27/10/2017, 02:32
Mientras atravesaba aquel infierno, la cabeza de Yarou estaba ocupada en una sola cosa: y ese era el bienestar de Kaido. No tenía forma de saber si los peligros que ahora azotaban las áreas principales de la mansión también habían llegado hasta él, pero de haber sido así, no le quedaba de otra que confiar. Confiar en lo que hasta ahora le había enseñado. Más allá de eso, su concentración era impoluta y su fervor por acabar con el creador del mal que les azotaba era incuestionable. Así que avanzó, como una marea despotricada y arrasó con todo aquello que se interpusiera en su camino.
Su único objetivo era llegar a donde él, el Uzumaki; le habría de estar esperando.
Hasta que finalmente, pudieron conocer sus caras.
Hozuki Yarou era un tipo de cuerpo medio, ni tan alto ni tan bajo. Tampoco corpulento, pero si bien mantenido a pesar de sus aparente edad que probablemente ya se adentraba a los cuarenta. Sus cabellos lacios, que recaían hacia atrás, ya vestían algunos vestigios de canas por los laterales. De tez blanca, ojos azules y una barba de tres días que aún no había podido afeitar, desde que dejó el comfort de Amegakure. Vestía con un pantalón oscuro, par de botas negras militares con los dedos a descubierto; y un amplio camisón de color grisáceo, además de un collar que le recaía en el pecho.
Su bandana, reposaba firmemente en su brazo derecho.
—Acabemos con ésto de una vez, Uzumaki.
Su único objetivo era llegar a donde él, el Uzumaki; le habría de estar esperando.
Hasta que finalmente, pudieron conocer sus caras.
Hozuki Yarou era un tipo de cuerpo medio, ni tan alto ni tan bajo. Tampoco corpulento, pero si bien mantenido a pesar de sus aparente edad que probablemente ya se adentraba a los cuarenta. Sus cabellos lacios, que recaían hacia atrás, ya vestían algunos vestigios de canas por los laterales. De tez blanca, ojos azules y una barba de tres días que aún no había podido afeitar, desde que dejó el comfort de Amegakure. Vestía con un pantalón oscuro, par de botas negras militares con los dedos a descubierto; y un amplio camisón de color grisáceo, además de un collar que le recaía en el pecho.
Su bandana, reposaba firmemente en su brazo derecho.
—Acabemos con ésto de una vez, Uzumaki.