26/10/2017, 21:32
(Última modificación: 6/11/2017, 20:03 por Uchiha Akame.)
Y pese a que lo había intentado, nada de nada. No encontró a nadie capaz de ayudarla en su labor de crear un libro donde apuntar las cosas y sellarlo bajo la condición de que apareciese justo cuando ella resucitase. Después de preguntar y preguntar, todos y cada uno le habían dicho lo mismo. Parecía que todos tenían los secretos del Fuinjutsu para ellos, y que no querían compartir sus habilidades, ni tan siquiera por el bien de una compatriota. Así iba el mundo, de mal en peor...
Así una, otra, otra, y otra vez. El viaje de regreso a Amegakure no había servido mas que para llevarse una gran decepción. Bueno, para eso y para tomar consigo una mochila repleta de útiles y bastante dinero. Tal y como había pedido Datsue, la chica se había encargado de gran parte de la comida, había pillado un saco de dormir, una brújula, un par de caballos y muchas ganas. Además, se había mantenido con vida, no había sucumbido a alguna de sus locuras, ni se había arriesgado en sobremedida. Todo un hito.
Por si fuese poco, se había encargado también de investigar sobre guías en Inaka, desde donde comenzarían el viaje al desierto. Tenía a un hombre, que según decía hablaba en nombre de Daimyo del País del Viento, y que quería realizar una expedición a las ruinas del desierto.
¿Habían mas ruinas interesantes en el desierto que no fuesen pirámides?
No, seguro que no, debían ser las pirámides que tanto buscaban. Sin dudar un solo instante, había afirmado a éste hombre que se reuniría con su socio —Datsue— y regresaría lo antes posible. Tras ello, regresó al lugar acordado con el chico, la misma posada, el día indicado. Tras ello, y junto a él —y tras terminar los últimos arreglos del viaje— ambos se presentaron en Inaka, en un viaje rápido y eficiente, pues disponían de montura.
Si, tantos años en vida le habían servido de algo, había reunido bastante dinero. ¿Cuanto? A saber, tan solo lo metía bajo el colchón, que al fin y al cabo, es el lugar mas seguro.
—Bueno Datsue, al fin llegamos. —afirmó la chica al llegar a las puertas de Inaka.
La chica continuó el paso un poco por delante, en su corcel. Tenía claro el lugar a donde acudir, puesto que ya lo había concertado, ahora tan solo tenían que presentarse al jefe de la expedición. Sin duda, lo peor era tener que llevar el ritmo de viaje que esa gentuza... pero en fin, al menos eran presa fácil para las primeras trampas, como bien había acordado con su compañero.
—El tipo que nos va a meter en la expedición que te dije nos esperaba en ésta posada. —le indicó, acompañando las palabras con un gesto de mano. —En fin, a presentarnos a la carne de cañón.
La chica bajó del caballo, y ató las riendas a un poste cercano. Sin prisa, pero sin pausa, se adentraría en la susodicha taberna.
—No se puede hacer eso, chica. El Fuinjutsu es un tipo de ninjutsu que debes conocer para poder liberar el sello tal y como quieres. Aunque pudiese sellarte un libro en el brazo, y liberarlo tal y como pides tras tu muerte, no podrías escribir en él, porque no sabes sacarlo, y mucho menos sabrás volver a sellarlo.
Así una, otra, otra, y otra vez. El viaje de regreso a Amegakure no había servido mas que para llevarse una gran decepción. Bueno, para eso y para tomar consigo una mochila repleta de útiles y bastante dinero. Tal y como había pedido Datsue, la chica se había encargado de gran parte de la comida, había pillado un saco de dormir, una brújula, un par de caballos y muchas ganas. Además, se había mantenido con vida, no había sucumbido a alguna de sus locuras, ni se había arriesgado en sobremedida. Todo un hito.
Por si fuese poco, se había encargado también de investigar sobre guías en Inaka, desde donde comenzarían el viaje al desierto. Tenía a un hombre, que según decía hablaba en nombre de Daimyo del País del Viento, y que quería realizar una expedición a las ruinas del desierto.
¿Habían mas ruinas interesantes en el desierto que no fuesen pirámides?
No, seguro que no, debían ser las pirámides que tanto buscaban. Sin dudar un solo instante, había afirmado a éste hombre que se reuniría con su socio —Datsue— y regresaría lo antes posible. Tras ello, regresó al lugar acordado con el chico, la misma posada, el día indicado. Tras ello, y junto a él —y tras terminar los últimos arreglos del viaje— ambos se presentaron en Inaka, en un viaje rápido y eficiente, pues disponían de montura.
Si, tantos años en vida le habían servido de algo, había reunido bastante dinero. ¿Cuanto? A saber, tan solo lo metía bajo el colchón, que al fin y al cabo, es el lugar mas seguro.
—Bueno Datsue, al fin llegamos. —afirmó la chica al llegar a las puertas de Inaka.
La chica continuó el paso un poco por delante, en su corcel. Tenía claro el lugar a donde acudir, puesto que ya lo había concertado, ahora tan solo tenían que presentarse al jefe de la expedición. Sin duda, lo peor era tener que llevar el ritmo de viaje que esa gentuza... pero en fin, al menos eran presa fácil para las primeras trampas, como bien había acordado con su compañero.
—El tipo que nos va a meter en la expedición que te dije nos esperaba en ésta posada. —le indicó, acompañando las palabras con un gesto de mano. —En fin, a presentarnos a la carne de cañón.
La chica bajó del caballo, y ató las riendas a un poste cercano. Sin prisa, pero sin pausa, se adentraría en la susodicha taberna.