29/09/2017, 00:57
El Uchiha no tardó demasiado en cambiarse, ni siquiera hacía falta que ella entrase aunque lo hizo de todas formas y al poco de hacerlo, tuvo que salir, con rumbo desconocido. «¿Seré la única que no se paseó por ahí? »se preguntó al escuchar que el chico conocía un buen puesto de ramen mientras que ella… Con suerte si sabía dónde comprar lo básico.
Se dejó guiar por el contrario e incluso, si él se lo permitía, se aferraría a uno de los brazos con ambas manos ignorando completamente lo que pudiera llegar a provocarle al aplastarle sus pechos contra la extremidad ya mencionada. No buscaba afectarle, provocarle ni nada similar, lo había hecho por capricho e ignorando que aquellas masas de carne podían provocar cierta excitación sexual en los demás.
El lugar al que llegaron era bastante simple, a decir verdad, un puesto que parecía el típico carro ambulante postrado justo delante de una buena cantidad de mesas con sombrillas. «¿Cómo era? ¿Nunca juzgues un libro por su portada? »se dijo a sí misma a pesar de que en su rostro solo se veía alegría.
El shinobi fue el primero en ordenar, una mujer bastante joven era la que estaba al otro lado del mostrador y ni bien anotó lo que Akame pidió, miró a la rubia que con una sonrisa en el rostro respondió.
—Yo quisiera un hakata ramen, por favor.
Justo después de dar su orden, la kunoichi recordó un pequeñísimo detalle que seguramente sería importante, al menos para cierto alguien con quien hacía muy poco se había reconciliado.
—Este... Akame —dijo girando lentamente su cabeza hasta establecer contacto directo con el contrario—. Hay algo de lo que tengo que hablarte, importante según cómo lo mires —prosiguió la rubia.
Iba a hablarle del pedido de Datsue, pero si se negaba rotundamente tampoco insistiría porque tampoco apreciaba tanto a aquel shinobi.
Se dejó guiar por el contrario e incluso, si él se lo permitía, se aferraría a uno de los brazos con ambas manos ignorando completamente lo que pudiera llegar a provocarle al aplastarle sus pechos contra la extremidad ya mencionada. No buscaba afectarle, provocarle ni nada similar, lo había hecho por capricho e ignorando que aquellas masas de carne podían provocar cierta excitación sexual en los demás.
El lugar al que llegaron era bastante simple, a decir verdad, un puesto que parecía el típico carro ambulante postrado justo delante de una buena cantidad de mesas con sombrillas. «¿Cómo era? ¿Nunca juzgues un libro por su portada? »se dijo a sí misma a pesar de que en su rostro solo se veía alegría.
El shinobi fue el primero en ordenar, una mujer bastante joven era la que estaba al otro lado del mostrador y ni bien anotó lo que Akame pidió, miró a la rubia que con una sonrisa en el rostro respondió.
—Yo quisiera un hakata ramen, por favor.
Justo después de dar su orden, la kunoichi recordó un pequeñísimo detalle que seguramente sería importante, al menos para cierto alguien con quien hacía muy poco se había reconciliado.
—Este... Akame —dijo girando lentamente su cabeza hasta establecer contacto directo con el contrario—. Hay algo de lo que tengo que hablarte, importante según cómo lo mires —prosiguió la rubia.
Iba a hablarle del pedido de Datsue, pero si se negaba rotundamente tampoco insistiría porque tampoco apreciaba tanto a aquel shinobi.