8/11/2017, 20:00
Dentro de la residencia Sakamoto todo parecía ser completamente normal. Las paredes ya habían sido restauradas hacía tiempo, los jardines volvían a estar repletos de flores y arbustos, las pequeñas fuentes de agua volvían a estar en pleno funcionamiento y ya todos los residentes iban y venían en su rutina habitual. Algunos con armas entre manos, otros con papeles, cajas, pergaminos, comida, etc. etc. lo normal entre sirvientes.
Pero había una sala en particular, bastante grande a decir verdad como para albergar a unas cincuenta personas sin problemas, la cual estaba decorada con motivos festivos.
La habitación constaba de una chimenea, justo delante una muy extensa mesa cubierta con un mantel blanco e infinidad de platos y cubiertos —nunca se les dio la cifra exacta de invitados— además de sillas bastante elegantes.
Todo en general estaba perfectamente limpio, los cristales brillaban, las telas blancas no tenían ni una sola mancha y los cubiertos parecían nuevos. Allí también, habían diez personas, cinco hombres y cinco mujeres, ninguno alcanzaba los treinta años y todos estaban uniformados, dejando en claro que ellos se encargarían del servicio, además, todos compartían ciertos rasgos, como la piel pálida, los ojos en general claros variando entre celeste, verde y amarillo, y el cabello en general rubio. Entre todos ellos estaba Maki, la criada personal de Noemi, quien había reemplazado a Koko cuando esta fue expulsada del clan.
Aunque claro, todos los invitados e incluso el anfitrión estaban fuera cuando… Deberían de entrar de una maldita vez. Pero claro, algo faltaba, y era que nadie jamás dio la indicación a los guardias de la puerta para que dejen pasar a determinadas personas.
No todos en el clan estaban enterados de la fiesta, entre ellos, cierta persona que Datsue había conocido. Fue así como dicha persona, con una caña de pescar y un balde pasó por la habitación donde la fiesta se desarrollaría sin comprender nada de lo que ocurría, pero sin prestarle mayor importancia. Se dirigió a la puerta, directo a los jardines que deberían de cruzar si pretendían alguna vez ingresar a la residencia y allí le vio, vestido de gala y acompañado de otras dos personas.
La joven de cabellos azabache iba vestida con un yukata negro con rojo, de mangas largas y una falda corta, pero tenía un pantalón que le resguardaba las piernas del frío.
—Señores —saludó con una sonrisa divertida, dirigida principalmente al Uchiha, al cual incluso le guiñó un ojo.
Prefirió seguir su rumbo, sin siquiera molestarse en presentarse ante ninguno de los dos desconocidos. Total, no la iban a volver a ver durante horas, o puede que por el resto de sus vidas.
Sea como fuere, unos minutos más tardes saldría Koko, vestida con un kimono de colores cálidos, con la simple intención de dejarles una indicación a los guardias aunque claro, se encontró con Datsue y un par de shinobis por lo que su atención se vio desviada.
—Ah, ya llegaron —dijo saludando con una reverencia dirigida principalmente a aquellos dos que no conocía—. Pueden ir entrando si quieren. Desde aquí van en todo derecho por el pasillo y ya llegan —les indicó a sabiendas que no sabrían cómo llegar a ninguna parte en la residencia.
Pero había una sala en particular, bastante grande a decir verdad como para albergar a unas cincuenta personas sin problemas, la cual estaba decorada con motivos festivos.
La habitación constaba de una chimenea, justo delante una muy extensa mesa cubierta con un mantel blanco e infinidad de platos y cubiertos —nunca se les dio la cifra exacta de invitados— además de sillas bastante elegantes.
Todo en general estaba perfectamente limpio, los cristales brillaban, las telas blancas no tenían ni una sola mancha y los cubiertos parecían nuevos. Allí también, habían diez personas, cinco hombres y cinco mujeres, ninguno alcanzaba los treinta años y todos estaban uniformados, dejando en claro que ellos se encargarían del servicio, además, todos compartían ciertos rasgos, como la piel pálida, los ojos en general claros variando entre celeste, verde y amarillo, y el cabello en general rubio. Entre todos ellos estaba Maki, la criada personal de Noemi, quien había reemplazado a Koko cuando esta fue expulsada del clan.
Aunque claro, todos los invitados e incluso el anfitrión estaban fuera cuando… Deberían de entrar de una maldita vez. Pero claro, algo faltaba, y era que nadie jamás dio la indicación a los guardias de la puerta para que dejen pasar a determinadas personas.
No todos en el clan estaban enterados de la fiesta, entre ellos, cierta persona que Datsue había conocido. Fue así como dicha persona, con una caña de pescar y un balde pasó por la habitación donde la fiesta se desarrollaría sin comprender nada de lo que ocurría, pero sin prestarle mayor importancia. Se dirigió a la puerta, directo a los jardines que deberían de cruzar si pretendían alguna vez ingresar a la residencia y allí le vio, vestido de gala y acompañado de otras dos personas.
La joven de cabellos azabache iba vestida con un yukata negro con rojo, de mangas largas y una falda corta, pero tenía un pantalón que le resguardaba las piernas del frío.
—Señores —saludó con una sonrisa divertida, dirigida principalmente al Uchiha, al cual incluso le guiñó un ojo.
Prefirió seguir su rumbo, sin siquiera molestarse en presentarse ante ninguno de los dos desconocidos. Total, no la iban a volver a ver durante horas, o puede que por el resto de sus vidas.
Sea como fuere, unos minutos más tardes saldría Koko, vestida con un kimono de colores cálidos, con la simple intención de dejarles una indicación a los guardias aunque claro, se encontró con Datsue y un par de shinobis por lo que su atención se vio desviada.
—Ah, ya llegaron —dijo saludando con una reverencia dirigida principalmente a aquellos dos que no conocía—. Pueden ir entrando si quieren. Desde aquí van en todo derecho por el pasillo y ya llegan —les indicó a sabiendas que no sabrían cómo llegar a ninguna parte en la residencia.