6/11/2017, 20:38
Está bien, tenía que concedérselo: Akame había hecho bien en presionar. Le lanzó una furtiva mirada y asintió, en una forma contenida y disimulada de felicitación, mientras pasaban al interior de la vivienda. Una vivienda que estaba muy lejos de las comodidades y lujos que el Uchiha se había esperado. Aquello le dejó intrigado. ¿Acaso su familia había caído en desgracia? ¿O es que ese supuesto castigo con el que Datsue había teorizado incluía también no pasarle nada de dinero, impidiendo así que mantuviese las necesidades básicas que todo noble necesitaba?
Recordó cierta historieta de un noble empobrecido que, para que la gente pensase que seguía viviendo en abundancia, se echaba miguitas de pan en la barba, como si hubiese estado comiendo a destajo. La triste realidad era, que no tenía más que un pequeño trozo de pan para saciar su apetito al día. Un trozo de pan y nada más. Daidoji le resultaba de lo más parecido. Elegante, imbuido en su brillante armadura con ribetes plateados y de oro, pero que no tenía ni mucho menos el dinero necesario como para poder mantenerse otros lujos.
Eso sí, los modales parecía no haberlos perdido, porque realizó una reverencia ceremoniosa al repartirles las tazas de té.
—Gracias —dijo, tomando la suya y dando pequeños sorbos mientras oía la historia que Daidoji tenía que contarles. Una versión distinta a la de su cliente, mucho más preocupante… y posiblemente también más cercana a la realidad.
»De… ¿Dioses? —repitió, con el semblante ensombrecido. ¡Y él que pensaba que sería una misión de coser y cantar! Su mente le trasladó por un momento a Isla Monotonía, donde junto a Kaido y Akame había corrido una aventura en la que casi habían terminado muertos por culpa de una secta que adoraba a Susano’o—. ¿De qué Dioses hablaba? ¿De conocidos o…? —«Que no sea Susano'o otra vez, por favor...»
Recordó cierta historieta de un noble empobrecido que, para que la gente pensase que seguía viviendo en abundancia, se echaba miguitas de pan en la barba, como si hubiese estado comiendo a destajo. La triste realidad era, que no tenía más que un pequeño trozo de pan para saciar su apetito al día. Un trozo de pan y nada más. Daidoji le resultaba de lo más parecido. Elegante, imbuido en su brillante armadura con ribetes plateados y de oro, pero que no tenía ni mucho menos el dinero necesario como para poder mantenerse otros lujos.
Eso sí, los modales parecía no haberlos perdido, porque realizó una reverencia ceremoniosa al repartirles las tazas de té.
—Gracias —dijo, tomando la suya y dando pequeños sorbos mientras oía la historia que Daidoji tenía que contarles. Una versión distinta a la de su cliente, mucho más preocupante… y posiblemente también más cercana a la realidad.
»De… ¿Dioses? —repitió, con el semblante ensombrecido. ¡Y él que pensaba que sería una misión de coser y cantar! Su mente le trasladó por un momento a Isla Monotonía, donde junto a Kaido y Akame había corrido una aventura en la que casi habían terminado muertos por culpa de una secta que adoraba a Susano’o—. ¿De qué Dioses hablaba? ¿De conocidos o…? —«Que no sea Susano'o otra vez, por favor...»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado