28/09/2017, 11:43
Daruu se había retirado, consciente de que no estaba de humor para hablar. Y en los escasos segundos de paz que encontró, Ayame respiró el aroma del bosque a través del aire que entraba por la ventana abierta y que removía sus cabellos, peinándolos con suavidad. Olía a pino, a tierra humedecida, a campo, a naturaleza...
—¿Sabes? Voy a entrenar Genjutsu con Zetsuo-san, Ayame —insistió su compañero entonces, y las palabras cayeron sobre ella como una pesada losa de piedra—. Así no volverás a volver a atacarme con ellos así. Me esforzaré para ser el más fuerte de Ame.
Incrédula, apartó al fin la mirada de la ventana y la dirigió primero a Daruu y después a su padre.
—¿Esto va en serio? ¿Zetsuo? —preguntó Kiroe, reproduciendo la pregunta que circulaba por la mente de Ayame.
Y la respuesta fue un golpe aún más contundente.
—Sí.
Ayame jadeó, mareada. Tragó saliva y apretó sendos puños sobre las rodillas. Sintió los músculos restallar de dolor, pero entonces no le importó. Enrabiada, clavó sus ojos en su padre, inconsciente de que su hermano, más allá, los observaba en silencio.
—¿Por... qué...? —preguntó, y su voz sonó ronca y áspera después de varios días sin usarla.
¿Ya se había dado por vencido con ella? ¿Ya la había dejado como un caso imposible? ¿Esa era la imagen que tenía su padre de ella? ¿Simplemente la había apartado a un lado y había tomado un nuevo pupilo? ¿Por qué la había abandonado de aquella manera? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
—¿Sabes? Voy a entrenar Genjutsu con Zetsuo-san, Ayame —insistió su compañero entonces, y las palabras cayeron sobre ella como una pesada losa de piedra—. Así no volverás a volver a atacarme con ellos así. Me esforzaré para ser el más fuerte de Ame.
Incrédula, apartó al fin la mirada de la ventana y la dirigió primero a Daruu y después a su padre.
—¿Esto va en serio? ¿Zetsuo? —preguntó Kiroe, reproduciendo la pregunta que circulaba por la mente de Ayame.
Y la respuesta fue un golpe aún más contundente.
—Sí.
Ayame jadeó, mareada. Tragó saliva y apretó sendos puños sobre las rodillas. Sintió los músculos restallar de dolor, pero entonces no le importó. Enrabiada, clavó sus ojos en su padre, inconsciente de que su hermano, más allá, los observaba en silencio.
—¿Por... qué...? —preguntó, y su voz sonó ronca y áspera después de varios días sin usarla.
¿Ya se había dado por vencido con ella? ¿Ya la había dejado como un caso imposible? ¿Esa era la imagen que tenía su padre de ella? ¿Simplemente la había apartado a un lado y había tomado un nuevo pupilo? ¿Por qué la había abandonado de aquella manera? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!