23/10/2017, 17:08
Takeda Masahiro observó con atención a Datsue y luego le dedicó una mirada mucho más indiferente a Akame y a Eri. Desde el minuto uno de la conversación, el mayor de los Uchiha tuvo claro que aquella iba a ser una batalla dialéctica entre dos embaucadores natos; por un lado Datsue, y por el otro aquella suerte de rico con poca vista para los negocios.
El rostro del señor Takeda pasó por varias fases, las cuales su dueño siempre intentó ocultar. Primero satisfacción al encontrarse con un chico que apreciaba el don de la palabra tanto como él, y que no escatimaba en saliva ni métricas para fabricar una buena conversación. Luego pasó a la suspicacia, con un ojo entrecerrado, cuando el de Uzu empezó a contarle las diferencias entre los shinobi de las tres Aldeas. Y, finalmente, molestia y un chasquido de lengua cuando el gennin rechazó —suavemente— la dirección que Takeda había marcado para la investigación. Mas no puso pegas.
—¿En el pueblo? ¡Claro que no! —replicó Masahiro, como si Datsue acabase de preguntar la tontería más grande del mundo—. La transacción tuvo lugar a través de intermediarios, claro, ¿crees que vendría hasta este pueblo dejado de la mano de los dio... —el comerciante se detuvo de repente, dándose cuenta de que al hablar mal de Ichiban estaba, indirectamente, restándole valor a su propiedad—. Ejem, perdón... Digamos que mi residencia habitual no es en este lugar, de modo que cuando vine aquí a ver la propiedad ya la había adquirido. Es normal en este tipo de negocios, shinobi-san.
Akame no entendía mucho de compraventa inmobiliaria, pero sí sabía que él nunca pagaría por una casa que no había visto con sus propios ojos.
—Como ya he dicho, estas condiciones se vieron reflejadas en el precio, claro.
El rostro del señor Takeda pasó por varias fases, las cuales su dueño siempre intentó ocultar. Primero satisfacción al encontrarse con un chico que apreciaba el don de la palabra tanto como él, y que no escatimaba en saliva ni métricas para fabricar una buena conversación. Luego pasó a la suspicacia, con un ojo entrecerrado, cuando el de Uzu empezó a contarle las diferencias entre los shinobi de las tres Aldeas. Y, finalmente, molestia y un chasquido de lengua cuando el gennin rechazó —suavemente— la dirección que Takeda había marcado para la investigación. Mas no puso pegas.
—¿En el pueblo? ¡Claro que no! —replicó Masahiro, como si Datsue acabase de preguntar la tontería más grande del mundo—. La transacción tuvo lugar a través de intermediarios, claro, ¿crees que vendría hasta este pueblo dejado de la mano de los dio... —el comerciante se detuvo de repente, dándose cuenta de que al hablar mal de Ichiban estaba, indirectamente, restándole valor a su propiedad—. Ejem, perdón... Digamos que mi residencia habitual no es en este lugar, de modo que cuando vine aquí a ver la propiedad ya la había adquirido. Es normal en este tipo de negocios, shinobi-san.
Akame no entendía mucho de compraventa inmobiliaria, pero sí sabía que él nunca pagaría por una casa que no había visto con sus propios ojos.
—Como ya he dicho, estas condiciones se vieron reflejadas en el precio, claro.