20/11/2017, 17:23
Akame miró a sus compañeros después de que agradecieran al alguacil por la información con unas corteses palabras. Él estaba impaciente por seguir investigando una misión que, a priori, había parecido bastante simple pero que no había tardado en tornarse mucho más compleja y misteriosa. El Uchiha no dijo nada, sino que mostró su agradecimiento con una silenciosa inclinación de cabeza y se puso en pie. El noble les dedicó una mirada a medio camino entre reflexiva e implorante, y también se levantó.
Daidoji les acompañó hasta la puerta, donde se despidió con una simple petición.
—Resolved esto, por favor —aquellas palabras dichas con su voz y tono regio parecían más una orden que un ruego, pero probablemente estaban más cerca de lo segundo que de lo primero.
Akame se subió el cuello de la camisa al salir fuera para proteger su garganta del frío aire otoñal de las Planicies. Ya era casi mediodía y la plaza del pueblo bullía de actividad... O, al menos, lo que en Ichiban se podía considerar como "bullir". El gennin miró a un lado y otro de la plaza y luego señaló hacia el Este.
—El alguacil dijo que ese anciano vivía junto a las ruinas. Supongo que se refiere a eso.
Al otro lado de la plaza, en dirección este y tras pasar un pequeño grupo de casas, se erigía casi en el límite de Ichiban una construcción en ruinas. Incluso desde aquella distancia se podía intuir que su tamaño era considerable y, a pesar de estar casi derruido, el edificio contrastaba con el paisaje rural de casas parcas y recias del pueblo.
Cuando llegó junto a las ruinas, el Uchiha no pudo evitar admirar la estructura de piedra negruzca sobre la cual todavía quedaban algunos tramos de vigas de madera cubierta de ceniza y hollín.
—Este sitio debió de ser grande. ¿Qué clase de lugar ameritaría una construcción tan enorme? ¿Y quién demonios se molestaría en levantar algo así?
El Uchiha lanzaba las preguntas al aire, como pensando en voz alta, mientras recorría con paso lento el perímetro de las ruinas. A juzgar por el aspecto de los restos que quedaban en pie, había sido un incendio —uno considerablemente grave— el que había arrasado el lugar. La tierra alrededor de los cimientos de las ruinas estaba negruzca, confirmando quizá esta hipótesis, y todavía quedaban algunas piedras en pie.
Al otro lado del sendero, una casita pequeña de piedra cuya chimenea echaba humo en aquellos momentos.
—Debe ser esta —dijo Akame—. ¿Cuál es el plan?
Daidoji les acompañó hasta la puerta, donde se despidió con una simple petición.
—Resolved esto, por favor —aquellas palabras dichas con su voz y tono regio parecían más una orden que un ruego, pero probablemente estaban más cerca de lo segundo que de lo primero.
Akame se subió el cuello de la camisa al salir fuera para proteger su garganta del frío aire otoñal de las Planicies. Ya era casi mediodía y la plaza del pueblo bullía de actividad... O, al menos, lo que en Ichiban se podía considerar como "bullir". El gennin miró a un lado y otro de la plaza y luego señaló hacia el Este.
—El alguacil dijo que ese anciano vivía junto a las ruinas. Supongo que se refiere a eso.
Al otro lado de la plaza, en dirección este y tras pasar un pequeño grupo de casas, se erigía casi en el límite de Ichiban una construcción en ruinas. Incluso desde aquella distancia se podía intuir que su tamaño era considerable y, a pesar de estar casi derruido, el edificio contrastaba con el paisaje rural de casas parcas y recias del pueblo.
Cuando llegó junto a las ruinas, el Uchiha no pudo evitar admirar la estructura de piedra negruzca sobre la cual todavía quedaban algunos tramos de vigas de madera cubierta de ceniza y hollín.
—Este sitio debió de ser grande. ¿Qué clase de lugar ameritaría una construcción tan enorme? ¿Y quién demonios se molestaría en levantar algo así?
El Uchiha lanzaba las preguntas al aire, como pensando en voz alta, mientras recorría con paso lento el perímetro de las ruinas. A juzgar por el aspecto de los restos que quedaban en pie, había sido un incendio —uno considerablemente grave— el que había arrasado el lugar. La tierra alrededor de los cimientos de las ruinas estaba negruzca, confirmando quizá esta hipótesis, y todavía quedaban algunas piedras en pie.
Al otro lado del sendero, una casita pequeña de piedra cuya chimenea echaba humo en aquellos momentos.
—Debe ser esta —dijo Akame—. ¿Cuál es el plan?