29/09/2017, 11:36
(Última modificación: 29/09/2017, 11:36 por Aotsuki Ayame.)
Daruu hacía cosas raras. Parecía estar sumido en sus propios pensamientos, pero gesticulaba, negaba con la cabeza, y luego apretaba el puño frente al rostro. Ayame ladeó ligeramente la cabeza, preguntándose si su compañero se había vuelto loco de repente.
—Daruu, cariño, ¿estás bien? —preguntó Kiroe, y Daruu se sobresaltó. Pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo, porque se puso rojo como un tomate y se quedó tieso como una estaca.
Ayame se tuvo que tapar la boca para ocultar una risilla.
El camarero regresó al cabo de unos pocos minutos con los postres y el café para Zetsuo. Kōri no tardó en enfrascarse con su propia tarta de vainilla, degustándola de forma lenta y pausada pero din duda disfrutando del momento. Mientras tanto, Ayame se lanzó al ataque con la suya.
—Ese chico de Kusagakure casi te da una buena tunda, ¿eh? —le comentó Kiroe a su hijo en algún momento, captando toda la atención de Ayame—. Aunque no habría imaginado en mi vida que llegarías a aprender a utilizar el Juuken sin tener nadie que te lo enseñe. ¡Mi pequeño es un genio!
—Sí que me lo enseñó alguien —objetó Daruu.
—¿Eh? ¿Quién? —repuso Kiroe, con un brillo de curiosidad en sus ojos púrpuras.
—Ahora no, mamá. Te lo explico a solas.
«Ahora me va a dejar con la intriga...» Pensaba Ayame, con la cuchara entre los labios.
—Bueno, vale... De todas formas, esa técnica que utilizaste para atarlo, ¿esa también te la ha enseñado alguien?
Daruu los miró a todos y, cohibido, se agachó ligeramente.
—No. Esa no.
¿Una técnica de inmovilización? Sonaba verdaderamente interesante. Afortunadamente, ella era una Hōzuki. Y el agua no se puede inmovilizar.
—Sin embargo, Ayame, tú te confiaste mucho con esa kunoichi de Kusagakure —intervino de repente su padre, y por poco se tragó la cuchara del susto. Se apresuró a quitársela de la boca—. Le diste demasiadas oportunidades para rendirse, ¿qué hubiera pasado si te hubiese atacado en el último momento aprovechando ese momento de compasión?
—Lo tenía todo controlado... —murmuró ella, con el rostro rojo como un tomate—. No me parecía correcto atacarla en un momento de debilidad así...
—¿Y si la situación se hubiese descontrolado? ¿Y si te hubiese alcanzado con sus cuchillas o con esas técnicas de lava? ¡Somos ninja no bailarines! ¡No se trata de ser correctos!
Ayame desvió la mirada, pero no respondió. De todas maneras, ¿qué más le daba? Él quería llevársela de vuelta a Amegakure. Para él habría sido mejor que cayera en la primera ronda...
—Daruu, cariño, ¿estás bien? —preguntó Kiroe, y Daruu se sobresaltó. Pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo, porque se puso rojo como un tomate y se quedó tieso como una estaca.
Ayame se tuvo que tapar la boca para ocultar una risilla.
El camarero regresó al cabo de unos pocos minutos con los postres y el café para Zetsuo. Kōri no tardó en enfrascarse con su propia tarta de vainilla, degustándola de forma lenta y pausada pero din duda disfrutando del momento. Mientras tanto, Ayame se lanzó al ataque con la suya.
—Ese chico de Kusagakure casi te da una buena tunda, ¿eh? —le comentó Kiroe a su hijo en algún momento, captando toda la atención de Ayame—. Aunque no habría imaginado en mi vida que llegarías a aprender a utilizar el Juuken sin tener nadie que te lo enseñe. ¡Mi pequeño es un genio!
—Sí que me lo enseñó alguien —objetó Daruu.
—¿Eh? ¿Quién? —repuso Kiroe, con un brillo de curiosidad en sus ojos púrpuras.
—Ahora no, mamá. Te lo explico a solas.
«Ahora me va a dejar con la intriga...» Pensaba Ayame, con la cuchara entre los labios.
—Bueno, vale... De todas formas, esa técnica que utilizaste para atarlo, ¿esa también te la ha enseñado alguien?
Daruu los miró a todos y, cohibido, se agachó ligeramente.
—No. Esa no.
¿Una técnica de inmovilización? Sonaba verdaderamente interesante. Afortunadamente, ella era una Hōzuki. Y el agua no se puede inmovilizar.
—Sin embargo, Ayame, tú te confiaste mucho con esa kunoichi de Kusagakure —intervino de repente su padre, y por poco se tragó la cuchara del susto. Se apresuró a quitársela de la boca—. Le diste demasiadas oportunidades para rendirse, ¿qué hubiera pasado si te hubiese atacado en el último momento aprovechando ese momento de compasión?
—Lo tenía todo controlado... —murmuró ella, con el rostro rojo como un tomate—. No me parecía correcto atacarla en un momento de debilidad así...
—¿Y si la situación se hubiese descontrolado? ¿Y si te hubiese alcanzado con sus cuchillas o con esas técnicas de lava? ¡Somos ninja no bailarines! ¡No se trata de ser correctos!
Ayame desvió la mirada, pero no respondió. De todas maneras, ¿qué más le daba? Él quería llevársela de vuelta a Amegakure. Para él habría sido mejor que cayera en la primera ronda...