8/10/2017, 20:53
(Última modificación: 8/10/2017, 20:53 por Uchiha Akame.)
El tiburón de agua se tragó a Datsue, destrozando su cuerpo y golpeándolo con violencia contra el suelo del campo de batalla. Akame esbozó una sonrisa de suficiencia, pero aquel sentimiento de victoria no le duró mucho. Apenas le bastó un instante para darse cuenta de que su oponente había ejecutado un Kawarimi antes de ser alcanzado por el Suiton, y había aparecido con un "puf" justo donde antes estaba su mochila. Al borde del cráter creado por la bomba de clase A que Datsue le había lanzado anteriormente.
«Eres un imbécil, Uchiha Akame».
Había sido descuidado. Había sido arrogante. Había sido estúpido.
Había dado por vencido a su oponente cuando éste todavía era capaz de moverse y pelear. Había subestimado a Datsue, y eso le enfurecía; no por el hecho de haberse descuidado, sino porque su rival le acababa de demostrar que era mucho más docto en el arte de la lucha de lo que él había querido pensar. «Nunca más».
Sus manos se entrelazaron en el sello del Tigre mientras Datsue hacía sus propios preparativos. «Sunshin y Kawarimi... Tiene que estar agotado. Tengo que presionar ahora, atosigarle, hacer que se canse», reflexionó Akame. Conforme en su cabeza se iba trazando el plan de batalla, todo lo demás dejaba de cobrar importancia. Ahora lo veía claro; había estado peleando con el corazón, en lugar de la cabeza. «Nunca más», se repitió de nuevo.
De las cenizas que sopló con sus labios se formó un clon idéntico a él. El Haijinbunshin echó a correr hacia Datsue, concretamente formando una parábola en dirección a su flanco izquierdo. Mientras, el verdadero Akame hacía lo mismo por el flanco derecho. Mientras corría hacia el Uchiha, Akame le lanzó tres estrellas metálicas que tomó de su portaobjetos. Entre lanzamiento y lanzamiento había apenas un segundo de margen, el suficiente para que Datsue pudiera esquivarlo pero también para que tuviese que hacerlo si no quería recibir el siguiente shuriken.
El objetivo de aquella ofensiva no era solo que Datsue tuviese que mantenerse en movimiento, sino también que tuviera que centrarse en su flanco derecho, dejando desatendido el izquierdo.
«Eres un imbécil, Uchiha Akame».
Había sido descuidado. Había sido arrogante. Había sido estúpido.
Había dado por vencido a su oponente cuando éste todavía era capaz de moverse y pelear. Había subestimado a Datsue, y eso le enfurecía; no por el hecho de haberse descuidado, sino porque su rival le acababa de demostrar que era mucho más docto en el arte de la lucha de lo que él había querido pensar. «Nunca más».
Sus manos se entrelazaron en el sello del Tigre mientras Datsue hacía sus propios preparativos. «Sunshin y Kawarimi... Tiene que estar agotado. Tengo que presionar ahora, atosigarle, hacer que se canse», reflexionó Akame. Conforme en su cabeza se iba trazando el plan de batalla, todo lo demás dejaba de cobrar importancia. Ahora lo veía claro; había estado peleando con el corazón, en lugar de la cabeza. «Nunca más», se repitió de nuevo.
De las cenizas que sopló con sus labios se formó un clon idéntico a él. El Haijinbunshin echó a correr hacia Datsue, concretamente formando una parábola en dirección a su flanco izquierdo. Mientras, el verdadero Akame hacía lo mismo por el flanco derecho. Mientras corría hacia el Uchiha, Akame le lanzó tres estrellas metálicas que tomó de su portaobjetos. Entre lanzamiento y lanzamiento había apenas un segundo de margen, el suficiente para que Datsue pudiera esquivarlo pero también para que tuviese que hacerlo si no quería recibir el siguiente shuriken.
El objetivo de aquella ofensiva no era solo que Datsue tuviese que mantenerse en movimiento, sino también que tuviera que centrarse en su flanco derecho, dejando desatendido el izquierdo.