17/10/2017, 15:59
«¿¡Cuando seamos camaradas!?»
Aquella era —muy probablemente— la respuesta más ambigüa que Akame había recibido jamás. Su rostro se desencajó en una mueca de auténtica desesperación al comprender la cantidad de tiempo que podía llegar a pasar esposado a Datsue. Que iba a pasar. Si en ese mismo momento no se cayó de rodillas al suelo del abatimiento fue precisamente por aquellos grilletes metálicos que le sujetaban a la muñeca de su compañero.
Datsue habló, y por una vez en su vida Akame estuvo totalmente conforme con que le usara como excusa para librarse de un castigo. El Uchiha se limitó a asentir con vehemencia, como si tuviese alguna esperanza de que una simple aventurilla entre adolescentes fuese a ablandar el corazón de piedra de Raito.
«¿Para esto nos llamó? ¿Para castigarnos así? ¿¡Para esto nos llamó este malparido hijo de las remil put...!?»
Acalló sus pensamientos mientras veía al jōnin alejarse para volver con su discípula. Akame suspiró, resignado. Aquello no tenía ni pies ni cabeza.
—¿Y ahora qué cojones hacemos? —escupió, entre abatido y furioso.
Aquella era —muy probablemente— la respuesta más ambigüa que Akame había recibido jamás. Su rostro se desencajó en una mueca de auténtica desesperación al comprender la cantidad de tiempo que podía llegar a pasar esposado a Datsue. Que iba a pasar. Si en ese mismo momento no se cayó de rodillas al suelo del abatimiento fue precisamente por aquellos grilletes metálicos que le sujetaban a la muñeca de su compañero.
Datsue habló, y por una vez en su vida Akame estuvo totalmente conforme con que le usara como excusa para librarse de un castigo. El Uchiha se limitó a asentir con vehemencia, como si tuviese alguna esperanza de que una simple aventurilla entre adolescentes fuese a ablandar el corazón de piedra de Raito.
«¿Para esto nos llamó? ¿Para castigarnos así? ¿¡Para esto nos llamó este malparido hijo de las remil put...!?»
Acalló sus pensamientos mientras veía al jōnin alejarse para volver con su discípula. Akame suspiró, resignado. Aquello no tenía ni pies ni cabeza.
—¿Y ahora qué cojones hacemos? —escupió, entre abatido y furioso.