11/11/2017, 18:52
El cuchicheo entre ambos ninjas no ayudó a relajar la tensión del ambiente —que a esas alturas ya podía cortarse con un cuchillo—, pero cuando finalmente Aiko no insistió más y Datsue preguntó por la hora de salida, el tema quedó oficialmente zanjado. Benimaru retomó su expresión simpática y jovial, Muten Rōshi terminó su cena, Jonaro les dedicó una mirada amenzanate y Banadoru suspiró con patente alivio.
—Excelente —respondió el profesor adjunto—. Saldremos mañana por la mañana, después del desayuno. Todos debemos estar listos a las ocho de la mañana, vestidos y desayunados, en la recepción de este mismo hotel. Si nos retrasamos, nos arriesgasmos a tener que viajar durante las horas de más calor.
Otra oleada de camareros llegó a la mesa para recoger los platos, cubiertos y demás, ofreciendo a los comensales la sobremesa; chupitos de licores para ayudar con la digestión, café negro de Uzu no Kuni, té y demás bebidas.
El director de la expedición pidió un café cargado, Banadoru se conformó con un té y Benimaru pidió un cóctel con alcohol. El profesor adjunto sacó entonces de su maleta un tablero de shōgi y empezó a disponer las piezas.
—¿Les hace una partida? —preguntó, tanto a sus compañeros de expedición como a los ninjas.
Jonaro carraspeó varias veces y luego se puso en pie, colgándose su espada al cinto. Sentado parecía más bajito, pero allí en toda su imponente altura quedaba claro que aquel tipo era verdaderamente grande y corpulento.
—Me disculpan, pero estoy cansado. Creo que me iré a dormir —se excusó el guerrero, dedicándoles una última mirada feroz a los ninjas y desapareciendo del salón camino a la recepción.
—Excelente —respondió el profesor adjunto—. Saldremos mañana por la mañana, después del desayuno. Todos debemos estar listos a las ocho de la mañana, vestidos y desayunados, en la recepción de este mismo hotel. Si nos retrasamos, nos arriesgasmos a tener que viajar durante las horas de más calor.
Otra oleada de camareros llegó a la mesa para recoger los platos, cubiertos y demás, ofreciendo a los comensales la sobremesa; chupitos de licores para ayudar con la digestión, café negro de Uzu no Kuni, té y demás bebidas.
El director de la expedición pidió un café cargado, Banadoru se conformó con un té y Benimaru pidió un cóctel con alcohol. El profesor adjunto sacó entonces de su maleta un tablero de shōgi y empezó a disponer las piezas.
—¿Les hace una partida? —preguntó, tanto a sus compañeros de expedición como a los ninjas.
Jonaro carraspeó varias veces y luego se puso en pie, colgándose su espada al cinto. Sentado parecía más bajito, pero allí en toda su imponente altura quedaba claro que aquel tipo era verdaderamente grande y corpulento.
—Me disculpan, pero estoy cansado. Creo que me iré a dormir —se excusó el guerrero, dedicándoles una última mirada feroz a los ninjas y desapareciendo del salón camino a la recepción.