7/11/2017, 18:47
Banadoru atendió las dudas de ambos ninjas mientras enrollaba el mapa y volvía a doblarlo para devolverlo al interior de uno de sus bolsillos. Mientras, Jonaro terminaba con su plato —los restos de un gigantesco bistec— y Benimaru degustaba un postre parecido a un tiramisú helado cubierto de adornos.
—Y… ¿Con qué tipo de contratiempos cuentan tener? ¿Hay algún peligro en especial por el que hayan contratado nuestros servicios?
Datsue fue el primero en hablar. El profesor adjunto se acomodó otra vez su pañuelo —parecía un tic muy arraigado en él— y se aclaró la garganta.
—Una pregunta de lo más razonable. Verán, los peligros que pueden caer sobre una expedición de este tipo viajando entre las dunas son muchos y muy variados... Bestias salvajes, bandidos, y a saber —enumeró con los dedos de su mano zurda—. Entiendo que son ustedes ninjas suficientemente preparados para hacerle frente a esta clase de amenazas, ¿me equivoco? —agregó, con un tono suspicaz.
Sin embargo, en cuanto Aiko habló, la mesa entera alzó la vista hacia ella por segunda vez. Parecía que a la chica le gustaba dar la campanada. Banadoru intercambió una mirada confusa con su jefe, el profesor Rōshi, y luego otra con Jonaro. El delegado del Daimyō, por su parte, se cruzó de brazos con cara de pocos amigos mientras se mesaba el bigote tintado de verde.
—Watasashi-san, me temo que... Aquí ha habido una confusión —se excusó Banadoru, aunque más parecía que lo hiciera para su jefe y el delegado del Señor Feudal que para la kunoichi—. Quiero dejar muy claro que esta expedición no tiene como objetivo las Pirámides de Sanbei —afirmó, mirando a Benimaru—. En el anuncio se establecía muy firmemente que nuestro propósito es simplemente académico, y la recompensa ofrecida fue desde el principio una clara compensación económica.
El ambiente entre el profesor jefe, el encargado de la seguridad y el delegado del Daimyō pareció relajarse tras las explicaciones de Banadoru.
—Y… ¿Con qué tipo de contratiempos cuentan tener? ¿Hay algún peligro en especial por el que hayan contratado nuestros servicios?
Datsue fue el primero en hablar. El profesor adjunto se acomodó otra vez su pañuelo —parecía un tic muy arraigado en él— y se aclaró la garganta.
—Una pregunta de lo más razonable. Verán, los peligros que pueden caer sobre una expedición de este tipo viajando entre las dunas son muchos y muy variados... Bestias salvajes, bandidos, y a saber —enumeró con los dedos de su mano zurda—. Entiendo que son ustedes ninjas suficientemente preparados para hacerle frente a esta clase de amenazas, ¿me equivoco? —agregó, con un tono suspicaz.
Sin embargo, en cuanto Aiko habló, la mesa entera alzó la vista hacia ella por segunda vez. Parecía que a la chica le gustaba dar la campanada. Banadoru intercambió una mirada confusa con su jefe, el profesor Rōshi, y luego otra con Jonaro. El delegado del Daimyō, por su parte, se cruzó de brazos con cara de pocos amigos mientras se mesaba el bigote tintado de verde.
—Watasashi-san, me temo que... Aquí ha habido una confusión —se excusó Banadoru, aunque más parecía que lo hiciera para su jefe y el delegado del Señor Feudal que para la kunoichi—. Quiero dejar muy claro que esta expedición no tiene como objetivo las Pirámides de Sanbei —afirmó, mirando a Benimaru—. En el anuncio se establecía muy firmemente que nuestro propósito es simplemente académico, y la recompensa ofrecida fue desde el principio una clara compensación económica.
El ambiente entre el profesor jefe, el encargado de la seguridad y el delegado del Daimyō pareció relajarse tras las explicaciones de Banadoru.