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Sentado en una de aquellas enormes plataformas, que se erguían imponentes por sobre amplio lago de Amegakure; yacía Umikiba Kaido, con los pies colgándole desde una de las orillas, meciéndose de un lado a otro como si amenazase con lanzarse hasta el vacío en cualquier momento. Su rostro lucía afligido y meditabundo, y su cabeza probablemente estaba en otro lado: últimamente estaba teniendo muchas cosas en las qué pensar.
«Claro, como si esa mujer fuese a aceptarte, ¿verdad? ¡Sí, claro, ven aquí Umikiba Kaido, te entrenaré y te haré el shinobi más fuerte de todo Oonindo! claro, sí. Idiota, lo más probable es que Yui-sama te pegue dos buenas patadas en el culo y te mande a volar a casa, o como la llegues a molestarla de verdad, te degrade a estudiante de academia, o algo así. Pero bueno, me lo merezco. Es lo que tiene no haber ganado ese puto torneo de mierda»
Ese día en particular hacía mucho viento, más del que generalmente azotaba las áreas circundantes a la aldea oculta. Soplaba fuerte, tanto que el lago yacía levemente enfurecido, y su melena color aguamarina se mecía con él como si danzasen al ritmo de un melodioso waltz.
«O también puedo buscarlos a ellos. Es decir, ¿qué más puedo perder? si de todas formas soy sólo una herramienta más, aunque no lo haya querido admitir. ¿Y si acepto mi lugar, y dejo que me conviertan en una verdadera bestia?»
—No la tienes fácil, Kaido, para nada fácil —escupió, al aire, y se tumbó sobre la plataforma; dejando que la lluvia le empapara el rostro.
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Con un libro en la mano derecha y un paraguas en la izquierda, paseaba tranquilamente por las calles de Amegakure en busca de nada. Por algún motivo, me gustaba leer mientras caminaba, bajo el apasionante sonido de la lluvia. Y aunque mojarme me gustaba casi más, no podía permitir que el libro se deñara.
Al principio hacía bastante buen tiempo. Vale, no hacía sol, ni el cielo estaba despejado, ni soplaba una brisa cálida de verano. Pero para alguien del país de la tormenta, donde llovía día sí y día también, un día con una lluvia flojilla y sin apenas viento o relámpagos era un buen día.
De cualquier modo, mi alegría no duro mucho. Como si alguien le hubiera hecho algo muy malo al dios de la tormenta, el clima enfureció. El viento comenzó a soplar con más fuerza que antes. No tuve más remedio que cerrar el libro de golpe y guardarlo en… Me di cuenta muy tarde que no había ningún lugar en mi ropa para guardarlo.
Me di cuenta tarde porque, con mi pobre fuerza enfrentada a la del dios de la tormenta, el paraguas que sostenía salió volando en dirección a las afueras de la ciudad.
—Mierda…
Corrí tras mi paraguas. No es que no tuviera dinero para comprarme otro, pero ese era MI paraguas. Si, lo confieso, tenía el logo de los Ameranger, y me había costado muchísimo juntar los códigos de barras de las cajas de cereales que pedían para poder conseguirlo. Así que corrí como nunca había corrido hasta toparme con el borde de la aldea.
El paraguas no paró. Siguió su curso como un shuriken bien lanzado. No me detuve en el borde. Acumule chacra en mis pies y corrí por encima del agua. Tenía práctica con eso. Lo había empezado a hacer mucho antes que mis compañeros de clase y eso me había dado un par de años más de practica que al resto.
Ya me había olvidado del libro. A la porra, ese libro podía volver a conseguirlo, pero aquel paraguas era una edición limitada.
Entonces, de golpe, el viento dejo de soplar tan fuerte, y el paraguas cayó sobre una de las plataformas. Mejor dicho, cayó sobre alguien que estaba tumbado sobre una de las plataformas. Corrí en su auxilio, el del paraguas claro.
—¿Estas bien? —Dije mientras extendía la mano hacia el paraguas, aunque no quedó claro si le preguntaba al objeto o la persona a la que le había caído encima…
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De pronto, aquel viento huracanado le trajo un par de sorpresas. Primero, un paraguas que se meció por encima de los nudos de viento y le hizo algo de sombra. Cuando la ventisca cesara, el mismo caería directamente a su costado, obligándolo a moverse para que el mango no terminara partiéndole uno de sus tan preciados dientes de cierra. Luego, la voz de una persona, probablemente dueña de aquel objeto volador. Kaido volteó el rostro, le miró con cierta extrañeza y sintió de pronto una enorme familiaridad. Como si le conociese de algún lado, pero a la vez no.
El gyojin se levantó despejándose la somnolencia y se pasó la mano por el rostro, tratando de secarse un poco los vestigios de agua que le corrían por la frente.
—¿Quién? ¿el paraguas, o yo?
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—¿Quién? ¿el paraguas, o yo?
—Obviamente tú, claro, los paraguas no pueden hablar. — Le dije amablemente al tipo al que aun ni había mirado.
Pero obviamente le preguntaba a mi paraguas de edición extra limitada de los AmeRangers. Quien quiera que fuese el dueño de la voz al que le estaba respondiendo no me interesaba en lo más mínimo. No al menos de momento, hasta que me asegurara que mi paraguas estuviera perfecto.
—No sabes lo que me alegro de que estés bien, me hubiera sentido realmente mal si te llega a pasar algo.
Otra vez, era difícil discernir a quien de los dos le hablaba. Lo estaba haciendo con el paraguas claro, pero mi intención era que pareciese que me estaba disculpando con aquella voz.
Una vez terminé de comprobar que mi amado utensilio para cubrirme de la lluvia estaba en perfecto estado, lo cerré. Ya me daba igual el libro, lo había perdido hacía rato, tal vez incluso se había hundido en el fondo del mar. Comida para peces.
Y hablando de peces, me fije por fin en la otra persona que se encontraba sobre la plataforma. No pude ocultar mi cara de sorpresa, pese a que había oído rumores de un hombre tiburón, jamás en mi corta vida me había cruzado con él. No hasta aquel día.
—¿Qué eres? —Pregunté. No con desdén, no en tono de burla, tampoco con miedo. Era curiosidad. Curiosidad científica. Mi yo que quería aprender y aprender salió a la superficie para observarlo de arriba abajo.
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Kaido tendría que admitir que aquella ocasión sería una de las presentaciones más extrañas que habría tenido nunca, desde luego. Lo cierto es que no lograba entender si el tipo realmente se refería a él como persona, o es que su latente preocupación iba referida al puto paraguas. Y es que algo había escuchado el escualo acerca de gente que por soledad terminaba enamorándose de algún objeto inanimado. Incluso hubo una mujer en el Distrito comercial que terminó casándose con su nevera, y le juró amor eterno hasta que la muerte —o alguna falla eléctrica, en todo caso— les separase.
—¿Qué eres?
El gyojin frunció el ceño, como cosa rara.
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿quieres que te meta ese paraguas en el culo o qué? —espetó, tan grosero como creyó necesario. Y es que generalmente al Hozuki no le molestaba que increpasen su imagen, si hasta aprovechaba esas ocasiones para contar su historia fantasiosa favorita: la de su madre y su amor pasional con algún tritón legendario de las tierras del país del Agua. Pero esa vez, su paciencia parecía haber estado agotado. De hecho, su tanque venía vacío incluso desde su viaje de retorno desde el Valle de los Dojos.
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—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿quieres que te meta ese paraguas en el culo o qué?
Vaya… el hombre pez, o lo que quiera que fuera, estaba de mal humor. De bastante mal humor. Si yo poseía algún tipo de característica especial a parte de mi memoria, era mi capacidad para entrometerme en cualquier situación como si fuera uno más. Con humanos solía funcionar, pero aquel chico, bueno… no me atrevía a decir que fuese humano.
—Yo… Lo siento, solo era curiosidad… —Intente hablarle los amable y empáticamente posible no tenía ningunas ganas de pelear. Ningunas. —Mira, no quería molestarte, solo quería recuperar mi paraguas, lo siento, ya me marcho…
Empecé a caminar de espaldas. No quería quitarle el ojo de encima hasta que le tuviera bien lejos. ¿Y si se le cruzaba un cable e intentaba atacarme? O lo que es peor, ¿Y si quería morderme el culo? No tenía ningunas ganas de salir herido de allí, yo solo quería mi súper paraguas. Nada más. Y ya lo había recuperado. Ahora tocaba salir de allí. Como una especie de misión de entrar a recoger algo, y luego salir de la base. Pero con mas peligro.
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—Yo… Lo siento, solo era curiosidad... mira, no quería molestarte, solo quería recuperar mi paraguas, lo siento ya me marcho…
Cuando éste se dio vuelta, Kaido no pudo hacer más que voltear los ojos y ponerlos blancos. Se sobó la frente mostrándose aturdido y negó un par de veces antes de volver a abrir la boca.
—Joder tío, no me seas tan sensible. ¿O es que es la primera vez que te han dicho una barbaridad así? ¡vamos! que eres un jodido ninja de Amegakure. Ni aunque nos amenacen con meternos diez paraguas en el culo deberíamos intimidarnos, tenlo en cuenta la próxima vez.
»Ven, siéntate, chaval. Hablemos un poco.
Luego le haría una mueca con el rostro y daría un giro entero para poner su azulado trasero, de nuevo; en la esquina de la plataforma. Dejando que sus pies se balanceasen por fuera de la misma, a unos cuantos metros del agua. Esperó a que el de cabellos azabache hiciera lo propio, e intervino de nuevo.
—En fin, mi nombre es Kaido. Umikiba Kaido. Y sobre tu pregunta de antes, pues no sé, tío; puede que sea muchas cosas. Un humano mitad tritón sería lo más sensato de decir, aunque no te puedo asegurar que tal afirmación sea del todo cierta. Si quieres puedes ir a preguntárselo a mi madre, eh, pero mucha suerte tratando de conseguirla.
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—Joder tío, no me seas tan sensible. ¿O es que es la primera vez que te han dicho una barbaridad así? ¡vamos! que eres un jodido ninja de Amegakure. Ni aunque nos amenacen con meternos diez paraguas en el culo deberíamos intimidarnos, tenlo en cuenta la próxima vez.
»Ven, siéntate, chaval. Hablemos un poco.
Plan B: Resultado satisfactorio. Si mostrabas un poco de amabilidad, siempre solía funcionar. Te disculpas, aunque no hayas hecho nada, y ya pareces el bueno de la peli.
“Lo siento señor, yo no quería matar a su hijo, es que resulta que…”
“Oh no, no te preocupes chico, sé que fue un accidente…”
Vale, tal vez eso era exagerar, pero el maldito cuervo aquel me había pegado un poco la telebasura. Por eso se me iba un poco a veces la olla. No es que yo quisiera matar a nadie, no al menos de momento.
—La verdad es que no tengo ganas de pelear ahora mismo ¿Sabes? Se defenderme y esas cosas, pero creo que es mejor si podemos ser amigos, ¿no?
Me senté al lado del chico pez. La verdad es que su forma de expresarse había quitado un poco al miedo que tenía mi culo de ser mordido. Bueno, también había parte de curiosidad científica. Quizás mis ganas de saber de dónde procedía ese ser humanoide eran mayores que mi temor a ser devorado.
—En fin, mi nombre es Kaido. Umikiba Kaido. Y sobre tu pregunta de antes, pues no sé, tío; puede que sea muchas cosas. Un humano mitad tritón sería lo más sensato de decir, aunque no te puedo asegurar que tal afirmación sea del todo cierta. Si quieres puedes ir a preguntárselo a mi madre, eh, pero mucha suerte tratando de conseguirla.
—Encantado, Umikiba-san, mi nombre es Karasukage Reiji —Antes de mis preguntas, había que presentarse. —¿tu madre es medio pez tambien?¿o ella y tu padre son de especies distintas y tu… ya sabes, saliste mitad y mitad? Yo no estoy muy a favor de la zoofilia, pero… cada cual puede mantener relaciones con quién quiera vaya… ¿le has mordido el culo alguna vez a alguien?¿vives bajo el mar?¿puedes respirar arriba y abajo del agua?
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Karasukage, Reiji.
Reiji...
Claro, eso era. Le recordaba mucho al Reiji que una vez conoció, aunque no eran la misma persona. Éste no lucía como un fenómeno, aunque quizás podrían estar relacionados. De todas formas, tendría que preguntárselo después, teniendo en cuenta el buen puñado de interrogantes que dejó el Karasukage en el aire como víctima de su propia curiosidad.
—Ya veo que no sabes captar bien las ironías, ¿eh? —dijo, tras un bufido—. en fin, no preguntes tanto, que ni yo sé con certeza el por qué de mi extraña genética. Tampoco conozco a ningún familiar directo, así que entenderá que no he podido sacarme la duda con ellos, y tampoco es que me importe demasiado. ¿Que si he mordido culos? pues todavía no, pero sí un par de yugulares.
Entonces le miró, serio; aunque con una apenas visible curvatura en su labio.
—Si sigues preguntando tonterías, la tuya podría ser la tercera —espetó, mostrándole sus filosos dientes. Relucientes, que desde ahí tan cerca lucían como un centenar de pequeñas sierras desgarradoras de carne.
—¿Y tú de dónde has salido? pareces tener mi edad, pero no te graduaste en mi promoción. En la de la generación de oro, ya sabes; de los que fuimos al torneo.
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—Ya veo que no sabes captar bien las ironías, ¿eh? —dijo, tras un bufido—. en fin, no preguntes tanto, que ni yo sé con certeza el por qué de mi extraña genética. Tampoco conozco a ningún familiar directo, así que entenderá que no he podido sacarme la duda con ellos, y tampoco es que me importe demasiado. ¿Que si he mordido culos? pues todavía no, pero sí un par de yugulares.
—Si sigues preguntando tonterías, la tuya podría ser la tercera
La verdad es que aquel chico era un ser interesante. A veces parecía simpático, otras parecía de mal humor. Vale, tal vez la culpa era un poquito mía, por ir preguntando demasiado. De todos modos, no podía controlar mis ansias por conocer más y más y más y más de él. Pero solo porque era especial.
—Perdona, perdona, a veces me dejo llevar por mi yo curioso. Es difícil controlarle, aunque lo estoy intentando pareces alguien increíble, por eso quería saber más de ti.
Tal vez los halagos funcionaran con el peliazul. Tal vez… Aunque como parecía un poco bipolar… igual no le gustaba que le dijeran que el molaba. Aun así, había que echar huevos al asunto.
—¿Y tú de dónde has salido? pareces tener mi edad, pero no te graduaste en mi promoción. En la de la generación de oro, ya sabes; de los que fuimos al torneo.
—Yo me gradué cuando tenía solo diez años
Yo sabía que era diferente, que era especial, pero nunca me había avergonzado de ello. De todos modos, tampoco era una información tan valiosa, seguro que mi expediente académico era fácil de encontrar.
—Pero tuve que viajar fuera por asuntos familiares durante un tiempo, así que no pude participar en el torneo del que hablas
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Entonces, después de hacerle un poco la pelota; Reiji dejó en el aire una verdad que se antojaba poco creíble teniendo en cuenta los estándares que tenía Amegakure a la hora de elegir a sus nuevos novatos. La Aldea de la lluvia era mundialmente reconocida por tener uno de los sistemas educativos más estrictos, aunque podían existir excepciones, desde luego. Kaido era una de de las pocas, quizás, teniendo en cuenta que se le permitió graduarse a pesar de no haberse adiestrado totalmente en la academia sino apenas unos meses antes del examen.
—¿y a quién le pagaste para que te dieran la bandana a esa edad, cuéntame? ¿o es que eres hijo de algún pariente de la familia feudal, o de algún alto mando?
Nivel: 17
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—¿y a quién le pagaste para que te dieran la bandana a esa edad, cuéntame? ¿o es que eres hijo de algún pariente de la familia feudal, o de algún alto mando?
La verdad es una cosa irrefutable. El chico con aspecto de pescado me lanzó aquellas preguntas como si fueran cuchillos, sin embargo me golpearon como las suaves plumas de un cuervo. No se puede cambiar la verdad, y aunque los demás no la crean, siempre estará ahí, como un objeto inamovible.
—Nací con una superdotación intelectual, mi cerebro se desarrolla mucho más rápido que el de los demás.
Yo era diferente en muchos aspectos al resto de la gente. Aun así, jamás me sentí acomplejado por ello. Tampoco es que me fascinara esa condición, simplemente me daba un poco igual. La verdad es que nunca le di ninguna importancia a la edad con la que me había graduado, al fin y al cabo la edad son solo números.
—Mientras que, los que por edad debían ser mis compañeros de clase, empezaban las nociones básicas sobre el chakra yo estaba caminando sobre el agua
Y en otros muchos aspectos, yo avanzaba más y más rápido. Y salir de la academia había sido como un freno. Es cierto, aprendí senjutsu, firme un pacto con los cuervos y me inicie en el noble y apasionante mundo del Genjutsu. Aun así, sentía que estaba avanzando más despacio de lo que debería.
—No es que avanzara cursos más rápido que el resto, me detectaron la superdotación a temprana edad, por lo que de forma extraordinaria, se me permitió acceder a la academia a una edad más temprana. Por otro lado… Antes has llamado a los que fuisteis al torneo Generación de oro, sin embargo, recuerdo haber leído que el oro se lo llevo Uzushiogakure ¿Me equivoco?
Nivel: 28
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Entonces, Reiji trató de explicar el por qué de su aparente graduación a tan temprana edad. Y es que según el joven genin, aquello no se debió a ninguna deuda o favor pagada por algún miembro de selección de la academia, o por algún ambicioso pago de su familia para que se le diera algún tipo de beneficio a la hora de probar los básicos conocimientos de un estudiante, sino que a según; se debía a su "superdotación".
Y bueno, Kaido tenía que admitir que, por tan sólo conocer tan intricada palabra, Reiji sí tenía que ser un poco más inteligente que el resto. Pero sólo un poco.
—No es que avanzara cursos más rápido que el resto, me detectaron la superdotación a temprana edad, por lo que de forma extraordinaria, se me permitió acceder a la academia a una edad más temprana. Por otro lado… Antes has llamado a los que fuisteis al torneo Generación de oro, sin embargo, recuerdo haber leído que el oro se lo llevo Uzushiogakure ¿Me equivoco?
Kaido sonrió. Y lo hizo, porque se sabía enteramente consciente de las intenciones de Reiji. Y es que no necesitaba ser extremadamente inteligente para percatarse de las constantes puyas y frases malsonadas dichas sólo para intentar herir su orgullo. Un orgullo, que para la mala suerte de Reiji, era tan inquebrantable como el diamante mismo.
Duro y difícil de roer, como roca caliza.
—Claro, porque tú hubieras podido patearle el culo a Uchiha Akame con tan sólo explicarle intrincadas y difíciles ecuaciones matemáticas, ¿verdad? ¡Oh, mira; el múltiplo de cuatro mil setecientos ochenta y cinco dividido entre diecisiete por la raíz cuadrada de la tangente de tu putísima madre! ¡muere!
Entonces, rió. Rió porque le hacía gracia imaginar a Reiji diciendo aquello en pleno combate, y también por imaginarse la cara de Akame. Todo le resultaba muy gracioso.
Y cuando se cansó de reír, habló desde su más pura sinceridad.
—En fin, compañero, que lo del torneo es otra liga. Cuando llegues ahí, hablaremos sobre ello, ¿te parece?
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—Claro, porque tú hubieras podido patearle el culo a Uchiha Akame con tan sólo explicarle intrincadas y difíciles ecuaciones matemáticas, ¿verdad? ¡Oh, mira; el múltiplo de cuatro mil setecientos ochenta y cinco dividido entre diecisiete por la raíz cuadrada de la tangente de tu putísima madre! ¡muere!
Era muy sencillo ligar una superdotación intelectual tan solo con el conocimiento que alguien podía adquirir. No ere cierto, por supuesto. Es verdad que alguien que nacía con mi peculiaridad era capaz de resolver difíciles ecuaciones o conocer la respuesta a muchas preguntas. Sin embargo, también tenía otras capacidades, pero claro, seguramente fuese difícil de entender para alguien con el cerebro de un pez. Solo por eso, pasé de explicárselo.
—Y eso lo dices porque, por supuesto, la fuerza física os fue de gran ayuda para ganarle ¿verdad?
La verdad: cortante como una espada, punzante como una lanza y contundente como un martillo. Seguro que aquello acallaba las risas del hombre pez. No tenía intención de hundirlo psicológicamente, pero si se reía de mí no iba a quedarme callado.
—En fin, compañero, que lo del torneo es otra liga. Cuando llegues ahí, hablaremos sobre ello, ¿te parece?
—Primero de academia, capitulo uno, pagina quince, segundo párrafo, tercera línea: Nunca subestimes a nadie, una inocente niña podría ser el disfraz perfecto de un poderoso y letal asesino
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—Primero de academia, capitulo uno, pagina quince, segundo párrafo, tercera línea: Nunca subestimes a nadie, una inocente niña podría ser el disfraz perfecto de un poderoso y letal asesino
Kaido se levantó de su asiento, irguiéndose por sobre la plataforma, y miró a Reiji desde lo alto. Esperó unos segundos, por si éste quería levantarse, y entonces habló.
—Yo no subestimo a nadie, colega. Sólo resalto lo que me parece obvio, pero vamos; si tan empeñado estas en hacerme cambiar de opinión, hagamos lo siguiente: un combate, tú y yo, para ver qué tan lejos te puede llevar esa superdotación tuya de la que has de estar muy orgulloso. ¿Qué dices?
Sonrió, y ladeó la cabeza esperando la respuesta de su interlocutor. Quizás esa era su forma de probarle, y saber qué tan buen shinobi era aquel muchacho, o si por el contrario; sólo era un bocón de lengua afilada que sabía escoger bien sus palabras, y nada más.
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