30/09/2017, 21:12
Sentado en una de aquellas enormes plataformas, que se erguían imponentes por sobre amplio lago de Amegakure; yacía Umikiba Kaido, con los pies colgándole desde una de las orillas, meciéndose de un lado a otro como si amenazase con lanzarse hasta el vacío en cualquier momento. Su rostro lucía afligido y meditabundo, y su cabeza probablemente estaba en otro lado: últimamente estaba teniendo muchas cosas en las qué pensar.
«Claro, como si esa mujer fuese a aceptarte, ¿verdad? ¡Sí, claro, ven aquí Umikiba Kaido, te entrenaré y te haré el shinobi más fuerte de todo Oonindo! claro, sí. Idiota, lo más probable es que Yui-sama te pegue dos buenas patadas en el culo y te mande a volar a casa, o como la llegues a molestarla de verdad, te degrade a estudiante de academia, o algo así. Pero bueno, me lo merezco. Es lo que tiene no haber ganado ese puto torneo de mierda»
Ese día en particular hacía mucho viento, más del que generalmente azotaba las áreas circundantes a la aldea oculta. Soplaba fuerte, tanto que el lago yacía levemente enfurecido, y su melena color aguamarina se mecía con él como si danzasen al ritmo de un melodioso waltz.
«O también puedo buscarlos a ellos. Es decir, ¿qué más puedo perder? si de todas formas soy sólo una herramienta más, aunque no lo haya querido admitir. ¿Y si acepto mi lugar, y dejo que me conviertan en una verdadera bestia?»
—No la tienes fácil, Kaido, para nada fácil —escupió, al aire, y se tumbó sobre la plataforma; dejando que la lluvia le empapara el rostro.
«Claro, como si esa mujer fuese a aceptarte, ¿verdad? ¡Sí, claro, ven aquí Umikiba Kaido, te entrenaré y te haré el shinobi más fuerte de todo Oonindo! claro, sí. Idiota, lo más probable es que Yui-sama te pegue dos buenas patadas en el culo y te mande a volar a casa, o como la llegues a molestarla de verdad, te degrade a estudiante de academia, o algo así. Pero bueno, me lo merezco. Es lo que tiene no haber ganado ese puto torneo de mierda»
Ese día en particular hacía mucho viento, más del que generalmente azotaba las áreas circundantes a la aldea oculta. Soplaba fuerte, tanto que el lago yacía levemente enfurecido, y su melena color aguamarina se mecía con él como si danzasen al ritmo de un melodioso waltz.
«O también puedo buscarlos a ellos. Es decir, ¿qué más puedo perder? si de todas formas soy sólo una herramienta más, aunque no lo haya querido admitir. ¿Y si acepto mi lugar, y dejo que me conviertan en una verdadera bestia?»
—No la tienes fácil, Kaido, para nada fácil —escupió, al aire, y se tumbó sobre la plataforma; dejando que la lluvia le empapara el rostro.
