10/10/2017, 18:58
Datsue se quedó mirando con expresión extraña el expediente que tenía en la mano. Lo sujetaba con extrema delicadeza, apenas apretando, como si aquel simple papel contuviese la vida de alguien.
En cierta parte, así era.
Sacrificarse o sacrificar, esa era la cuestión. Una cuestión sencilla para Datsue. Entre su pellejo y el de otro, la decisión era fácil. Siempre lo había sido. Se trataba de simple supervivencia. Pero, entonces, ¿por qué no había rasgado ya el pergamino? ¿Por qué se estaba demorando tanto?
«Si no lo haces tú, él lo hará… No seas…»
Shiiiish.
Su propio expediente cayó como una hoja caída de un árbol sobre su regazo. Sus ojos, abiertos como platos, pasaron del folio a Akame. Primero sorprendido, luego furioso. ¿Por qué narices lo había hecho? Hubiese preferido que lo hubiese roto. Que le hubiese culpado. Gritado. Cualquier excusa que le permitiese rasgar el maldito expediente de él. Que le permitiese tomar el camino fácil.
«Maldito hijo de puta…» De haber estado en su lugar, él lo hubiese rasgado sin dudarlo. Había usado el nombre de su difunto amigo por simple beneficio. Le había acusado de traicionarle. Había sacado a la luz el mayor momento de intimidad que podría haber tenido. Y aún así, no le vendía. Le odió. Le odió como nunca antes había odiado a nadie.
Entonces tuvo que apartar la mirada hacia la pared contraria. Algo debía habérsele metido en los ojos, porque los tenía húmedos.
—Un ninja debe tener un código. —La autora de aquellas palabras había muerto hacía mucho tiempo, pero, por lo visto, no había podido evitar que algunas de sus enseñanzaa quedasen grabadas a fuego y sangre en su alma.
Sí, por raro que pudiese parecer, Datsue tenía un código. Tan estricto e inflexible como el de cualquier otro. Tomó ambos expedientes con la mano…
…y rompió su código. Con un ademán, lanzó los expedientes, intactos, a Raito. Le hubiese gustado decir que, por una vez, se sintió bien de hacer lo correcto. Pero lo cierto era que fue más bien lo contrario. Sintió el mismo vértigo que cuando saltas de un tejado a otro y te arrepientes, al instante, al comprender que no te has impulsado lo suficiente para llegar al otro lado.
Tragó saliva. Raito había cazado los expedientes al vuelo y los miraba con expresión ceñuda. Sin embargo, en la comisura de sus labios, ambos gennins pudieron captar el amago de una… ¿sonrisa?
—Pasado mañana, a las cuatro de la tarde —ordenó, lacónico. Dejó la silla en la que se había sentado en su posición original, y se aproximó a la ventana—. En el Estadio de las Celebraciones.
Aquellas fueron sus últimas palabras. No hubo más aclaraciones. Ni explicaciones sobre lo que les iba a pasar. Simplemente, saltó por la ventana y desapareció.
En cierta parte, así era.
Sacrificarse o sacrificar, esa era la cuestión. Una cuestión sencilla para Datsue. Entre su pellejo y el de otro, la decisión era fácil. Siempre lo había sido. Se trataba de simple supervivencia. Pero, entonces, ¿por qué no había rasgado ya el pergamino? ¿Por qué se estaba demorando tanto?
«Si no lo haces tú, él lo hará… No seas…»
Shiiiish.
Su propio expediente cayó como una hoja caída de un árbol sobre su regazo. Sus ojos, abiertos como platos, pasaron del folio a Akame. Primero sorprendido, luego furioso. ¿Por qué narices lo había hecho? Hubiese preferido que lo hubiese roto. Que le hubiese culpado. Gritado. Cualquier excusa que le permitiese rasgar el maldito expediente de él. Que le permitiese tomar el camino fácil.
«Maldito hijo de puta…» De haber estado en su lugar, él lo hubiese rasgado sin dudarlo. Había usado el nombre de su difunto amigo por simple beneficio. Le había acusado de traicionarle. Había sacado a la luz el mayor momento de intimidad que podría haber tenido. Y aún así, no le vendía. Le odió. Le odió como nunca antes había odiado a nadie.
Entonces tuvo que apartar la mirada hacia la pared contraria. Algo debía habérsele metido en los ojos, porque los tenía húmedos.
—Un ninja debe tener un código. —La autora de aquellas palabras había muerto hacía mucho tiempo, pero, por lo visto, no había podido evitar que algunas de sus enseñanzaa quedasen grabadas a fuego y sangre en su alma.
Sí, por raro que pudiese parecer, Datsue tenía un código. Tan estricto e inflexible como el de cualquier otro. Tomó ambos expedientes con la mano…
…y rompió su código. Con un ademán, lanzó los expedientes, intactos, a Raito. Le hubiese gustado decir que, por una vez, se sintió bien de hacer lo correcto. Pero lo cierto era que fue más bien lo contrario. Sintió el mismo vértigo que cuando saltas de un tejado a otro y te arrepientes, al instante, al comprender que no te has impulsado lo suficiente para llegar al otro lado.
Tragó saliva. Raito había cazado los expedientes al vuelo y los miraba con expresión ceñuda. Sin embargo, en la comisura de sus labios, ambos gennins pudieron captar el amago de una… ¿sonrisa?
—Pasado mañana, a las cuatro de la tarde —ordenó, lacónico. Dejó la silla en la que se había sentado en su posición original, y se aproximó a la ventana—. En el Estadio de las Celebraciones.
Aquellas fueron sus últimas palabras. No hubo más aclaraciones. Ni explicaciones sobre lo que les iba a pasar. Simplemente, saltó por la ventana y desapareció.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado