20/10/2017, 16:31
Pero todo no iba a salir otra vez tal y como el Uchiha había planeado. Pese a que Toturi logró clavar su naginata en el cuerpo de aquella monstruosa formación de ébano, el dragón todavía tenía suficientes fuerzas para revolverse; como una bestia herida y acorralada, se iba volviendo más peligroso conforme el ninja y los mercenarios habían ido diezmando su constitución.
—¡Por todos los dioses!
El Dragón Negro se elevó por el cielo, envuelto en una capa de energía cegadora. El Sharingan de Akame fue capaz de distinguir aquella masiva cantidad de chakra arremolinándose alrededor del monstruo antes de que éste descendiera. Por suerte para el Uchiha, cuando la energía acumulada por el Dragón Negro explotó, él ya había terminado de formular una sencilla cadena de sellos.
La explosión barrió la biblioteca, destrozando el suelo, las estanterías y las paredes... Pero donde debía estar el cuerpo calcinado de Akame no quedaba más que una de las lámparas del techo, retorcida y abrasada por el calor.
—¡Katon! ¡Gōkakyuu no Jutsu!
Akame —que había aparecido en el lugar de la lámpara, sobre el dragón, había formado una cadena de sellos y acumulaba el poco chakra que le quedaba en su estómago. El Katon se revolvió dentro de su dueño y emergió en forma de una tremenda llamarada, un mar de flamas que buscó engullir a aquella bestia y demostrarle, una vez más, quién era el auténtico dragón.
Luego el shinobi aterrizó sobre una de las estanterías, golpeándose al caer y rodando por el suelo abrasado. Estaba exhausto, sus reservas de chakra al mínimo, y sólo pudo rezar por que la bestia hubiese sucumbido ante su técnica de fuego.
—¡Por todos los dioses!
El Dragón Negro se elevó por el cielo, envuelto en una capa de energía cegadora. El Sharingan de Akame fue capaz de distinguir aquella masiva cantidad de chakra arremolinándose alrededor del monstruo antes de que éste descendiera. Por suerte para el Uchiha, cuando la energía acumulada por el Dragón Negro explotó, él ya había terminado de formular una sencilla cadena de sellos.
La explosión barrió la biblioteca, destrozando el suelo, las estanterías y las paredes... Pero donde debía estar el cuerpo calcinado de Akame no quedaba más que una de las lámparas del techo, retorcida y abrasada por el calor.
—¡Katon! ¡Gōkakyuu no Jutsu!
Akame —que había aparecido en el lugar de la lámpara, sobre el dragón, había formado una cadena de sellos y acumulaba el poco chakra que le quedaba en su estómago. El Katon se revolvió dentro de su dueño y emergió en forma de una tremenda llamarada, un mar de flamas que buscó engullir a aquella bestia y demostrarle, una vez más, quién era el auténtico dragón.
Luego el shinobi aterrizó sobre una de las estanterías, golpeándose al caer y rodando por el suelo abrasado. Estaba exhausto, sus reservas de chakra al mínimo, y sólo pudo rezar por que la bestia hubiese sucumbido ante su técnica de fuego.