11/11/2017, 15:39
(Última modificación: 11/11/2017, 15:44 por Inuzuka Nabi.)
—. ¿Ginecólogo, yo? ¡Ah! Por lo del otro día… Serás melón… ¿Qué? ¿No te mola el nuevo sitio que el papá Datsue te consiguió, o qué?
Miré por primera vez la enorme mansión que se levantaba tras él, desde luego hay que ver lo fácil que es ser rico. Le miré a él y otra vez a la mansión.
— Tio, si nos colamos ahí para hacer una fiesta nos van a quitar la bandana para meternosla por el...
No seguí porque estaba Eri por detrás y no parecía muy caballeroso hablar de sodomización con bandana shinobi con una damisela escuchando así que le hice un gesto con la cabeza a Datsue dando por entendido el resto de la oración.
Ahora que la cosa se había relajado, tanto él como la pelirroja podrían contemplar mi hermosa camiseta de manga larga, negra, con el simbolo de la villa a un lado y unos colmillos amarillos en la zona del corazón, así como una oración digna del mejor filosofo de color dorado, la oración, no el filosofo. Decía así "Dos perros pueden matar a un leon" y ya está, no era graciosa, había decidido subir un poco la dignidad para aquella ocasión especial. De pantalones llevaba un hakama color marrón doton y en los pies las sandalias negras shinobi normales.
Mientras esperabamos a los demás y yo cotilleaba todo lo posible sobre la mansión apareció una chica de dentro de la casa que no tenía ni idea de quien coño era.
—Ah, ya llegaron. Pueden ir entrando si quieren. Desde aquí van en todo derecho por el pasillo y ya llegan
— ¿Y tú quien eres?
Mi mente iba a otro ritmo, no parecía siquiera pensar en que igual estaba preguntandole de una forma que podía parecer demasiado directa, e incluso una falta de respeto y de educación, su identidad a una chica de la nobleza o por lo menos del lado rico de Uzushiogakure. Influencia era una palabra inexistente en mi diccionario, como logica, raciocinio, paciencia, inteligencia y tantas otras de ese estilo.
Poco pensé en ello pues entonces empezó a salir gente como si saliesen de debajo de la piedras justo cuando Datsue parecía listo para adentrarse en aquella fortaleza de dinero. En cuanto avisó que venía alguien más mi nariz se puso alerta, reconociendo el olor a bicho tan caracteristico.
— ¡Hey, Plum-chan! ¿Qué tal están tus bichos?
La saludé girandome y agitando el brazo para saludarla, me hubiera acercado, pero estaba un poco loca así que igual se ponía violenta ante mi presencia tan viril y perruna. La distancia me proporcionaba cierta seguridad así como más tiempo para reaccionar si me lanzaba algún shuriken.
De nuevo, mi mente pronto se olvidó de esa tensión con la aparición de otro integrante del grupo. Esta vez era un Akimichi, que se acercó leyendo un libro y comiendo regalices, corrí hacia él sin creermelo. Me paré a su lado y hundí mi indice en su barriga.
— Tio, ¡has engordado! ¡Datsue! Me debes 100 ryos. ¡Te dije que era capaz de engordarse todavía más!
Solté mientras volvía a señalar al Uchiha. Si pensaba que me iba a olvidar de alguna de nuestras apuestas iba listo, podía olvidar los sellos de un jutsu que había usado cien veces pero Inuzuka Nabi nunca olvida una apuesta sobre obesidad infantil, ¡NUNCA! Mientras hundía mi dedo una y otra vez en las profundidades misteriosas de la panza de Akimichi Sora, de detrás suyo apareció una sombra que se convirtió en humano.
— Hola
Una voz monotona y llena de amargura y soledad entró en mis oidos con una cercanía que hubiera conseguido que me mease encima si no fuera porque ya había descargado todo mi liquido sobre el felpudo de Datsue. De detrás del Akimichi salió una figura encogida, caminando ligeramente curvada con una mano levantada levemente como si saludase o algo. Vestía una camiseta de manga corta gris clarito y unos pantalones cortos de un gris más oscuro, y tenía una melena carmesí que el llegaba hasta media espalda, muy despeinada.
— La invitación ha sido todo un detalle, pero la próxima vez no dejes el felpudo de tu casa lleno de pis, Datsue-san.
Parecía que le faltaba el aire cada vez que hablaba y su tono se volvía más monotono por segundos, como si lo perfeccionara con cada intervencion. Yo por mi parte pensaba que igual no era normal que el corazón hubiese dejado de latir unos segundos despues del susto que me había dado aquel Uzumaki, al mismo tiempo que recordaba, tarde, que aquel chico no olía a nada.
Una vez nos recogimos todos ante la puerta de la mansión solo faltaba que Datsue o la propietaria de la casa, fuera quien fuera y estuviera donde estuviera, diera paso a entrar. Al mismo tiempo que pensaba en como coño se me podía haber olvidado que Hanako no olía a nada, la idea de que tendría que haber duchado antes de venir tambien hizo acto de aparición, pero la deseché rapidamente.
Miré por primera vez la enorme mansión que se levantaba tras él, desde luego hay que ver lo fácil que es ser rico. Le miré a él y otra vez a la mansión.
— Tio, si nos colamos ahí para hacer una fiesta nos van a quitar la bandana para meternosla por el...
No seguí porque estaba Eri por detrás y no parecía muy caballeroso hablar de sodomización con bandana shinobi con una damisela escuchando así que le hice un gesto con la cabeza a Datsue dando por entendido el resto de la oración.
Ahora que la cosa se había relajado, tanto él como la pelirroja podrían contemplar mi hermosa camiseta de manga larga, negra, con el simbolo de la villa a un lado y unos colmillos amarillos en la zona del corazón, así como una oración digna del mejor filosofo de color dorado, la oración, no el filosofo. Decía así "Dos perros pueden matar a un leon" y ya está, no era graciosa, había decidido subir un poco la dignidad para aquella ocasión especial. De pantalones llevaba un hakama color marrón doton y en los pies las sandalias negras shinobi normales.
Mientras esperabamos a los demás y yo cotilleaba todo lo posible sobre la mansión apareció una chica de dentro de la casa que no tenía ni idea de quien coño era.
—Ah, ya llegaron. Pueden ir entrando si quieren. Desde aquí van en todo derecho por el pasillo y ya llegan
— ¿Y tú quien eres?
Mi mente iba a otro ritmo, no parecía siquiera pensar en que igual estaba preguntandole de una forma que podía parecer demasiado directa, e incluso una falta de respeto y de educación, su identidad a una chica de la nobleza o por lo menos del lado rico de Uzushiogakure. Influencia era una palabra inexistente en mi diccionario, como logica, raciocinio, paciencia, inteligencia y tantas otras de ese estilo.
Poco pensé en ello pues entonces empezó a salir gente como si saliesen de debajo de la piedras justo cuando Datsue parecía listo para adentrarse en aquella fortaleza de dinero. En cuanto avisó que venía alguien más mi nariz se puso alerta, reconociendo el olor a bicho tan caracteristico.
— ¡Hey, Plum-chan! ¿Qué tal están tus bichos?
La saludé girandome y agitando el brazo para saludarla, me hubiera acercado, pero estaba un poco loca así que igual se ponía violenta ante mi presencia tan viril y perruna. La distancia me proporcionaba cierta seguridad así como más tiempo para reaccionar si me lanzaba algún shuriken.
De nuevo, mi mente pronto se olvidó de esa tensión con la aparición de otro integrante del grupo. Esta vez era un Akimichi, que se acercó leyendo un libro y comiendo regalices, corrí hacia él sin creermelo. Me paré a su lado y hundí mi indice en su barriga.
— Tio, ¡has engordado! ¡Datsue! Me debes 100 ryos. ¡Te dije que era capaz de engordarse todavía más!
Solté mientras volvía a señalar al Uchiha. Si pensaba que me iba a olvidar de alguna de nuestras apuestas iba listo, podía olvidar los sellos de un jutsu que había usado cien veces pero Inuzuka Nabi nunca olvida una apuesta sobre obesidad infantil, ¡NUNCA! Mientras hundía mi dedo una y otra vez en las profundidades misteriosas de la panza de Akimichi Sora, de detrás suyo apareció una sombra que se convirtió en humano.
— Hola
Una voz monotona y llena de amargura y soledad entró en mis oidos con una cercanía que hubiera conseguido que me mease encima si no fuera porque ya había descargado todo mi liquido sobre el felpudo de Datsue. De detrás del Akimichi salió una figura encogida, caminando ligeramente curvada con una mano levantada levemente como si saludase o algo. Vestía una camiseta de manga corta gris clarito y unos pantalones cortos de un gris más oscuro, y tenía una melena carmesí que el llegaba hasta media espalda, muy despeinada.
— La invitación ha sido todo un detalle, pero la próxima vez no dejes el felpudo de tu casa lleno de pis, Datsue-san.
Parecía que le faltaba el aire cada vez que hablaba y su tono se volvía más monotono por segundos, como si lo perfeccionara con cada intervencion. Yo por mi parte pensaba que igual no era normal que el corazón hubiese dejado de latir unos segundos despues del susto que me había dado aquel Uzumaki, al mismo tiempo que recordaba, tarde, que aquel chico no olía a nada.
Una vez nos recogimos todos ante la puerta de la mansión solo faltaba que Datsue o la propietaria de la casa, fuera quien fuera y estuviera donde estuviera, diera paso a entrar. Al mismo tiempo que pensaba en como coño se me podía haber olvidado que Hanako no olía a nada, la idea de que tendría que haber duchado antes de venir tambien hizo acto de aparición, pero la deseché rapidamente.
—Nabi—
![[Imagen: 23uv4XH.gif]](https://i.imgur.com/23uv4XH.gif)