11/11/2017, 16:49
La recompensa fue anunciada por el profesor adjunto, y sin duda aluna era una remuneración de lo mas jugosa. La chica de hecho ni se había molestado en atender a cuanto era la recompensa de la expedición, no pudo evitar sorprenderse un poco. No cabía duda de que a su compañero de andanzas le brillarían los ojos, casi seguro. Después de todo, venían en busca de encontrar una gran fuente de ingreso, además de una buena aventura, una digna de recordar.
Sin embargo, su pregunta no recabó demasiados amigos. El adjunto intentó calmar de nuevo la situación, pero rápidamente el de bigote verde dejó atrás su anterior actitud, y se puso mas serio que cuando uno se queda en el baño sin papel higiénico. Con voz seria y los orbes clavados en la chica, cruzó los brazos sobre la mesa, y dejó claro que no había modo de que les dejaran ir allí sin la previa autorización del mismísimo Daimyō del País. La pena para aquellos a los que descubrían intentándolo era la muerte, y no podía salvaguardarse en la excusa de que no sabía de esa ley, pues se impondría de igual manera.
—Oh... entiendo. —anunció sin demora. —Permitanme un segundo, ésto cambia en parte las cosas.
De nuevo, ladeó los labios en una mueca. Aunque entendía cómo estaban las cosas, para nada estaba de acuerdo. Miró a Datsue, apoyó el codo sobre la mesa, y el mentón sobre la mano del brazo que estaba fijado en la madera.
—¿Qué te parece? Podemos hacer el encargo y tal, pillar el dinero, intentar hablar con el Daimyō de Kaze no Kuni, y pedir permiso para hacer lo que nos hará ser nombrados en los libros de historia... El tipo con el que hablé me dijo que era una expedición a las ruinas de unas pirámides, no a las ruinas de una biblioteca... en fin, como veas.
Tenía claro cuales eran sus objetivos, y sus prioridades. El dinero no venía mal, aunque tenía pinta de ser la típica misión regentada por un superior y asignada a un genin común. Para nada estaba hecho a su medida.
Sin embargo, su pregunta no recabó demasiados amigos. El adjunto intentó calmar de nuevo la situación, pero rápidamente el de bigote verde dejó atrás su anterior actitud, y se puso mas serio que cuando uno se queda en el baño sin papel higiénico. Con voz seria y los orbes clavados en la chica, cruzó los brazos sobre la mesa, y dejó claro que no había modo de que les dejaran ir allí sin la previa autorización del mismísimo Daimyō del País. La pena para aquellos a los que descubrían intentándolo era la muerte, y no podía salvaguardarse en la excusa de que no sabía de esa ley, pues se impondría de igual manera.
—Oh... entiendo. —anunció sin demora. —Permitanme un segundo, ésto cambia en parte las cosas.
De nuevo, ladeó los labios en una mueca. Aunque entendía cómo estaban las cosas, para nada estaba de acuerdo. Miró a Datsue, apoyó el codo sobre la mesa, y el mentón sobre la mano del brazo que estaba fijado en la madera.
—¿Qué te parece? Podemos hacer el encargo y tal, pillar el dinero, intentar hablar con el Daimyō de Kaze no Kuni, y pedir permiso para hacer lo que nos hará ser nombrados en los libros de historia... El tipo con el que hablé me dijo que era una expedición a las ruinas de unas pirámides, no a las ruinas de una biblioteca... en fin, como veas.
Tenía claro cuales eran sus objetivos, y sus prioridades. El dinero no venía mal, aunque tenía pinta de ser la típica misión regentada por un superior y asignada a un genin común. Para nada estaba hecho a su medida.
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)