4/11/2017, 16:06
Daidoji Ichigo alzó una ceja, altanero, ante la florida presentación que Datsue hizo de sus compañeros y de sí mismo. Para un noble de una prestigiosa línea de sangre como él, aquello no era más que un pobre intento de unos soldados de fortuna por hacerse parecer más grandes de lo que eran. En el mundo de Ichigo, los ninja no eran más que mercenarios —organizados y "legalizados"— que hacían todo tipo de encargos si la paga era buena.
—Daidoji Ichigo, alguacil de Ichiban —respondió el guerrero, con cierto deje molesto en la voz. Desde luego, no se le veía demasiado contento en su puesto de delegado del Daimyō en aquel pueblo, aunque visiblemente intentaba disimularlo—. Y bien, Uchiha-san, dime qué misión es esa y qué necesitan unos ninjas de mi persona.
Akame estuvo tentado de hablar, pero sabía que Datsue era mejor en esas lides. Eri también parecía una chica expresiva e inteligente, pero hasta el momento se había quedado siempre en un segundo plano. El Uchiha alzó una ceja; estaba deseando comprobar de qué pasta estaba hecha su nueva compañera.