30/09/2017, 17:15
Su táctica inicial había funcionado, o al menos parcialmente. Uno de sus guardias podría haber estado ahora sin cabeza de no ser por aquel sello oculto en tan oportuna flecha, que terminó encendiéndole las fauces en una severa explosión que le rompió un par de dientes de piedra y le obligó a recular parcialmente en su intención de matar a aquel hombre indefenso que tenía entre sus manos, y sin embargo...
Cuando Kaido creía que allí había conseguido la clave para la victoria, aquella bestia primitiva dejó caer su enorme cuerpo por sobre el suelo y terminó mimetizándose con él, a tal punto de sumergirse dentro de la tierra como si del agua se tratase, navegando en su interior mientras hacía uso de una de las características principales del rey del océano: el sigilo.
Sigilo porque nadie podía saber en dónde estaba, a pesar de que sus movimientos bajo las placas tectónicas de la piscina hacían que se generase un poderoso temblor.
Pero para el escualo fue imposible discernir hacia dónde se dirigía, y también le fue imposible evitar lo inevitable. El tiburón blanco le apareció de frente a una velocidad envidiable a la que sus ojos no podían seguir. Ahí admitió que, de buenas a primeras, tendría que acomodarse como mejor pudiera para recibir aquel golpe sin que le fuera fatal para el combate, así que invocó al poder de su sangre y dejó que su cuerpo se convirtiera en lo que eran él y todos los Hozuki, en agua. La más pura agua bañó el cuerpo de la Estatua con humanidad al haber impactado al tiburón, y apenas ésta pasase de largo, Kaido formaría de nuevo su cuerpo y le tomaría la espalda a su oponente.
Quien además, recibiría dos kunai directo a la espalda. Uno en la nuca, y otro al costado de su costilla.
Luego dejó que la inercia le llevara finalmente a su plano más elemental, y esa era la piscina.
Pero su cuerpo debilitado por lo que parecía haber sido el toque de la muerte no le permitió caer bien en el agua. El chakra en sus pies cedió un par de veces, y ante su debil intento de sobreponerse, los dos guardias que le acompañaban tomaron el frente a ambos costados de la piscina con sus armas preparadas para la acción. Kaido finalmente se recompuso, y observó a la enorme estatua desde la distancia, con sus manos ya envueltas en el subterfugio que escondía su próxima acción.
«Mierda, es jodidamente rápido. Y esa extraña habilidad... tengo que contrarrestarla. Sino, estamos más muertos que los Kage que salvaron a éste jodido mundo de bestias peores que ésta»
Cuando Kaido creía que allí había conseguido la clave para la victoria, aquella bestia primitiva dejó caer su enorme cuerpo por sobre el suelo y terminó mimetizándose con él, a tal punto de sumergirse dentro de la tierra como si del agua se tratase, navegando en su interior mientras hacía uso de una de las características principales del rey del océano: el sigilo.
Sigilo porque nadie podía saber en dónde estaba, a pesar de que sus movimientos bajo las placas tectónicas de la piscina hacían que se generase un poderoso temblor.
Pero para el escualo fue imposible discernir hacia dónde se dirigía, y también le fue imposible evitar lo inevitable. El tiburón blanco le apareció de frente a una velocidad envidiable a la que sus ojos no podían seguir. Ahí admitió que, de buenas a primeras, tendría que acomodarse como mejor pudiera para recibir aquel golpe sin que le fuera fatal para el combate, así que invocó al poder de su sangre y dejó que su cuerpo se convirtiera en lo que eran él y todos los Hozuki, en agua. La más pura agua bañó el cuerpo de la Estatua con humanidad al haber impactado al tiburón, y apenas ésta pasase de largo, Kaido formaría de nuevo su cuerpo y le tomaría la espalda a su oponente.
Quien además, recibiría dos kunai directo a la espalda. Uno en la nuca, y otro al costado de su costilla.
Luego dejó que la inercia le llevara finalmente a su plano más elemental, y esa era la piscina.
Pero su cuerpo debilitado por lo que parecía haber sido el toque de la muerte no le permitió caer bien en el agua. El chakra en sus pies cedió un par de veces, y ante su debil intento de sobreponerse, los dos guardias que le acompañaban tomaron el frente a ambos costados de la piscina con sus armas preparadas para la acción. Kaido finalmente se recompuso, y observó a la enorme estatua desde la distancia, con sus manos ya envueltas en el subterfugio que escondía su próxima acción.
«Mierda, es jodidamente rápido. Y esa extraña habilidad... tengo que contrarrestarla. Sino, estamos más muertos que los Kage que salvaron a éste jodido mundo de bestias peores que ésta»