9/10/2017, 22:25
«¿Uchiha?»
Como si aquella palabra hubiese activado un resorte mágico, Akame empezó a ver a aquel jōnin con otros ojos. Concretamente, los del miedo y el respeto; si el tipo era Uchiha, eso significaba que debía ser formidablemente poderoso. «Por las tetas de Amaterasu, quién sabe si podría haberme enseñado algo más de los secretos del clan... ¡Maldita sea mi estampa! ¿Por qué hemos tenido que encontrarnos en esta situación?» Sea como fuere Raito ya parecía tener una opinión formada sobre él, y no era buena. Akame tampoco podía culparle; conforme el efecto de los calmantes se pasaba y el dolor volvía, empezaba a ser consciente de lo que había hecho. No sólo había atacado deliberadamente a un compañero —por mucho duelo que estuviesen librando, lo del sello explosivo tenía difícil justificación—, sino que además lo había hecho por motivos puramente viscerales.
Se sintió avergonzado. Tremendamente avergonzado.
Tal vez precisamente por eso, cuando Raito les dio a cada uno el expediente del otro y les anunció su sentencia, Akame sintió una grave opresión en el pecho. No eran las vendas, sino pura desazón. «¿Por qué me siento así?» Sus manos temblaban sujetando el expediente. Tenía la venganza al alcance de los dedos, podía arruinar la carrera de Datsue y expulsarlo de la Villa para siempre. Una retribución justa para el daño que él le había causado a Akame con su revista de chismorreos.
El Uchiha levantó el expediente ante sus ojos, como si no pudiese creer lo que estaba viendo. Entonces lo agarró con fuerza, arrugando las esquinas del folio, y apretó los dientes...
Shiiiish.
El expediente de Datsue cortó el aire, volando hasta aterrizar en el regazo de su dueño. Akame mantenía la cabeza gacha, las mandíbulas y los puños apretados.
«Yo... Soy mejor que eso».
Como si aquella palabra hubiese activado un resorte mágico, Akame empezó a ver a aquel jōnin con otros ojos. Concretamente, los del miedo y el respeto; si el tipo era Uchiha, eso significaba que debía ser formidablemente poderoso. «Por las tetas de Amaterasu, quién sabe si podría haberme enseñado algo más de los secretos del clan... ¡Maldita sea mi estampa! ¿Por qué hemos tenido que encontrarnos en esta situación?» Sea como fuere Raito ya parecía tener una opinión formada sobre él, y no era buena. Akame tampoco podía culparle; conforme el efecto de los calmantes se pasaba y el dolor volvía, empezaba a ser consciente de lo que había hecho. No sólo había atacado deliberadamente a un compañero —por mucho duelo que estuviesen librando, lo del sello explosivo tenía difícil justificación—, sino que además lo había hecho por motivos puramente viscerales.
Se sintió avergonzado. Tremendamente avergonzado.
Tal vez precisamente por eso, cuando Raito les dio a cada uno el expediente del otro y les anunció su sentencia, Akame sintió una grave opresión en el pecho. No eran las vendas, sino pura desazón. «¿Por qué me siento así?» Sus manos temblaban sujetando el expediente. Tenía la venganza al alcance de los dedos, podía arruinar la carrera de Datsue y expulsarlo de la Villa para siempre. Una retribución justa para el daño que él le había causado a Akame con su revista de chismorreos.
El Uchiha levantó el expediente ante sus ojos, como si no pudiese creer lo que estaba viendo. Entonces lo agarró con fuerza, arrugando las esquinas del folio, y apretó los dientes...
Shiiiish.
El expediente de Datsue cortó el aire, volando hasta aterrizar en el regazo de su dueño. Akame mantenía la cabeza gacha, las mandíbulas y los puños apretados.
«Yo... Soy mejor que eso».