29/09/2017, 10:53
Cuando los platos quedaron vacíos, el pobre camarero volvió a acercarse a la mesa con su característica libretita y bolígrafo en ristre. Seguía temblando como un flan, y sus ojos, nerviosos, no se detenían ni un solo instante sobre ninguno de los comensales.
—¿Q... quieren p-postre?
Kōri fue el primero en responder.
—Sí. Quiero tarta de vainilla, por favor.
—Yo también, me apetece —le acompañó Daruu.
—Lo siento, pero... Sólo nos queda una, de modo que... —objetó el camarero, con ojos aterrados de quien siente la guillotina sobre la nuca.
Como si de un duelo de western de tratase, Kōri le lanzó una larga mirada a Daruu, y sus ojos gélidos se entrecerraron momentáneamente. Ganó en el momento en el que su rival tragó saliva y se encogió en el sitio.
—Evidentemente, entonces es para mi.
«Y a ver quién es el valiente que le lleva la contraria.» Pensó Ayame, son una sonrisa nerviosa.
—Entonces tomaré un trozo de pastel de fresa —concedió un vencido Daruu.
—¡Yo de chocolate! —exclamó Ayame, balanceando los pies debajo de la mesa.
—Yo no quiero postre —dijo Zetsuo, cruzado de brazos—. Ponme un café solo y sin azúcar.
Ayame volvió a torcer el gesto en una profunda mueca de asco.
Y, tras apuntar el pedido de Kiroe, el camarero se alejó corriendo como un cervatillo asustado.
—¿Q... quieren p-postre?
Kōri fue el primero en responder.
—Sí. Quiero tarta de vainilla, por favor.
—Yo también, me apetece —le acompañó Daruu.
—Lo siento, pero... Sólo nos queda una, de modo que... —objetó el camarero, con ojos aterrados de quien siente la guillotina sobre la nuca.
Como si de un duelo de western de tratase, Kōri le lanzó una larga mirada a Daruu, y sus ojos gélidos se entrecerraron momentáneamente. Ganó en el momento en el que su rival tragó saliva y se encogió en el sitio.
—Evidentemente, entonces es para mi.
«Y a ver quién es el valiente que le lleva la contraria.» Pensó Ayame, son una sonrisa nerviosa.
—Entonces tomaré un trozo de pastel de fresa —concedió un vencido Daruu.
—¡Yo de chocolate! —exclamó Ayame, balanceando los pies debajo de la mesa.
—Yo no quiero postre —dijo Zetsuo, cruzado de brazos—. Ponme un café solo y sin azúcar.
Ayame volvió a torcer el gesto en una profunda mueca de asco.
Y, tras apuntar el pedido de Kiroe, el camarero se alejó corriendo como un cervatillo asustado.