9/10/2017, 19:06
La pregunta de Akame le pilló a contrapié. Con el cerebro embotado y todavía sin la claridad suficiente como para pensar en las consecuencias de lo que habían hecho, tan solo alcanzó a decir:
—Espero que no.
—¿Expulsaros?
La voz surgió de pronto de un lateral de la habitación, justo del pasillo que daba a la puerta de salida. Tal y como estaba, apoyado con la espalda y un pie contra la pared, había estado fuera de la visión de ambos gennins hasta entonces. Ahora, caminaba al punto intermedio entre las dos camas. Era alto, de pelo negro como el carbón y piel pálida. Sus ojos, oscuros como una noche sin luna. Sus facciones, pese a que se podía aventurar que antaño habían formado un rostro hermoso, ahora estaban castigadas por el paso del tiempo y las penalidades propias de su profesión. Varias cicatrices cruzaban sus mejillas, apenas disimuladas por una barba rala, y tenía el mentón torcido, como si se lo hubiesen partido de cuajo con un enorme martillo de guerra. Vestía con el chaleco de la Villa, bajo el cual portaba una camisa negra y ceñida. A su espalda, cruzada en diagonal, colgaba un gunbai.
—¿Es eso lo que hacemos ahora con los traidores? —preguntó, y aunque su expresión corporal era tranquila, ambos Uchihas notaron un deje amenazador en el tono de su voz—. ¿Les damos una palmadita en la espalda y dejamos que se marchen?
Tomó una de las sillas que había contra la pared, para visitas, y la situó entre ellos dos, a la altura de pie de cama. Le dio la vuela para ponerla al contrario, y se sentó en ella, abrazando el respaldo con sus brazos. Luego, tomó una tabaquera de un bolsillo de su chaleco, cogió uno de los cigarrillos liados que había en ella y se la llevó a la boca.
—No os importa que fume, ¿verdad? El aire enrarecido de los hospitales nunca le sentaron bien a mis pulmones. —No esperó a que contestasen. Ni prendió el cigarrillo con mechero alguno. Simplemente, hinchó los carrillos, como si fuese a expulsar aire por la boca, y acto seguido realizó el gesto contrario, aspirando. De pronto, el cigarrillo estaba encendido.
Echó el humo por la nariz, y atrapó el cigarrillo entre el dedo índice y corazón, apartándolo momentáneamente de sus labios. A cada movimiento de mano, los tendones de su antebrazo se tensaban como gruesas raíces. No era un mastodonte, pero se notaba que el hombre era pura fibra.
—Todavía no habéis respondido a la pregunta.
—Espero que no.
—¿Expulsaros?
La voz surgió de pronto de un lateral de la habitación, justo del pasillo que daba a la puerta de salida. Tal y como estaba, apoyado con la espalda y un pie contra la pared, había estado fuera de la visión de ambos gennins hasta entonces. Ahora, caminaba al punto intermedio entre las dos camas. Era alto, de pelo negro como el carbón y piel pálida. Sus ojos, oscuros como una noche sin luna. Sus facciones, pese a que se podía aventurar que antaño habían formado un rostro hermoso, ahora estaban castigadas por el paso del tiempo y las penalidades propias de su profesión. Varias cicatrices cruzaban sus mejillas, apenas disimuladas por una barba rala, y tenía el mentón torcido, como si se lo hubiesen partido de cuajo con un enorme martillo de guerra. Vestía con el chaleco de la Villa, bajo el cual portaba una camisa negra y ceñida. A su espalda, cruzada en diagonal, colgaba un gunbai.
—¿Es eso lo que hacemos ahora con los traidores? —preguntó, y aunque su expresión corporal era tranquila, ambos Uchihas notaron un deje amenazador en el tono de su voz—. ¿Les damos una palmadita en la espalda y dejamos que se marchen?
Tomó una de las sillas que había contra la pared, para visitas, y la situó entre ellos dos, a la altura de pie de cama. Le dio la vuela para ponerla al contrario, y se sentó en ella, abrazando el respaldo con sus brazos. Luego, tomó una tabaquera de un bolsillo de su chaleco, cogió uno de los cigarrillos liados que había en ella y se la llevó a la boca.
—No os importa que fume, ¿verdad? El aire enrarecido de los hospitales nunca le sentaron bien a mis pulmones. —No esperó a que contestasen. Ni prendió el cigarrillo con mechero alguno. Simplemente, hinchó los carrillos, como si fuese a expulsar aire por la boca, y acto seguido realizó el gesto contrario, aspirando. De pronto, el cigarrillo estaba encendido.
Echó el humo por la nariz, y atrapó el cigarrillo entre el dedo índice y corazón, apartándolo momentáneamente de sus labios. A cada movimiento de mano, los tendones de su antebrazo se tensaban como gruesas raíces. No era un mastodonte, pero se notaba que el hombre era pura fibra.
—Todavía no habéis respondido a la pregunta.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado