3/10/2017, 17:16
Despues de un periodo aceptable de tiempo la puerta se abrió y una sombra de Datsue se asomó por el marco de la puerta. No tenía su tipica sonrisa socarrona, esa mirada que parecía que te convencía solo con sus ojos ni su cuidada higiene personal. Su olor era tan fuerte que no me hacia falta ni olerlo para olerlo, se me metía por los poros de la piel.
—¿N-nabi-kun? Así que has vuelto, ¿eh? ¿Y de qué perro me hablas, tío?
— ¿Cómo que de qué perro te hablo? De éste. — le señalé a Stuffy que estaba sentado a una distancia razonable de la puerta, el cual cuando el tufo de Datsue le golpeó se levantó, se alejó un par de metros más y se volvió a sentar dejando la lengua libre.— Venga va, espabila, que te invito a un buen desayuno cargado de proteïnas y hablamos de la vida. De la tuya, porque la mía está en su sitio y la tuya parece estar en Mierdagakure.
Era impresionante que pudiese dormir a torso desnudo en pleno invierno. Que hombretón estaba hecho. Y yo con una camiseta puesta. Me sentí el debil de la pareja y luché con mi animal interior para arrancarmela ahí mismo y demostrarle quien era más macho. Pero por la cara que tenía, igual se asustaba de toda mi machicidad y se volvía a esconder.
Me acerqué un poco a él para bajar el tono.
— ¿Aún está abierto el restaurante que hacía buffets libres para desayunar? Ese que estaba aquí abajo. Porque tengo un hambre de comida de verdad de mil bijuus, digo, de mil demonios.
Algún día empezaría a pensar antes de hablar.
—¿N-nabi-kun? Así que has vuelto, ¿eh? ¿Y de qué perro me hablas, tío?
— ¿Cómo que de qué perro te hablo? De éste. — le señalé a Stuffy que estaba sentado a una distancia razonable de la puerta, el cual cuando el tufo de Datsue le golpeó se levantó, se alejó un par de metros más y se volvió a sentar dejando la lengua libre.— Venga va, espabila, que te invito a un buen desayuno cargado de proteïnas y hablamos de la vida. De la tuya, porque la mía está en su sitio y la tuya parece estar en Mierdagakure.
Era impresionante que pudiese dormir a torso desnudo en pleno invierno. Que hombretón estaba hecho. Y yo con una camiseta puesta. Me sentí el debil de la pareja y luché con mi animal interior para arrancarmela ahí mismo y demostrarle quien era más macho. Pero por la cara que tenía, igual se asustaba de toda mi machicidad y se volvía a esconder.
Me acerqué un poco a él para bajar el tono.
— ¿Aún está abierto el restaurante que hacía buffets libres para desayunar? Ese que estaba aquí abajo. Porque tengo un hambre de comida de verdad de mil bijuus, digo, de mil demonios.
Algún día empezaría a pensar antes de hablar.
—Nabi—