8/10/2017, 18:39
(Última modificación: 8/10/2017, 18:42 por Umikiba Kaido.)
Los dientes de acero que con tanto esmero había disparado hacia la espalda maciza de la estatua infractora no había bastado para detener su paso asesino, pues ésta aterrizó y apenas pudo retiró los kunai de su cuerpo como si se tratase de apenas un par de espinas de cactus. No emitió quejido alguno ni se mostró adolorido, tan sólo arrebató los filos de su piedra y dispuso su mirada nuevamente hacia sus víctimas: el tiburón, y sus dos acompañantes.
Pero cuando éstos se veían dispuestos a cubrir al tiburón mientras éste recuperaba la compostura, la bestia de piedra volvió a hacer uso de aquella táctica de caza y dejó que sus cimientos se sumergieran en el suelo como si de agua se tratase. Entonces nadó, nadó por la piedra y emergió ahí en donde debía estar el soldado de la naginata, quien probablemente no habría podido reaccionar a su repentina aparición.
Pero el Tiburón gris no era consciente, quizás, que sus paseos por la tierra no eran de todo silenciosos. No, sus expediciones subterráneas movían las capas de aquellos cimientos y de alguna forma podían advertir hacia dónde se iba a dirigir, al menos esa vez. Porque el agua de la piscina se había inclinado ligeramente en leves oleajes hasta la izquierda, a lo que el escualo respondió con una improvisada táctica. Y es que cuando su enemigo saliera a coger al soldado, éste tendría que pisar sí o sí una masa acuosa y gelatinosa que ya yacía prevista en el suelo. Una técnica de suiton que el propio Kaido usó apenas verlo sumergirse, esperando haber elegido el lado correcto. Estaba claro que si se había sumergido en el suelo, es que iba a ir a por alguno de los dos soldados y no así a por él.
La piedra con humanidad tendría que haberse visto detenida por el mizuame, y a voz y comando de Kaido, otra nueva riada potente y certera acariciaría de nuevo el rostro de su enemigo. Un mizurappa acompañado de una ráfaga rápida de 4 flechas, y una estocada directa en el pecho con la naginata.
Era ahora, o nunca.
Pero cuando éstos se veían dispuestos a cubrir al tiburón mientras éste recuperaba la compostura, la bestia de piedra volvió a hacer uso de aquella táctica de caza y dejó que sus cimientos se sumergieran en el suelo como si de agua se tratase. Entonces nadó, nadó por la piedra y emergió ahí en donde debía estar el soldado de la naginata, quien probablemente no habría podido reaccionar a su repentina aparición.
Pero el Tiburón gris no era consciente, quizás, que sus paseos por la tierra no eran de todo silenciosos. No, sus expediciones subterráneas movían las capas de aquellos cimientos y de alguna forma podían advertir hacia dónde se iba a dirigir, al menos esa vez. Porque el agua de la piscina se había inclinado ligeramente en leves oleajes hasta la izquierda, a lo que el escualo respondió con una improvisada táctica. Y es que cuando su enemigo saliera a coger al soldado, éste tendría que pisar sí o sí una masa acuosa y gelatinosa que ya yacía prevista en el suelo. Una técnica de suiton que el propio Kaido usó apenas verlo sumergirse, esperando haber elegido el lado correcto. Estaba claro que si se había sumergido en el suelo, es que iba a ir a por alguno de los dos soldados y no así a por él.
La piedra con humanidad tendría que haberse visto detenida por el mizuame, y a voz y comando de Kaido, otra nueva riada potente y certera acariciaría de nuevo el rostro de su enemigo. Un mizurappa acompañado de una ráfaga rápida de 4 flechas, y una estocada directa en el pecho con la naginata.
Era ahora, o nunca.