3/10/2017, 18:17
Akame oyó un estruendo repentino que retumbó en todo el campo de entrenamiento. Levantó la cabeza, confuso, y miró a su alrededor como un animal que oye el silbido de la flecha de un cazador pasar demasiado cerca suya. ¿Había sido una detonación? ¿Una pared derrumbándose? Se dio la vuelta y entonces lo entendió. Era Datsue, que le gritaba a cara descubierta mientras gesticulaba con ira. Akame lo miraba con gesto anonadado, como si no entiendese lo que estaba sucediendo. Cuando su compañero le señaló con un dedo acusador, él se lo quedó mirando como si fuese un apéndice extraño y sumamente interesante.
Luego subió la mirada hasta el rostro de Datsue, rojo de ira. Allí estaba, su Sharingan.
Pasados los primeros momentos de sorpresa, el Uchiha fue volviendo a la realidad conforme las palabras del gennin que tenía delante suyo iban cobrando más y más sentido en sus oídos. Datsue lo aceptaba todo, pero negaba haber ensuciado la memoria del difunto Haskoz. Akame sintió que una vena en su frente apretaba con fuerza contra la piel, como una víbora cautiva que quisiera salir a la luz. Pero en lugar de ello, el Uchiha dejó fluir la rabia por su boca.
—¿Y qué coño sabes tú de mi, eh? —le espetó, casi escupiendo las palabras—. ¿¡Qué sabes tú de mi!? ¿Qué verdad es esa? ¡Venga, estoy esperando! —añadió, burlón, a la vez que se cruzaba de brazos.
Akame miró a su compañero directamente a los ojos.
Luego subió la mirada hasta el rostro de Datsue, rojo de ira. Allí estaba, su Sharingan.
Pasados los primeros momentos de sorpresa, el Uchiha fue volviendo a la realidad conforme las palabras del gennin que tenía delante suyo iban cobrando más y más sentido en sus oídos. Datsue lo aceptaba todo, pero negaba haber ensuciado la memoria del difunto Haskoz. Akame sintió que una vena en su frente apretaba con fuerza contra la piel, como una víbora cautiva que quisiera salir a la luz. Pero en lugar de ello, el Uchiha dejó fluir la rabia por su boca.
—¿Y qué coño sabes tú de mi, eh? —le espetó, casi escupiendo las palabras—. ¿¡Qué sabes tú de mi!? ¿Qué verdad es esa? ¡Venga, estoy esperando! —añadió, burlón, a la vez que se cruzaba de brazos.
Akame miró a su compañero directamente a los ojos.