5/10/2017, 16:34
(Última modificación: 5/10/2017, 19:55 por Uchiha Akame.)
«¿¡Pero qué coj...!?»
El Uchiha notó cómo el chakra de Datsue se expandía por su cuerpo a una velocidad brutal, paralizándole por completo. Sus manos, a pocos centímetros de juntarse, se quedaron totalmente petrificadas; Akame trató de empujar con todas sus fuerzas, pero era inútil. Sentía como si fuese una marioneta a la que le habían cortado los hilos.
Su oponente se levantó, llevándose una mano al portaobjetos. «Mierda, mierda, mierda...» Akame acumuló todo su chakra en torno al punto de su espalda del que parecían provenir aquellas fórmulas de sellado que le retenían. «No puedes retenerme, ¡no puedes retenerme! ¡YO SOY MÁS PODEROSO!» Datsue lanzó una esfera a algún punto de su espalda al tiempo que él liberaba una potente descarga de chakra y su mano derecha se encogía para formar el sello del Carnero.
La explosión fue brutal, de una potencia tan inmensa que sorprendió al joven gennin. ¿Cómo demonios había logrado Datsue hacerse con semejante armamento? El campo de entrenamiento estaba especialmente diseñado para soportar bombas y sellos explosivos de bajo nivel, e incluso técnicas de Ninjutsu de poca potencia... Pero aquello era totalmente distinto. Allí donde había detonado la bomba quedaba ahora un pequeño cráter humeante de unos cuatro o cinco metros de radio. En el borde exterior a Datsue, una mochila destrozada...
—¡Fuda! ¡Kassei-ka!
Como una réplica a menor escala de aquella bomba de clase A que Datsue había arrojado a su compañero, su propio brazo explotaría con una violencia —si bien menor— nada desdeñable. Akame se había intercambiado por su mochila —junto al banco, en el flanco derecho de su oponente— y había hecho estallar el sello sin dudarlo un instante.
El Uchiha notó cómo el chakra de Datsue se expandía por su cuerpo a una velocidad brutal, paralizándole por completo. Sus manos, a pocos centímetros de juntarse, se quedaron totalmente petrificadas; Akame trató de empujar con todas sus fuerzas, pero era inútil. Sentía como si fuese una marioneta a la que le habían cortado los hilos.
Su oponente se levantó, llevándose una mano al portaobjetos. «Mierda, mierda, mierda...» Akame acumuló todo su chakra en torno al punto de su espalda del que parecían provenir aquellas fórmulas de sellado que le retenían. «No puedes retenerme, ¡no puedes retenerme! ¡YO SOY MÁS PODEROSO!» Datsue lanzó una esfera a algún punto de su espalda al tiempo que él liberaba una potente descarga de chakra y su mano derecha se encogía para formar el sello del Carnero.
La explosión fue brutal, de una potencia tan inmensa que sorprendió al joven gennin. ¿Cómo demonios había logrado Datsue hacerse con semejante armamento? El campo de entrenamiento estaba especialmente diseñado para soportar bombas y sellos explosivos de bajo nivel, e incluso técnicas de Ninjutsu de poca potencia... Pero aquello era totalmente distinto. Allí donde había detonado la bomba quedaba ahora un pequeño cráter humeante de unos cuatro o cinco metros de radio. En el borde exterior a Datsue, una mochila destrozada...
—¡Fuda! ¡Kassei-ka!
Como una réplica a menor escala de aquella bomba de clase A que Datsue había arrojado a su compañero, su propio brazo explotaría con una violencia —si bien menor— nada desdeñable. Akame se había intercambiado por su mochila —junto al banco, en el flanco derecho de su oponente— y había hecho estallar el sello sin dudarlo un instante.