2/11/2017, 22:17
La mesa recibió con una amalgama de muecas y miradas la presentación de los dos ninjas. El profesor Rōshi les dedicó una mirada poco interesada, indiferente, de esas que dicen "no me impresiona". Luego se ajustó sus lentes y miró a Banadoru; éste se encogió de hombros. El jefe de seguridad, Jonaro, contrajo su maltrecha barbilla en una mueca difícil de descifrar, que estaba entre una sonrisa lobuna y un fruncimiento de desagrado. Por su parte Benimaru, el representante del Daimyō del País del Viento, aplaudió con cierto aire infantil los sobrenombres y títulos que se daban Datsue y Aiko.
—¡Vaya, vaya! ¡Y yo que pensaba que todos los ninja eran más estirados que calzón de gorda! —rió con su propio chiste, y sus carcajadas eran precisas, como hechas a medida para durar ni mucho ni poco. Sólo lo correcto—. Y bueno, ¡contadnos el por qué de vuestros cómicos sobrenombres!
Buradoku Banadoru se acomodó el pañuelo dorado que llevaba en torno al cuello y les ofreció los dos asientos libres que quedaban en la mesa. Luego se sentó en su propia silla e hizo una seña a uno de los camareros para que se acercara y los ninjas pudieran pedir. Frente a ellos, en la mesa, tendrían sendas cartas con el listado completo de los lujosos platos que ponían en el hotel, así como todo tipo de bebidas.
—¡Vaya, vaya! ¡Y yo que pensaba que todos los ninja eran más estirados que calzón de gorda! —rió con su propio chiste, y sus carcajadas eran precisas, como hechas a medida para durar ni mucho ni poco. Sólo lo correcto—. Y bueno, ¡contadnos el por qué de vuestros cómicos sobrenombres!
Buradoku Banadoru se acomodó el pañuelo dorado que llevaba en torno al cuello y les ofreció los dos asientos libres que quedaban en la mesa. Luego se sentó en su propia silla e hizo una seña a uno de los camareros para que se acercara y los ninjas pudieran pedir. Frente a ellos, en la mesa, tendrían sendas cartas con el listado completo de los lujosos platos que ponían en el hotel, así como todo tipo de bebidas.