8/10/2017, 15:09
—¡Datsue-san! ¡No hace falta que grites! Con llamar en tono normal ya valía.
Datsue hinchó los carrillos y frunció el ceño, como un crío cuando le reprenden.
—Fallo mío… —luego bajó la voz—. Aunque tampoco hacía falta que me gritases, en tono normal valía —replicó, con el tono de un niño pequeño y orgulloso que refunfuña a su madre cuando esta le riñe, en voz baja para que no sonase a provocación, pero lo suficientemente alta para que le oyese.
Fue entonces cuando Akame le agarró del brazo, arrancándole un quejido.
—¡Ay, quita! —exclamó, apartándole la mano de un manotazo. Le había apresado justo del brazo vendado, allí donde le había hecho estallar un sello explosivo días atrás. Las vendas le cubrían desde la muñeca hasta el codo, y pese a que los médicos habían hecho un gran trabajo, todavía tenía que cambiarse las vendas a diario y ponerle ungüentos.
Luego, ya más calmado, llegaría la decepción. El tabernero les mostró el menú del día, y el Uchiha descubriría, sorprendido, que allí no había nada de provecho. ¿Dónde estaba el marisco? ¿El fugu? ¿El caviar? ¡Ni siquiera había un buen solomillo, con su salsa de nata y champiñones! ¿De qué servía que invitasen a uno si no había nada caro que pedir?
Cuando regresó a la mesa, sentándose en la silla, tras remarcar al tabernero que era muy alérgico al huevo y pedirle una ración de sopa con verduras, resopló. Dejó que su cuerpo se deslizase hacia abajo, haciendo que solo la parte alta de su espalda se respaldase sobre la silla, en una postura cansada, pero impropia de un shinobi recto y disciplinado. Dos cualidades que el Uchiha nunca había tenido.
—Me arden los pies de tanta caminata —se quejó, a nadie en concreto.
Datsue hinchó los carrillos y frunció el ceño, como un crío cuando le reprenden.
—Fallo mío… —luego bajó la voz—. Aunque tampoco hacía falta que me gritases, en tono normal valía —replicó, con el tono de un niño pequeño y orgulloso que refunfuña a su madre cuando esta le riñe, en voz baja para que no sonase a provocación, pero lo suficientemente alta para que le oyese.
Fue entonces cuando Akame le agarró del brazo, arrancándole un quejido.
—¡Ay, quita! —exclamó, apartándole la mano de un manotazo. Le había apresado justo del brazo vendado, allí donde le había hecho estallar un sello explosivo días atrás. Las vendas le cubrían desde la muñeca hasta el codo, y pese a que los médicos habían hecho un gran trabajo, todavía tenía que cambiarse las vendas a diario y ponerle ungüentos.
Luego, ya más calmado, llegaría la decepción. El tabernero les mostró el menú del día, y el Uchiha descubriría, sorprendido, que allí no había nada de provecho. ¿Dónde estaba el marisco? ¿El fugu? ¿El caviar? ¡Ni siquiera había un buen solomillo, con su salsa de nata y champiñones! ¿De qué servía que invitasen a uno si no había nada caro que pedir?
Cuando regresó a la mesa, sentándose en la silla, tras remarcar al tabernero que era muy alérgico al huevo y pedirle una ración de sopa con verduras, resopló. Dejó que su cuerpo se deslizase hacia abajo, haciendo que solo la parte alta de su espalda se respaldase sobre la silla, en una postura cansada, pero impropia de un shinobi recto y disciplinado. Dos cualidades que el Uchiha nunca había tenido.
—Me arden los pies de tanta caminata —se quejó, a nadie en concreto.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado