29/09/2017, 13:02
—¿Seguro? —respondió Daruu, dándole un golpecito en el hombro—. Lloraré muy fuerte y haré muchos pucheros. Así me aprovecharé de tu vacilación.
—Entonces te conocerán como el llorón de Amegakure —replicó ella con una carcajada.
Ya en la salida del hotel, Ayame se volvió hacia los adultos. Era hora de decir adiós de nuevo, pues no era conveniente que los familiares se vieran demasiado con los participantes del torneo, y aquello le causó una profunda tristeza. No llevaban mucho tiempo separados, pero aunque le costara admitirlo, les echaba mucho de menos.
—Ayame —la llamó su padre.
Sobresaltada, Ayame se volvió hacia él. La estaba mirando con un extraño brillo en sus ojos aguamarina.
—Esfuérzate en el próximo combate —le dijo, tras varios segundos de silencio. Junto a él, Kōri asintió.
Y Ayame, sintió una extraña emoción en el pecho.
—Ganaré —murmuró, con un hilo de voz—. Me esforzaré y ganaré el torneo. ¡Os lo prometo!
Ay, si supiera lo que el destino le tenía guardado...
Con una última despedida, los dos muchachos retomaron su camino hacia Nishinoya. Y, ya alejados de ojos indiscretos, Ayame se armó de valor y entrelazó su mano con la de Daruu.
—Entonces te conocerán como el llorón de Amegakure —replicó ella con una carcajada.
Ya en la salida del hotel, Ayame se volvió hacia los adultos. Era hora de decir adiós de nuevo, pues no era conveniente que los familiares se vieran demasiado con los participantes del torneo, y aquello le causó una profunda tristeza. No llevaban mucho tiempo separados, pero aunque le costara admitirlo, les echaba mucho de menos.
—Ayame —la llamó su padre.
Sobresaltada, Ayame se volvió hacia él. La estaba mirando con un extraño brillo en sus ojos aguamarina.
—Esfuérzate en el próximo combate —le dijo, tras varios segundos de silencio. Junto a él, Kōri asintió.
Y Ayame, sintió una extraña emoción en el pecho.
—Ganaré —murmuró, con un hilo de voz—. Me esforzaré y ganaré el torneo. ¡Os lo prometo!
Ay, si supiera lo que el destino le tenía guardado...
Con una última despedida, los dos muchachos retomaron su camino hacia Nishinoya. Y, ya alejados de ojos indiscretos, Ayame se armó de valor y entrelazó su mano con la de Daruu.