9/10/2017, 16:32
Y cuando Datsue despertó, Akame todavía estaba allí.
Solo que en lugar de yacer inconsciente, con los ojos entreabiertos sin chispa de vida alguna, la espalda sangrante y el cuerpo retorcido como un muñeco de trapo, reposaba boca arriba sobre la cama contigua. Una bata blanca de paciente —idéntica a la que llevaba el propio Datsue—, una vía en la mano y los ojos bien abiertos, fijos en el techo.
—Me enganchaste bien.
Akame habló con voz ronca, sin apartar la mirada del techo —como si allí hubiese algo sumamente interesante—, al darse cuenta de que su compañero de Aldea había despertado.
—¿Crees que nos expulsarán de la Aldea?
Solo que en lugar de yacer inconsciente, con los ojos entreabiertos sin chispa de vida alguna, la espalda sangrante y el cuerpo retorcido como un muñeco de trapo, reposaba boca arriba sobre la cama contigua. Una bata blanca de paciente —idéntica a la que llevaba el propio Datsue—, una vía en la mano y los ojos bien abiertos, fijos en el techo.
—Me enganchaste bien.
Akame habló con voz ronca, sin apartar la mirada del techo —como si allí hubiese algo sumamente interesante—, al darse cuenta de que su compañero de Aldea había despertado.
—¿Crees que nos expulsarán de la Aldea?