabeza comprobó que su padre y Daruu regresaban juntos.
Sin decir una sola palabra, el hombre volvió a sentarse en su sitio y siguió disfrutando de la comida. Pero antes de llevarse el primer bocado a la boca dirigió una larga mirada a Ayame que la atravesó de parte a parte.
«P... ¿Pero qué les pasa a todos hoy...? Me asustan...» Pensó Ayame, agachando de inmediato la cabeza.